XII Carta-Circular del Consiliario Nacional: Diciembre 2017

 

“Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, ¡adorémosle!”

Queridos hermanos y hermanas adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU:

Con esta invitación de la Iglesia a “adorar al Rey que viene, al Señor que se acerca” comienza el Adviento. Y con el Adviento un nuevo año litúrgico. La Iglesia, nuestra Madre, nos anima a acelerar nuestra marcha hacia el Señor en actitud de espera adorante. Una recomendación siempre actual, pero en el tiempo de Adviento cobra mayor urgencia. Nosotros sabemos que ya le tenemos Vivo en el Altar, realmente Presente en el Sagrario.

A esta invitación apremiante responde el estupendo grito de la misma Iglesia, la Esposa, y cada uno de sus hijos, nosotros: ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22,20).

Para reflexionar sobre esta nuestra “tensión escatológica”, propia del cristiano y más de los adoradores de Jesús Sacramentado que anticipamos en la tierra la perenne adoración de los Ángeles y Santos que recibe el mismo Jesús en los Cielos, os ayudará esta Carta.

 

 

La he querido expresar de alguna manera en la imagen elegida que os traduzco: “he aquí el Pan de los ángeles, hecho comida de los caminantes (viatores), verdadero Pan de los hijos que no se ha de echar a los perros”.

Y he aquí mi breve explicación: Los ángeles son corona de Jesús Sacramentado, el Paraíso en la tierra, el mismo a quien nosotros como esas aves (palomas)  se acercan (vuelan) a adorar y a saciar su sed de amor y felicidad; cada adorador (a) es un ángel que perfuma al mismo tiempo que adora al Señor con el perfume del “buen olor de Cristo” y  Cristo Eucaristía; otro es el que presenta en un cáliz “las oraciones de los santos”; eso hace cada dorador (a) en la ARPU que actúa no en “masa” sino en “comisión“; en nombre personal y de la tierra, de la Iglesia, de la Humanidad; una lámpara encendida que no ha de faltar ante y en cada Sagrario. He aquí la belleza de nuestro carisma en la ARPU.

Os presento unos breves y creo que sencillos y prácticos puntos (del modo más breve y sencillo que pueda). Esta carta la pueden leer muchos “entendidos” y otros “expertos” en saber quién es Jesús).

1.-Es adviento: viene Jesús.

Deseo yo también -con la liturgia de la Iglesia- avivar un poco más “el deseo de salir al encuentro de Jesucristo que viene”, de salir a su encuentro “acompañados de las buenas obras” (cf. Oración colecta del 1º Domingo de Adviento). Es un don el prepararse, por eso se pide. Preparación a las tres venidas pues son las de Jesús según explicaba San Bernardo:

“Entre el primero y el último adviento discurre un “adventus medius”, una llegada intermedia de Cristo, que ocupa todo el tiempo de nuestra existencia temporal. Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última, aparecerá como nuestra vida; en ésta (la intermedia), es nuestro descanso y nuestro consuelo”.[1]

Dentro de la unidad con la que la Liturgia siempre representa, celebra y actualiza todo el Misterio de Salvación de Cristo, cabe destacar acentos. Así desde el comienzo del Adviento se acentúa la preparación para la Ultima (1ª parte hasta el 17 de diciembre); se acentúa, si bien toda nuestra vida lo es, pues estamos y vivimos  “esperando la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”. En cambio la 2ª parte del Adviento (del 17 al 24 de diciembre) al referir los acontecimientos que precedieron a la Encarnación y Venida del Verbo Eterno de Dios hecho carne, se acentúa la necesaria preparación para actualizar y recibir dignamente a Quien vino la primera vez en la Encarnación, “en la humildad de nuestra carne” (mortal), en las entrañas de la Virgen María. Y sucede su actualización sacramental y se evidencia más en su Natividad en la Eucaristía cuando proclame: “hoy nos ha nacido un Salvador”. (cf. Salmo responsorial en la  Misa de Noche Buena; cf. oración después de la Comunión del día de Navidad).

Con la última venida -gloriosa- del Señor tendrá lugar la resurrección de los muertos, el juicio universal (cf. Mt 25, 31-46), anticipado para cada quien en el particular en la hora de su -nuestra- muerte y  con los “cielos nuevos y la tierra nueva” vendrá la renovación de este mundo creado y el fin de su historia temporal.

Entretanto tiene lugar por nosotros y para nosotros el anuncio de la muerte del Señor “hasta que venga” (1 Co 11,26). Comporta para nosotros los que participamos y adoramos la Eucaristía “el compromiso de trasformar nuestra vida, para que toda ella llegue a ser en cierto modo ‘eucarística’” y que tenga “tensión escatológica” en la celebración y adoración eucarística y en toda la vida cristiana viviendo el insistente “Ven Señor Jesús” (Ap 22,20; cf. San Juan Pablo II en Ecclesia de Eucharistía, n.20).

2.- ¿Cómo vivir el Adviento en clave cristiana, eucarística?

Viviendo todo el Evangelio. ¿Cómo? Por poner algunos textos -ejemplos- evangélicos:

-“Negociando” con los “talentos” y “minas de oro” que Dios ha dado a cada uno hasta que nuestro Rey venga (cf. Lc 19,12-27 y 25,14-30).

Teniendo la lámpara encendida con abastecimiento del aceite de la fe y del amor, de la entrega generosa y fidelidad hasta el final: “quien persevere hasta el final se salvará” (cf. Mt 25,1-13).

Esperando al Esposo que puede llegar de un momento a otro para estar bien preparados, en vela y “blanqueados los vestidos -necesarios- de boda en la Sangre del Cordero”. Un himno litúrgico lo expresa bellamente  así:

“Éste es el tiempo en que llegas, Esposo, tan repente,

Que invitas a los que velan y olvidas a los que duermen”. (primera estrofa).

“Danos un puesto a la mesa, Amor que a la noche vienes,

Antes que la noche acabe y que la puerta se cierre”. (última estrofa).

La misma preparación y condiciones se requieren para comulgar que para ir al banquete del Cielo: el estado de gracia, la lámpara encendida, el vestido limpio o blanqueado en el sacramento del Bautismo y de la Penitencia, con la preparación de las buenas obras.

Empleando la vida para servir al Rey y Señor, donde él esta (en la Eucaristía como presencia “cumbre” de todas sus presencias)  y después a los demás y en último término a uno mismo como siervo de Dios y de los demás hermanos, los hombres.

– “Llevando ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos, la aparición gloriosa de nuestro Salvador Jesucristo” (cf.2ª. lectura en la Misa de Nochebuena: Tt 2,11-14).

3.- Más aplicaciones para vivir el Adviento en nuestra vida.

Al prepararnos tanto para la venida gloriosa del Señor como para la otra venida: la inminente conmemoración de su Encarnación y Nacimiento en Belén, estas semanas nos mueven a percibir cómo Dios se avecina en cada instante a nosotros “en cada hombre y en cada acontecimiento” (Prefacio III de Adviento); nos espera en los sacramentos; no puede haber Adviento y, por tanto, Navidad -cristiana- sin la experiencia del encuentro con Quien viene a salvarnos en la intimidad sacramental -especialmente en los de la Penitencia y de la Eucaristía- . Los dos pies son necesarios para caminar al encuentro de Alguien sin cojear; e igualmente en la fe, la oración y adoración; y en las obras de misericordia. Recordad que en forma sumaria son catorce.

“Despierta. Recuerda que Dios viene. No ayer, no mañana, sino hoy, ahora. El único verdadero Dios (…) es el Dios que viene“[2].

4.- Tareas y aplicaciones que son también puntos de examen. Aplicaciones prácticas: Un decálogo para Adviento y siempre.

1.- ¿Doy a conocer lo que significa el Adviento: que Cristo viene a salvar…, viene para ti, para mí y para todos?

2.- ¿Me adentro a vivir el Adviento de mano de la Inmaculada?, ¿damos gracias a Dios por habérnosla dado por Madre amantísima, “madre de nuestra sabiduría, madre de nuestra justicia, madre de nuestra santificación, madre de nuestra redención”[3] ¿Y también por modelo, ejemplo e intercesora? ¿Procuramos ser como Ella? ¿Canto con gozo como ella al Señor por sus maravillas? La Navidad es “la mayor de las maravillas, pues Él mismo (Dios) quiso nacer de ella”[4].

“La hiciste Inmaculada, la vestiste de sol, nos la diste por Madre, ¡gracias, gracias, Señor!”.

Adviento y Navidad son el tiempo más mariano del año: vivámoslo así. Nuestros fundadores en (de) la ARPU nos han dado ejemplo. ¡Cómo le gustaba hablar y escribir de Ella a san Manuel Gonzalez García!

3.- Por eso cada jornada de estas esperas ¿nos situamos intensamente junto a María -nuestra Madre Inmaculada- y a San José… que ansiaban la venida del Mesías? ¿Nos adentramos en las hambres del Señor  -porque “son sus delicias estar con los hijos de los hombres-”?  Delicias que se cumplen y actualizan en la Navidad y en la Eucaristía, Encarnación permanente y en cada Sagrario (cf. Prov. 8,31 (Vg).  ¿Cómo nos esforzamos por corresponder?

4.- ¿Cuidaremos el recibir bien el sacramento de la Penitencia para prepararnos y preparar los caminos del Señor -para nosotros y los demás-, para caminar con los dos pies y no sólo cojeando con uno, decíamos. ¿A cuántos vamos a invitar a confesar? O ¿es que en nuestra época no necesitamos purificación? y ¿adornarnos con las joyas de la pureza y demás virtudes? y ¿crecer en santidad y perfección para que el Dios encarnado pueda habitar a gusto entre nosotros?

5.- ¿Tenemos hambre y sed del Señor? ¿Le decimos con el salmista que tenemos sed de Él?: «Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío» (cf. Salmo 62,2-9). Nos puede servir para hacer comuniones espirituales. Siempre y, si cabe, más en adviento la comunión espiritual frecuente.

 

En nuestro Manual (de la ARPU) hay varias fórmulas (cf. pp.57-59). Os adjuntaremos una que tiene un valor especial y más completo porque la he encontrado manuscrita por un Cofundador de la ARPU, nuestro Don José Llés Segarra, mártir de la Eucaristía (en proceso de beatificación) si bien el autor original es San Alfonso María de Ligorio.

6.-Distiguiremos la segunda parte del Adviento (17-24 días de diciembre) como Novenario del (al) Emmanuel, llamándole (cantándole) con esos atributos de las antífonas mayores (de las Vísperas) de esos días que comienzan todas con la admiración ¡oh!: Señor, Pastor de la Casa de Israel, oh Sabiduría salida de la boca del Padre, hijo de David, oh Sol naciente, Cetro de David, Nuestro Rey Salvador de las Naciones, Esperanza de los pueblos…¡Ven pronto!, Señor, ven Salvador! Y la víspera de la Navidad ¡Oh, Emmanuel, el Verbo eterno de Dios encarnado: Dios con nosotros. Meditaremos mucho en ese asombroso misterio: “Et Verbum caro factum est” al recitar la plegaria mariana y cristológica del Ángelus y ver su relación con la Eucaristía? (cf. Manual de la ARPU, pp.59-62).

Con los ángeles ¿Le bendeciremos, Le adoraremos, Le glorificaremos, Le daremos gracias…por haber venido a nuestro “valle”?

7.- Si cuidamos la comunión espiritual, la Comunión sacramental será más provechosa, anticipo de la Comunión perfecta en el Cielo.

¿Cómo estará de adornado el pesebre de nuestro corazón para que esté a gusto nuestro Señor Jesucristo?

8.- Cuidar de llevar almas al Sagrario: al Verbo Encarnado como ofrenda o regalo agradable al Niño Dios en gratitud a su Encarnación y Navidad. ¿Le llevaremos algún regalo de estos que más le agradan? ¿Daremos alguna ficha de inscripción para que Jesús tenga algún nuevo adorador(a)? Nada hay que le agrade más a Dios que la conversión de los pecadores pues «por nosotros y por nuestra salvación se encarnó de Maria la Virgen y se hizo hombre»  como profesamos en el Credo. “Hablaremos del Niño a todos” como hacían Simeón y Ana, ancianos simpáticos que aparecen en el tiempo de Navidad (cf. Lc 2, 22-37). Hablar de Jesús a todos los que esperan –necesitan- su salvación. Lo podemos hacer en nuestras felicitaciones, en la oración y bendición de la mesa familiar, en visitas familiares, en otros encuentros y demás ocasiones. Nuestro apostolado es ante todo eucarístico.

9.- ¿Buscamos en Jesús sacramentado “nuevo amor, nuevos beneficios  y nuevo consuelo”? Eso promete Jesús en ese  texto que se os adjunta como un formulario posible para realizar quien lo desee y necesite en la media hora de adoración al Santísimo que tenemos como compromiso de amor semanal contraído con el Señor en la ARPU.

10.- ¿Anunciamos con el buen olor de Cristo que viene a los demás? ¿Somos el ángel precursor que, como Juan Bautista -otra figura del Adviento-, precede al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo? Y con los ángeles de la Navidad ¿podremos cantar su gloria, la de su amor encarnado?

 

5.- San Francisco Javier, figura eucarística.

Antes de despedirme en esta Circular de diciembre, al coincidir que la firmo en el día 3 de diciembre, ¿cómo no poner y proponer a San Francisco Javier entre las figuras eucarísticas para que también nosotros tengamos ese celo de “divino Impaciente”?

 

En el libro de Figuras y textos eucarísticos así lo hago en el n.53 (cf. 249-257).

¡Qué bien que se lo pidamos!  Con la Iglesia:

“Señor y Dios nuestro (…) infúndenos su celo generoso por la propagación de la fe, y haz que tu Iglesia encuentre su gozo en evangelizar a todos los pueblos”.

Como podéis ver hay  sintonía perfecta con nuestro carisma en la ARPU. ¿Gozamos en difundir la fe en la Eucaristía? ¿Hablamos con gozo de Jesus Sacramentado a los que podamos?

Así os deseo ya la feliz y santa celebración de la Navidad de Nuestro Señor Jesucristo.

Con mis mejores deseos se lo pido al Señor para mí y para vosotros.

Burgos, 3 de diciembre, 1º domingo de Adviento y memoria de San Francisco Javier.

Fdo.: José Luis Esteban Vallejo. – Consiliario Nacional de la ARPU

 

[1] SAN BERNARDO, Discurso 5 sobre el Adviento, (Liturgia de las Horas, miércoles de la I semana de Adviento, segunda lectura).

[2] BENEDICTO XVI,  Homilía, 2-XII-2006.

[3] De los sermones del beato Elredo, abad, el sermón 20 en la Natividad de santa María: PL 195, 322-324.

[4] Ibidem.

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