XV Carta-Circular del Consiliario Nacional: Marzo 2018

“A Jesucristo, Señor nuestro, que por nosotros fue tentado, transfigurado…, instituyó la Eucaristía, murió, fue sepultado y resucitó, venid, adorémosle”.

 

 Queridos hermanos y hermanas adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU:

Con esta invitación de la liturgia se nos va señalando la secuencia de los misterios que celebramos en este tiempo de Cuaresma. Os saludo e invito a seguir preparándonos para la Pascua, centro de todo el año litúrgico. A esta preparación quiero dedicar esta Carta de marzo que coincide todo él con el tiempo fuerte de la Cuaresma. Tiempo fuerte también para nuestra condición de adoradores en la ARPU para expresar la fe, honrar y adorar a N. S. Jesucristo en el Santísimo Sacramento e invitar a otros muchos a que, con motivo de la Pascua, se acerquen a los Sacramentos Pascuales, a las fuentes de la salvación. Hemos de hacerlo con el corazón, la fe y el amor… de San José, cuya pascua-tránsito se inserta y celebra en este tiempo cuaresmal y como acogió la Virgen Inmaculada el anuncio del ángel Gabriel para la Encarnación del Hijo de Dios (25 de marzo). Ambos son nuestros modelos de adoradores.

Ya en el mes de febrero -recordad- comenzaba la Cuaresma y os citaba textos para adentrarnos en ella, os recordaba la normativa y el espíritu de la Iglesia sobre los días de ayuno y abstinencia en este tiempo penitencial y a lo largo del año los viernes; en este mes de marzo que llena todo el resto de este sagrado tiempo, lo hago también con palabras del Mensaje del Papa, tanto más que nos habla, casi al final del mismo, expresamente de la «adoración eucarística» y, como consecuencia, indicar algunas tareas para nuestro apostolado eucarístico y en general.

1.- MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2018

Extraigo los puntos a destacar,  a mi parecer, y las palabras que me parecen clave las pongo en negrita. Merece la pena aunque el texto sea largo. Dice así:

“Queridos hermanos y hermanas:

Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión», que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida. Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría».

El Papa pone o saca aplicaciones prácticas:

– “Frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio. Habla de los falsos profetas que son como «encantadores de serpientes». Y lamenta “cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad”.

– También habla de “otros falsos profetas” son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan (…). Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar”.

– “No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas”.

– En un momento del Mensaje habla de “Un corazón frío” y se pregunta, “¿Cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?

“Lo que apaga la caridad, dice, es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas. También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte”.

– “El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. Estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero”.

“¿Qué podemos hacer?” sigue preguntándose el Papa Francisco:

“Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno”.

“El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida”.

“El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de San Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?”

“El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre”.

Y como último punto de su Mensaje, el Papa habla bellamente del “El fuego de la Pascua”. Como son palabras sin desperdicio alguno –tanto más cuanto que habla expresamente de la adoración eucarística con algunas concreciones-, cito el texto pontificio hasta el final del Mensaje. La numeración de puntos es mía por si nos ayuda:

1ª – “Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo”.

2ª.- “Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón».

3ª.- “En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.

4ª.- “En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu», para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad”.

2.- ALGUNOS PUNTOS COMO TAREAS PARA ESTE MES (y siempre). 

Como adoradores de Jesús Sacramentado en la ARPU no tengo más que añadir al mensaje tan concreto sobre la oración, el ayuno y la limosna, pero, si cabe un poco más, algunos puntos (6) que sean exponentes de nuestra conversión cuaresmal al Señor y preparación para la Pascua y, por ello, de apostolado que procura hacer el bien a los demás hombres, nuestros hermanos. Sabemos que todo el bien de la Iglesia (de los cristianos) está, “se contiene” en Jesús Sacramentado (cf. P.O. n. 5-6):

1ª.- Que meditemos el Mensaje del Papa (o bien esta Carta) en alguna media hora semanal de adoración que tenemos como compromiso de amor con el Señor; así mismo en algún acto eucarístico comunitario, en las Visitas al Santísimo que hemos de procurar hacer alguna cada día, en contrastar a ver si nuestras celebraciones de la Santa Misa y las mismas Comuniones sacramentales, preparadas por las espirituales, nos transforman de tal manera que vivamos a la luz de la enseñanzas del Papa en esta Cuaresma. Esa será la señal de que nos preparamos bien para la Pascua.

2ª.- Otra señal de que nos preparamos bien nosotros es si ayudamos -procuramos- preparar a otros. ¿Cómo?

-Con la oración insistente por ellos porque es Dios quien convierte nuestros corazones y los suyos: “Dios Padre, llama a tu amistad y a tu verdad a los que viven alejados de ti, y a nosotros, enséñanos cómo podemos ayudarlos” (Prez en las Vísperas del Miércoles de Ceniza).

– poniendo algunas mediaciones, v.g.,

– invitando a leer el Evangelio,

– a acudir a pláticas cuaresmales o hacer ejercicios espirituales,

– a participar en alguna celebración penitencial,

– a hacer algún ejercicio del Via-crucis, etc.,

– invitando a recibir el Sacramento de la Penitencia.

3ª.- Pensar a quiénes podemos hablar de la Pascua de Jesús y qué es para nosotros: ocasión de renovar nuestra condición de cristianos, como que nos bautizáramos de “nuevo” en la Pascua. Cada quien comunique su experiencia.

4ª.- En el caso de los practicantes cada Domingo, sugerir a algunos que lo que hacen en los días de Semana Santa, v.g., alguna visita a Jesús en el monumento, ¿por qué no hacerlo cada semana? (Eso sería un poco la normativa y el espíritu de la ARPU.

5.- En el caso de los Bautizados alejados de su fe (hay tantos hoy en día), alejados de la Iglesia, de los Sacramentos, ver cómo prepararlos o invitarlos para el “Cumplimento Pascua”.

6.- En el caso de los que no están Bautizados o Confirmados -niños o  mayores- (cada vez hay más) ver cómo les podemos informar y poner en contacto con las parroquias, con los Catecumenados de las Diócesis (hay en todas) para acompañarlos en ese Catecumenado y en su día, cuando reciban los Sacramentos de la Iniciación Cristiana, si procede, ser vosotros los padrinos.

Termino yo apropiándome las mismas palabras del Papa con las que finaliza su Mensaje de esta Cuaresma.

“Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí”.

Burgos, 1 de marzo de 2018.

Fdo.: José Luis Esteban Vallejo. – Consiliario Nacional de la ARPU

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