XXII Carta-Circular del Consiliario Nacional: Noviembre 2018

Queridos hermanos y hermanas adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU: Adoremus in aeternum sanctissimum Sacramentum!:

¡Adoremos por siempre al Santísimo Sacramento!

Con estas palabras -jaculatoria muy nuestra  y de los fieles (de la Iglesia Católica) ante el Santísimo Sacramento- os saludo con afecto y os recuerdo frecuentemente ante el Señor Sacramentado por nuestro amor. Asimismo, con esta imagen que nos presenta el Apocalipsis (cf.5,1-14), el Cielo, la Fiesta que no acaba en torno al Cordero, el mismo que adoramos en la Sagrada Eucaristía, el mismo Jesús Sacramentado.

El mes de noviembre se abre con dos importantes celebraciones litúrgicas: la entrañable “solemnidad de Todos los Santos” y la “Conmemoración de todos los fieles difuntos” que dan tono espiritual a todo este mes que -en la espiritualidad de la Iglesia- recibe el nombre de “los Santos” y de “los Difuntos”.

“El misterio de la “Comunión de los Santos” ilumina de modo particular este mes y toda la parte final del Año Litúrgico, orientando la meditación sobre el destino terreno del hombre a la luz de la Pascua de Cristo”[1].

Para ayudarnos a meditar en ese “destino” final de felicitad y de amor que Dios ha preparado para nosotros y todos los hombres si le somos fieles, tenemos la contemplación de los que ya le gozan, los bienaventurados del Cielo, contemplándole como Dios Trino y Uno, y también de los que se preparan (se purifican en el Purgatorio) para el momento en que Jesús les diga a cada uno: “entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 2).

Para esta meditación nos puede ayudar uno de nuestros cofundadores en la ARPU, Don Juan Bautista Luis y Pérez. 

Os pongo un breve rasgo biográfico y luego algunos sabrosos textos de su libro de Meditaciones Eucarísticas. Pienso que es una manera de transmitiros el carisma de la ARPU que, aunque recibido de Dios para la Iglesia por la mediación de la Fundadora principal, Doña Juan Carou Rodríguez, él supo formularlo de alguna manera con precisión más teológica. Yo le llamo el “teólogo” de la ARPU o por lo menos uno de ellos.

 

 Baste pensar cómo puso “los fundamentos de esta Obra” con palabras que recoge la ficha de inscripción que todos los adoradores inscritos en la ARPU hemos cumplimentado y firmado como nuestro “compromiso de amor” con Jesús Sacramentado.

 

  Don Juan Bautista Luis y Pérez, obispo de Oviedo, precisamente murió el día 6 de noviembre de 1934.  Murió en Madrid siendo primer moderador de la ARPU después de haberlo sido San José María Rubio y Don José Solé, (S.J.).Él puso los fundamentos doctrinales, espirituales y prácticos de la Obra. Para verlo y comprobarlo bastaría meditar sus Meditaciones Eucarísticas [2]. De ellas escojo -entre tantisimos textos posibles- algunos de ellos con esta orientación escatológica. Creo que así nos ayuda a vivir estas realidades que la Tradición católica ha llamado últimas, escatológicas: “muerte, juicio, infierno y gloria” (con la intermedia del Purgatorio) pero relacionadas con el carisma de la ARPU; por tanto con la Sagrada Eucaristía.

Primer texto: Hablando de que “hemos de adorar a Jesús” y de buen “grado” y dando un testimonio precioso y personal de su fe, esperanza y amor (que él pone con mayúsculas) dice:

“Dentro de unos años, tal vez de unos meses o días, la muerte me sorprenderá de un modo irreparable. Quiero asegurar mi suerte, quiero ser de Jesús, quiero anticipar mi cielo entregándome a la adoración y contemplación de Jesús bajo los velos eucarísticos, en alas de la Fe y del Amor, como los bienaventurados le adoran en el Cielo sin velos y cara cara. Sea mi adoración verdadera el fundamento inconmovible de mi eterna esperanza” (p.11).

Este texto o palabras escritas en 1930 se cumplieron a los cuatro años pues murió, hemos dicho, en 6 de noviembre de 1934.

Segundo texto: Hablando de que “Jesús quiere la adoración” y apoyándose en un texto de las manifestaciones de su Sagrado Corazón a Santa Margarita María de Alacoque, nos dice:

“ (…) son los anhelos de Jesús para atraer (a) los hombres a los pies de sus tabernáculos. Son eco de aquella exhortación suya: Venid a mí todos. La promulgación del Reino de Cristo hecha por el papa en nuestros días, es la misma voz de Jesús pasando por el corazón y los labios del que es dulce imagen viva de Cristo, su Vicario en la tierra: y alcanzará su efectividad, la plenitud del triunfo, cuando los hombres reconozcan de hecho y de derecho la Realeza de Jesús en la Santísima Eucaristía” (p.15).

El Papa de los días de Don Juan Bautista era el papa Pío XI (1922-1939), el que estableció la festividad de Jesucristo, Rey del Universo[3] que ahora celebramos como culmen del Año litúrgico (en el último Domingo). Ese es el triunfo que le damos, el triunfo de Jesucristo, pero será dice  “cuando los hombres reconozcan de hecho y de derecho la Realeza de Jesús en la Santísima Eucaristía”.

Fijaros cuándo y cómo. ¡Qué estimulante es así ser adorador y trabajar para que los hombres lo sean! y así realizar ese Reino en que estaremos que es el Reino de los Santos, de los Bienaventurados en el Cielo. Esto sintoniza perfectamente con aquel pensamiento y texto que el año pasado os ponía en mi Carta de noviembre en la que os citaba de la  Fundadora que “habrá un alto grado de gloria” para los adoradores que militen y trabajemos ahora por la ARPU.

Y un tercer texto que merece la pena, aunque sea un poco largo, pero ¡es tan sabroso! :

“El corazón ha sido creado para el amor; ese es su fin y su destino, su vida y su felicidad: amar, amar siempre, amar eternamente. Ese es el premio del puro amor. Amar a Jesús y a los hombres por Él aquí en la tierra, para gozar de Jesús y de la comunión de los Santos eternamente en el Cielo. Acercar a la Eucaristía  a nuestros hermanos, enseñarles las riquezas que en ella se encierran, llevar almas a Jesús, glorificarle, anunciar al mundo su amor.

“¡Cuántos le seguirían si le conocieran; cuántos le amarían si una vez se sintieran amados por Jesús o en nombre suyo!”

“Ea, alma mía; adorar es consagrarte totalmente al servicio de Jesús Sacramentado, según tu poder y vocación: no te reserves nada, porque cuanto no ofrecieses a Dios lo perderás. Si de veras te amas, pon tu tesoro en la Sagrada Hostia, tu alma y tu cuerpo, todo tu haber y poseer. Todo lo que de veras amas y es digno de ser amado, ponlo en el Cielo del Corazón de Jesús Sacramentado y El te lo guardará para la vida eterna”.

“¡Qué gloria tiene Jesús reservada a los que se consagren a la Obra de su amor, al apostolado de la Eucaristía!”. (pp. 149-150).

Queridos hermanos y hermanas adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU.

1.- Ved cómo concretáis vosotros esta meditación sobre las verdades-realidades- eternas que nos esperan y que hemos de ir preparando y ganando con la gracia de Dios y nuestro generoso apostolado eucarístico

en la ARPU. ¿Será mucho pedir que cada adorador busque y proponga serlo a otro o mejor a otros dos? Que nos vengan fichas de nuevos inscritos que “a jornal de gloria no hay trabajo grande”.

2.- Pensemos mucho en el Cielo, nuestra Patria y Fiesta definitiva y que no acaba. Intentemos ser fieles adoradores de Jesús Sacramentado, el mismo del Cielo si bien de otro modo, hasta el final. Pidamos esa gracia.

3.- Vivamos la “Comunión de los Santos” en las tres dimensiones de la Iglesia: militante (en la Tierra), purgante (en el Purgatorio) y triunfante (en el Cielo). Por ello

4.- Pidamos la intercesión de Todos los Santos, ofrezcamos generosos sufragios por los difuntos en el mes que lleva su nombre y especialmente en sus primeros días (novenario) en que las indulgencias (Plenarias y parciales) son sólo aplicables para ellos. La media hora de adoración al Santísimo -norma semanal y fundamental nuestra- está enriquecida por la Iglesia con indulgencia plenaria con las debidas condiciones (Confesión y Comunión Sacramentales, etc.).

5.- Hagamos generosos el apostolado de la Eucaristía en la ARPU: buscar, proponer… ¡adoradores para Jesús, para su gloria, para el Cielo!

En este mes no ponemos ni el Noticiero ni el Memento o Memorare. Suple con creces la Memoria que hacemos del curso 2º de la ARPU en esta etapa nuestra que toca realizar.

Como se dice en el último punto (n. 21) de la Memoria anual estaría bien que nos enviarais noticias de vuestras actividades para incorporarlas y enriquecer la Memoria a nivel nacional.

Como noticia esta primicia: está en imprenta un libro que titulo “Yo canto al Señor porque es vida: una evangelización en versos”. Ente los poemas o poesías (reflexiones) hay unas cuantas dedicadas a la ARPU, a la Sagrada Eucaristía, al Sacerdocio ministerial y a otras muchas realidades de la vida cristiana.

Me despido de vosotros deseando que Dios me conceda buen resultado en la operación de cataratas para poder seguir trabando por Él, por su Reino como os sugiero en esta carta. A los 75 años que cumplo en este día 3 de este mes es normal que asomen estas limitaciones. A mi Obispo sí le he pedido que me dispense de algunas otras responsabilidades. Lo tienen difícil los Obispos a la hora de buscar relevos, dada la escasez creciente de clero. Pienso yo.

Os quedo unido con el contenido de estos versos que para este mes (noviembre) me parecen acertados y siempre oportunos.

En María Santísima

Y su esposo San José

Y todos los demás Santos

Que nos esperan también.

 

Y entre ellos los Fundadores

De nuestra querida ARPU

Tenemos intercesores

Para ser adoradores

De Jesús Sacramentado.

 

Burgos, 3 de noviembre de 2018, en mi 75 cumpleaños. Dios quiso que naciera en este día para ser en la actualidad vuestro Consiliario Nacional.

Fdo.: José Luis Esteban Vallejo. – Consiliario Nacional de la ARPU

 

[1] Benedicto XVI, Homilía, 11-XI-2005.

[2] Cf. Juan B. Luis y Pérez, el Obispo de Oviedo, Meditaciones Eucarística, Oviedo (nueva edición), 1930, 320 pp.

[3] Cf. Encíclica Quas Primas de Pío XI, año 1925.

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