A.R.P.U.

LA ADORACION REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL
Continúa
A.R.P.U.

El pasado 2 de diciembre, en la parroquia de San Pedro de la Fuente (Burgos), nada mas concluir la celebracion de la Santa Misa de las 19:30 h., -con el alba aún puesta- ha fallecido de forma repentina e inesparada don José Luis Esteban Vallejo, Consiliario Nacional de la ARPU.

IN MEMORIAM    Leer más…

A.R.P.U.

Saludo del Consiliario Nacional

 

 

Don José Luis Esteban Vallejo, Pbro.

CONSILIARIO NACIONAL DE LA ARPU

Estimados y queridos todos en Jesús Sacramentado, nuestro Señor:

Desde nuestra interesante y meritoria Página Web mis cordiales Saludos.  Agradezco que podamos estar en contacto con la lectura meditada de los documentos que enviamos cada mes.

A ver si con la gracia de Dios -que no os faltará- podemos evangelizar con este «Reinado eucarístico» del Señor y establecer y difundir la ARPU como modalidad eucarística: media hora a la semana ante un Sagrario, escogiendo el adorador día, lugar y hora que prefiera.

Se adapta a cada quien y sus circunstancias «como el guante  a la mano» de cada uno. Y “reuniendo alrededor los Sagrarios el mayor número posible de personas”. Proponiéndoselo uno por uno con amistad y confianza. Ofertando los medios de que disponemos.

Quisiera que se comprendiera que no es una tarea más sino un don -audiencia de amor- que nos hace Jesús Sacramentado, «Rey del Universo», el “Dios con nosotros” que integra en amor y sentido toda nuestra vida pero de hecho en muchos sagrarios está ABANDONADO. Esperando desde hace 20 siglos a quien le visite para ofertarle su SALVACIÓN.

Os animo, amigos, también a que hagáis este estupendo apostolado. Jesús Sacramentado que “desea ser adorado por todos los hombres” os premiará en el Cielo “con un alto grado de Cielo” los servicios prestados por su Causa, por su Reinado eucarístico.

Contad con mi ayuda y oración; os pido también la vuestra. Os encomiendo en Jesús Sacramentado y en nuestra Madre Inmaculada.

José Luis Esteban Vallejo, Pbro. – Consiliario Nacional de la ARPU.

A.R.P.U.

La Fundadora

DOÑA JUANA CAROU RODRÍGUEZ

 

 

Breve biografia de Doña Juana Carou

 

1.- Breve biografía de DOÑA JUANA CAROU RODRÍGUEZ.

«Figuras y textos Eucarísticos» de José Luis Esteban Vallejo (Fig. 67, pág 314)

 

 

         Nació en Huelva el día 24 de Agosto de 1874. Desde niña fue muy devota de la Virgen Santísima, acudiendo a Ella en sus necesidades espirituales y corporales; el 15 de mayo de 1885, hizo su Primera Comunión, entregándose totalmente en manos de Dios y se consagró a Él con ansias de amor; siendo ya encendidísima, desde sus tiernos años se vio favorecida con gracias muy singulares de Dios.

Devotísima del Santísimo Sacramento, podríamos decir que ante el Sagrado vivía día y noche. Ante el Sagrario “había levantado su tienda”, y ni un momento la abandonaba, hasta cuando más reclamaban su actividad los deberes de familia y luego sus deberes profesionales que cumplió siempre con gran fidelidad.

Su director espiritual fue por un tiempo el ya Santo (16-octubre-2016) D. Manuel González García hasta que fue promovido Obispo de Málaga, luego tuvo otros varios. Fue primera “María de los Sagrarios” en donde trabajó visitando varios pueblos con otras compañeras, también Marías.

Había en ella como una necesidad irresistible de acompañar a Jesús en sus Tabernáculos. ¡Qué penas las suyas, al verse en esa resignada soledad a que los cristianos le condenan! ¡Qué ansias las suyas para acabar con esa vergüenza, hija de una fe adormecida y de una manifiesta ingratitud por parte de los hombres…!

Compuso muchas poesías que son expresión y exponente del sentir de su alma al respecto.

Nadie como ella -acaso- ha sentido las hieles de esta realidad: Jesús hambriento de nuestro amor, se ha quedado en medio de nosotros en el fondo de nuestros Sagrarios. Nadie tampoco, como ella, ha sentido la angustia de verse tan solitario en medio de nosotros.

Toda su vida ha girado alrededor de esto, y todos sus esfuerzos a esto se encaminaron: a llevar almas a Jesús; a rodear de almas amantes sus Sagrarios; a que viva Él con nosotros, ya que entre nosotros se quedó y entre nosotros mora. No es entraño que El la eligiera para fundar la Obra de la ADORACION REAL, PERPETUA y UNIVERSAL al SANTÍSIMO SACRAMENTO.

Fue en el año 1906 cuando el Señor le manifestó como en “barruntos” “el deseo de ser adorado por todos los hombres, todos los días y a todas las horas en el Santísimo Sacramento”, instándole a que fundara y propagara la Obra de la Adoración mostrándole, según relata ella misma, el sitio especial del Cielo reservado a los que la ayudaran y a todos los adoradores.

El 10 de agosto de 1915 quedó viuda y tan pobre en recursos económicos que se vio obligada, con el auxilio de la Divina Providencia (que acudió solícita en momentos de extrema pobreza), a prepararse con 1os estudios de magisterio en donde obtuvo el título de Maestra, ingresando poco después, previas brillantísimas oposiciones, en el Magisterio Nacional del que fue y será legítima gloria. Fue maestra en Cartagena; andaba en 1a lucha desde el año 1919 basta que fue trasladada a San Bartolomé de la Torre, también en Huelva, en Septiembre de 1921.

De su matrimonio tuvo dos hijos, uno falleció a los pocos meses de edad y luego, de viuda, fue grande su trabajo para mantener a su otro hijo y ayudar a sus padres.

El 5 de abril de 1924 el Granito de Arena, órgano de las “Marías de los Sagrarios”, la puso en contacto con D. José Llés, Arcipreste de Aget, surgiendo la Obra de la Adoración que tanta gloria debía dar al Señor. Trabajó infatigablemente por esta Obra, viajando a Madrid en donde tuvo varios contactos y entrevistas y en donde ganó para la Causa  personalidades eclesiásticas, tales como al P. Rubio (San José María Rubio), al auditor de La Rota y asesor de la Nunciatura, D. José Solé, preconizado obispo de  Víc, muriendo antes de ser consagrado.

Como fundadora principal dio comienzo “oficial” a su Obra con fecha del día 8 de agosto de 1927 al crearse el primer centro de adoradores de Jesús (en la ARPU) en Cercedilla- Madrid).

2.- La aprobación de la ARPU y su carisma.

Doña Juana Carou, antes de morir vio aprobada la Obra por muchos prelados, extendida por casi toda España y fuera de ella, obteniendo el título de “Archicofradía” y contando con Cofundadores tan valiosos como San Manuel González García…, San José María Rubio, S.J., el Obispo de Oviedo, Consiliario Nacional de Acción Católica, D. Juan Bautista Luis Pérez, (“el teólogo de la Obra”) y el sacerdote mártir, José Lles (iniciado ya su proceso de beatificación por martirio), quienes obtuvieron la aprobación de la Santa Sede.

Nuestro Santísimo Padre, el Papa Pío XI, a petición del Reverendísimo Sr. Obispo de Oviedo, les hizo gracia de un autógrafo bendiciendo a todos los adoradores.

En Huelva, después de las vísperas, 5 de Enero de 1933, en plena fiesta de la Adoración por antonomasia, los Santos Reyes, se durmió en el Señor con fama de santidad entre sus alumnas y conocidos.

Que Dios bendiga esta Obra para realizar cada vez con más fruto el designio del Señor sobre Doña Juana Carou Rodríguez y así se cumplan las palabras de Jesús recogidas en la medalla, en el escudo y la bandera… de nuestra Asociación y Movimiento eucarísticos que contienen de alguna manera el carisma de la ARPU: “QUIERO SER ADORADO DE TODOS LOS HOMBRES Y A TODAS LAS HORAS  EN EL SANTISIMO SACRAMENTO EN TODOS LOS SAGRARIOS DE LA TIERRA”.

        Acaso sus poesías sean un bello espejo para ver el alma y espíritu eucarísticos de la Fundadora de la ARPU, DOÑA JUANA CAROU RODRÍGUEZ.

 

X ENCUENTRO-CONGRESO EUCRISTICO NACIONAL

Oviedo-Marzo 2001

Autobiografia de Doña Juan a Carou

AUTOBIOGRAFÍA DE DOÑA JUANA CAROU, PROTAGONISTA DE LA ADORACIÓN REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL AL SANTÍSIO SACRAMENTO

Nací en Huelva el día 24 de agosto de 1874. Mi infancia se, deslizó suavemente sin que turbara la paz y tranquilidad de mi alma lo más mínimo. Un desconocimiento completo de la culpa, una inocencia muy grande  o una ignorancia mayor respecto a lo que era pecado, hacía que mi vida se deslizara tranquilamente sin temores ni congojas espirituales. Poco más de cuatro años tendría, cuando mis padres (q.e.G.e.) me pusieron en el colegio (externa), y en él estuve hasta los once o poco más, pues no recuerdo bien. En el colegio hice mi primera confesión a los siete años y mi primera Comunión el 15 de Mayo de 1885. Poco más de once años tendría, como le digo anteriormente, cuando mis padres me retiraron del colegio. Desde esta edad hasta cerca de los 21 años permanecí en el paterno hogar, deslizándose mi vida tranquilamente al lado de mi familia. A los doce años de edad estuve gravemente enferma, de tal modo que se decía que ya estaban doblando por mí,  me encomendé a la Virgen Santísima y sané milagrosamente.

DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN: En la “Historia de la Adoración” le decía a Ud., que era yo muy devota de la Santísima Virgen; pues bien, desde niña, cuando me veía en algún apuro, acudía a ella y puede decirse, que siempre me socorría. Nada notable me ocurrió en los primeros años de mi vida, pero tendría yo próximamente 13 años, aún cuando tengo duda si fue a los siete años, me ocurrió  lo que ahora diré. Algunas veces cuando estaba sola me acordaba de Dios, y de pronto veía una luz especial, clara, esplendorosa que me hacía pensar en Dios y verle en aquella luz, en aquel trozo de Cielo ó Gloria, sin verle, que me hacía pensar en Él como vislumbrándole o sintiéndole o viéndole sin verle en aquellos resplandores o luz clara y suave de tal manera  que aquella visión me hacía no pensar nada más que en aquello que veía, quedándome absorta, o embelesada contemplando aquella luz o claridad que yo veía y que cautivaba de una manera tan dulce, sosegada y tranquila, toda mi atención, todo mi ser. Quisiera explicarlo mejor, pero ¡ es tan difícil de explicar !. Yo veía como un trozo de Cielo o de Gloria y en él se me representaba Dios, pero sin verle ¿cómo entender o explicar esto?

DIOS: Yo sabía que allí estaba Dios y sin embargo nadie me había dicho ¿Cómo puede ser esto? Era como una presencia invisible para los ojos del cuerpo pero visible para el alma. ¿Es quizás que el alma como espíritu que es, ve lo que es espíritu, y por eso ve a  Dios que es espíritu puro, sin verle como se ven los cuerpos, las cosas, los objetos o seres materiales? Vd. entenderá esto mejor que yo que apenas si puedo explicar lo que yo veía y entendía. En resumen era como una noticia clara de Dios. Esto me sucedía varias veces, y cuando yo menos lo pensaba, pues cuando me sucedía, ni me acordaba de que otra vez me hubiera sucedido, quiero decir que no era  porque con intención me pusiera a pensar en eso; además, era yo tan niña que ¡qué entendía yo de esas cosas ni de nada¡. Era yo también mu devota de la Santa Cruz, la vestía y adornaba con flores, devoción que tuve desde los doce años, poco más o menos, hasta los veinte. Después no me contenté con adornarla en su día, sino que la coloqué en un altar que puse en mi habitación y que más tarde sustituí con un Crucifijo,  que aún conservo.

También hacía ramos de flores y se los llevaba a la Virgen.

PENITENCIAS: No tenía en aquel tiempo confesor fijo,  así que hacía las cosas como me las dictaba mi piedad.  Ayunaba, rezaba y hacía como penitencias lo que me parecía. Recuerdo que una de las cosas que me agrada hacer, era tirarme al suelo de rodillas y dar las tres caídas como el Señor las Dio por mí. Esto lo hacía muchas veces al día, siendo un verdadero milagro que no me lastimara. También me gustaba mucho rezar de rodillas y orar en la misma forma, y tanto tiempo estaba en esta posición que cuando me levantaba me dolían las rodillas y de tanta repetición me criaron callos en ellas. De tanto ayunar vine a caer enferma, prohibiéndome después el médico y el confesor el ayuno. Tenía todas mis delicias en recluirme en mi cuarto para rezar. ¡Qué tranquilidad tan grande sentía entonces mi alma!  Cuando hacía esto que digo ahora, tendría yo de 16 a 19 años poco más o menos. A los 15 años compuse la primera poesía y se la dediqué a Dios demostrando en ella su existencia, bendiciéndole.  En esta edad me abstenía de cometer lo que yo sabía que era pecado y procuraba que las personas de mi familia no los cometieran haciendo a la vez más adelante que rezaran conmigo de tal modo que mi madre (q.e.p.d.) por complacerme rezaba conmigo el Santo Rosario y mis devociones que eran interminables. Como Vd. comprenderá, sin director ¿qué podía hacer yo como es debido?

TIBIEZA: Desde los 19 a los 20 años es la época de mi vida que más daño he causado a mi alma. En esta época, padre, pecaba, me confesaba, volvía a pecar, me volvía a confesar y lo único que hacía bueno es que no callaba pecados en las confesiones, porque de esto me daba horror y además cuando me acusaba de los pecados que había cometido otras veces volviendo a recaer en ellos, le decía al confesor, que de aquel pecado me había acusado tantas veces (las que fueran), esto es, que no me enmendaba.

FERVOR :  Por fin, ya era imposible seguir más de aquel modo, y viendo que me era imposible vivir apartada de Dios y sin comulgar, opté por no pecar más, decidí no volver a pecar para poder continuar comulgando como yo deseaba. Desde entonces, con la gracia de Dios, me aparté del pecado con firma propósito de no volver a  cometerlo

 

MATRIMONIO: Ya le dije a Vd. Anteriormente que muy cerca de los 21 años de edad contraje matrimonio. Después de casada continué con la misma vida de piedad que tenía de soltera, mejor dicho, se aumento mi piedad de tal modo que sin desatender mis obligaciones, el tiempo que me quedaba libro lo gastaba casi todo en orar en casa o en la iglesia. Mi esposo (q. e. G. e.) por no darme disgusto, no se oponía, antes bien me dejaba en entera libertad de ir a la Iglesia cuando yo quisiera. Poco a poco iba viendo más claro el recuerdo de mi vida; los pecados que había cometido me entristecían de tal modo y me llenaban de tal manera, que empecé a hacer confesiones generales, pues me parecía que así limpiaría y purificaría mi conciencia, esto es, purificaría mi alma y tranquilizaría mi conciencia.  Tantas confesiones generales hice que el confesor me las prohibió, diciéndome que ya estaba bien, que no me hacía falta hacer más confesiones generales.

HIJA: A los 23 años de edad tuve necesidad de disminuir mi asistencia a la Iglesia: Dios había bendecido mi matrimonio concediéndome la dicha de darme una hija, que voló al cielo a los tres meses o poco más d edad. Nació el 13 de enero de 1898 y voló al cielo a los tres meses el mismo año.  Al morir mi hija, volví otra vez a la iglesia como antes y continúe lo mismo que antes de nacer ésta.  Para purificar más mi alma y tranquilizar mi conciencia, cuando me acordaba de algún pecado que me parecía se me había olvidado confesarlo anteriormente, lo confesaba con el Superior de los Agustinos, como le decía en la “Historia de la Adoración”.  Así continúe hasta el año 1905, en que tomé por director al P. Serna.

NOCHE OSCURA: Mis temores al considerar mis pecados pasados, aumentaron de tal manera que me parecía iba al infierno. Aumentó tanto este temor o pesar, que me hacía derramar abundantes lágrimas pensando que estaba en desgracia de Dios.  Mi director tranquilizó mi alma diciéndome que ya Dios me había perdonado los pecados, que no me apenara, que tenía gracia de sobra, que no apretara tanto mi alma y que dejara obrar a Dios en ella.  El temor que tenía desapareció; pero los escrúpulos aumentaban, y de tal manera, que todo me parecía pecado.

Aquello era insoportable. ¡Cuánto pasé!, Padre, ¡cuánto sufrí! no me atrevía ni a moverme por temor de ofender a Dios. Hasta los malos pensamientos me martirizaban.  Mi alma no podía vivir  sin Dios y el temor de perderle me tenía en constante sufrimiento, en constante martirio.

Desde los 21 años de edad hasta los 32 compuse muchas poesías dedicadas a Dios y a la Santísima virgen.

 

VISIONES,  FAVORES:   Tendría yo 17 años o algo más cuando un día me pareció ver sentado en mi corazón a Nuestro adorado Jesús.  No me llamó la atención.  Esto se me había olvidado decírselo a Vd., y que también tenía a los 16 años una imagen del Niño Jesús, que de tal modo había cautivado mi corazón y mi alma, que me hacía besarla frecuentemente y dejar mis amigas y distracciones propias de mi edad para acudir  a su llamamiento interior para besarle sus lindos pies.  Desde los 16 años de edad a los 18 más o menos, se desarrolló mi piedad con las luces que Dios comunicaba a mi alma interiormente, tanto, que algunas veces pensaba que Dios me estaba enseñando; es decir, por medio de libros o personas me instruía y al mismo tiempo me daba gracia para que yo hiciera lo que de aquel modo había aprendido, con intención sólo de agradarle haciendo lo que Él había mandado. Puede decirse que mi alma estaba pendiente de aquello que yo por cualquier medio sabía que le agradaba o era mi deber hacerlo.

 

PURIFICACIÓN: Volviendo a la época en que me confesaba con el P. Serna, diré a Vd. Que de tal modo temía ofender a Dios, que no me atrevía ni a moverme, y cuando cometía algún pecado, era tanto el pesar y remordimiento, que hasta que no lo confesaba no podía vivir. Algunas veces le decía a mi confesor: “Padre, yo no sé lo que Dios quiere conmigo”

Esto le decía yo al ver la limpieza de conciencia que parecía que Dios me exigía. Otras veces le día a Él: ¡Oh Dios mío! yo no sé lo que tu quieres.  Me gustaba a mí durante esta época de devoción y de escrúpulos, o sea, desde el año 1896 poco más o menos, o algo después, alabar a Dios, valiéndome para ello de los devocionarios. También alababa a la virgen Santísima, y también le daba loores al Glorioso Patriarca San José.  Pero mi alma tenía especial devoción a la Santísima Trinidad, rezando, rezando,  creo que casi diariamente, el Trisagio, y muchas veces y con especial consuelo y dulzura de mi alma el Veni Creator

 

CELO POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS: Me había enterado que el que salvaba un alma salvaba la suya, y me lancé de lleno a buscar almas que fueran a confesar y comulgar, esto es,  a procurar la salvación de ellas, y tantas ansias de la salvación de las almas tenía, que recuerdo que cuando confesaba con el Padre Serna, le decía algunas veces, que tenía ganas de ser misionera, y si mi sexo me lo hubiera permitido, hubiera sido

Predicadora.  En la imposibilidad de satisfacer este deseo de mi alma, más que en la intimidad de la familia y de cierto modo entre mis conocidos, decidí escribir, y en mis poesías y escritos decir del modo que pudiera lo que de otra suerte no me era posible.  También algunas veces veía yo  en esta época al Sagrado Corazón de Jesús. Se me representaba como  una nave grande de un Templo y allá a lo lejos en el espacio al Sagrado Corazón de Jesús.  No me decía nada ni a mí me llamaba mucho la atención para saber qué clase de visión era, o si era ilusión o imaginación. Yo lo veía y sin recibir en mi alma ninguna impresión me quedaba mirándolo como una tonta. Esto me ocurría muchas veces.  Otras veces parecía que Dios me decía: “Ámame, hija mía, ámame.  Otras veces me preguntaba: “¿Me amas?”. En fin me decía unas palabras que yo entendía muy bien y a las cuales contestaba yo diciéndole a los afectos de mi alma. Esto de las hablas sería allá por el año 1906 o quizás el 1907 pero creo más bien que fue el año 1906.. La presencia de Dios se me hacía más sensible parece que lo veía sin verlo, yo me postraba y lo adoraba humildemente.  Y en un día de estos fue cuando Nuestro adorado Jesús se me apareció y me dijo que quería  que le diesen Culto  en el Santísimo Sacramento , como Vd. Recordará que le decía en la “Historia de la Adoración”.

 

GOCES: Hasta allí todo había sido sufrir puede decirse con los temores y escrúpulos, ahora iba a empezar o había empezado para mi alma una época de cosas para mí desconocidas. Me sentí llena de fervores desconocidos y mi alma inundada de celestiales dulzuras, del fondo de mi corazón brotaban himnos de amor a Dios, y yo, que, pobre pecadorcilla tanto le temía y temo a Dios, contestaba a sus amorosas palabras con las más dulces y amorosas que podían brotar de un corazón enamorado de las bondades de Dios. Sí; yo no encontraba palabras que le expresaran el afecto de mi alma, pero no era necesario. Él veía el fondo de mi corazón. El veía lo que pasaba en mi alma, ¿a qué esforzarme por expresar o explicar lo que para mí era imposible?.  La primera estrofa que brotó de mi corazón y de mi alma al sentirme encendida en aquel fuego divino, al sentirme herida con aquella flecha o centella de amor divino fue esta:

 

Aunque soy vil gusanillo

De la terrenal morada

Tengo el alma enamorada

De tus bondades, Señor

Y como los Serafines

Señor, yo quisiera amarte

Y eternamente cantarte

Mil y mil himnos de amor

 

Y otras veces le decía cantando:

 

De tu corazón divino

Una centella cayó

Que vino a prenderle fuego

A mi pobre corazón.

Y desde entonces, Dios mío,

Yo me abraso sin cesar,

Y te canto himnos de amores

Postrada al pie de tu altar.

 

Un día me vi tan llena de ansias de ser toda de Jesús, que derramando dulces y amorosas lágrimas en un arranque o transporte de amor, le dije ofreciéndome toda a él: “Yo ya no me llamaré Juana: de aquí en adelante me llamaré Juana de Jesús”.

Imposible es dar a Vd. Una idea clara de los que entonces pasaba en mi alma.  No se explicarlo, ¿le diré a Vd. que estando en la tierra vivía en el cielo?.  Vd. quizás comprenderá mejor que yo puedo decírselo. Al sentir estos amores divinos  ¡cómo me pesó haber tomado el estado del matrimonio!.  Yo no podía seguir de cerca a Nuestro adorado Jesús como las Vírgenes  ¡qué pena, que pesar se apoderó de mí!  ¡Ah! Si yo me hubiera enterado antes, si yo hubiera sabido antes , si las “Cartas a Teófila” hubieran llegado antes a mis manos, al sentir yo aquel amor tan intenso por nuestro adorado Jesús, todo, todo lo hubiera dejado por seguirle a Él.  Pero ya ¿qué remedio?. Se lo dije a mi confesor y este me tranquilizó diciéndome que no había errado la vocación, que no era lo que yo pensaba, que tenía vocación de casada. Esto me tranquilizó un poco

Para expresar a Nuestro adorado Jesús mi pena por haber abrazado el estado de matrimonio, le compuse esta estrofa:

 

De mi alma las flores primeras

Jesús mío, no te puedo ofrecer

Porque niña ignorante yo era

Sin saber lo que debía hacer;

Más ya triste, pasada mi vida

Mi alma siente profundo dolor

Pues no puedo ofrecerte Dios mío

 

 

Como Vd. ve resta poesía aunque mal escrita, expresa bien el pensar y tristeza de mi alma.

Mi confesor me mandó que le pidiese a Dios que me llevara por camino ordinario y así lo hice. El tiempo pasaba, yo continuaba lo mismo, mejor dicho, lo extraordinario iba aumentando Yo seguía con la misma petición y la idea del Convento mientras tanto flotaba en mi mente, como le decía a Vd, en la “Historia de la Adoración”; pues esto que le digo ocurría poco más o menos en el tiempo comprendido entre el año 1906 y 1908.

CONSULTA Y PENA: Por aquel tiempo vino a Huelva a hacer ejercicios espirituales un Padre de la Compañía de Jesús.  Mi director me mandó a consultar con él mi espíritu. Apenas expliqué al Padre algo de lo que me ocurría, esto es, las ansias que tenía de estar siempre alabando, amando y adorando a Dios, me dijo: “Hija, ese es Espíritu de Dios”. Pero al preguntarme por mi estado y saber que era casada, me dijo que era imaginación.

Así que me retiré del confesionario desconsolada; así se lo manifesté a mi director. ¡Qué pena!.  Dios no era el que me hablaba, eran cosas de mi imaginación.  Del convento no le hablé porque esta contestación me desconcertó.  Verdaderamente que a cualquier persona le hubiera sucedido lo mismo;  ¡ que una casada quisiera fundar un convento ¡  ¡una orden nueva¡ pero qué quiere Vd, yo lo veía claro y posible.  ¿Qué era lo que yo?  Pues que Jesús Sacramentado estuviera acompañado constantemente por religiosas que no tuvieran otra obligación que adorarle en este suelo, en el Sagrario, como le adoran los Ángeles en el Cielo. ¿pues qué? No podía encender yo una lámpara a Jesús Sacramentado y marcharme dejándole la lámpara encendida?  ¿no podría yo llevarle un ramo de bellas y olorosas flores y dejarlas junto al Tabernáculo, perfumando el Sagrario con sus delicados y exquisitos aromas, con sus fragantes y suaves perfumes, y marcharme?.  Pues bien, eso quería yo, llevarle un ramo de flores humanas, de almas enamoradas que le adorasen sin cesar, de almas que le amasen con locura; un ramillete de corazones, que embalsamasen el Sagrario con el perfume de sus virtudes, con el incienso de su amor a Jesús Sacramentado. ¿era esto imposible?. Pena para mí y pesar para mí que no era digna de quedarme con ellas en el Sagrario, que no era flor olorosa que pudiera perfumar el Tabernáculo.  ¿Qué importaba para esto que yo fuera casada?. Sin embargo, la vocación religiosa se iba despertando en mi alma, ¿acaso no podía amar a Dios con todo mi corazón, aún cuando fuera casada?. ¿Que no podía ir al convento?, bueno, pues mi casa sería el convento, haciendo en ella, en cuanto de mí dependiera, la vida más perfecta que pudiese. Sí; yo amaría a Jesús Sacramentado desde mi humilde hogar con todo el amor divino que ha probado y bebido la hiel de amargura de verse lejos de Dios, separada de Él por el pecado, y ha gustado la dulzura de sus divinos consuelos, de sus celestiales hechizos..

Cuanto más avanzaba por este camino, más trataba de cumplir con mis deberes de casada, como me lo había ordenado mi confesor. Mas no por esto dejaba yo mis devociones y penitencias, pues a principio del año 1909, conseguí que mi director me dejase hacer una bien pequeña por cierto.  Breve tiempo duró ésta, pues al cabo de algunos días tuve, por orden de mi director que suspenderla. Poco después de esto se marchó mi director. Mi desconsuelo fué grande; ¡Me guiaba tan bien! ¡Me entendía tan bien!.  Entonces fui a confesar con el arcipreste a la sazón de Huelva, hoy Obispo de Málaga.

HIJO: Poco después tuve que ausentarme algo de la Iglesia; mis deberes de madre me retenían en mi hogar. El 3 de diciembre de aquel año me dio a mi hijo, que hoy cuenta gracias a Dios, 15 años, como le decía en una de mis cartas, pues hasta diciembre del corriente año no cumple los 16. Cuando mi hijo fue mayorcito, reanudé mis devociones, y cuando ya podía me lo llevaba a la Iglesia, siendo un Ángel que Dios me ha dado para mi compañía y consuelo. En este tiempo fue cuando entregué al Arcipreste la lista de las socias de la Adoración, pues mientras yo atendía a mis deberes maternales, el Sr. Arcipreste había fundado las Marías.  Ya le decía yo a Vd. creo en una de mis cartas, que con esto calmaron ,is ansias de fundar, pues creí que las Marías darían a Nuestro adorado Jesús en el Santísimo Sacramento el culto que Él me había dicho que quería le diesen.

MUERE SU MARIDO :  Creo que poco después de esto, un día se me apareció una cruz negra y algo grande, es decir no muy pequeña, que si no era madero tampoco era crucifijo, y noté o entendí que Dios me invitaba a que me abrazase a ella.  Comprendí que en aquella Cruz se me ofrecían sufrimientos desconocidos que me esperaban en el porvenir, pero creyendo hacer la voluntad de Dios, me abracé con ella. Después lo consulté con mi confesor, quien me dijo, que puesto que me había abrazado con ella, que llevara con paciencia lo que viniere.  Poco después de esto enfermó mi esposo (q.e.G.e.) y el 10 de agosto de 1915 dejó de existir, precisamente en el tiempo en que yo me dedicaba a entronizar el Sagrado Corazón en los hogares y días después de haber ido a Trigueros (Huelva) como 1ª María  a visitar el Sagrario de este pueblo, acompañada de dos Marías más, siendo para mí el 25 de julio un día de dulce y grato recuerdo por los consuelos que sentí en mi alma al buscar la gloria de nuestro adorado Jesús y por el éxito obtenido en esta visita.

SE HACE MAESTRA:  Muerto mi esposo (q.e.G.e.) se acabó para mí el tiempo que dedicaba a estas obras piadosas, pues no dejándome nada para vivir, tuve necesidad de trabajar para mantener a mi hijo y ayudar a mantener a mis padres. Entonces terminé la carrera de maestra después de muchos trabajos y fatigas, pero, en medio de mis calamidades, no dejaba de visitar el Sagrario siempre que podía, y frecuentar los sacramentos. Entonces fue cuando, al marcharse el Sr. Obispo de Málaga, quedé sin Director y poco después fue cuando elegí por director al P. Enrique.

LA VIRGEN LE MUESTRA EL HÁBITO:  Allá por el año 1907, o quizás el 1908, una noche se me apareció en la habitación donde yo estaba una como marca, hornacina y dentro de este arco o camarín una monja o religiosa.  Despedía suave y bella claridad que iluminaba la parte que ocupaba el arco, pudiendo verla perfectamente como si fuera de día en medio de la oscuridad de mi habitación. No le vi la cara a la religiosa, pues, se me presentó de modo que yo veía solamente su lado derecho. Llevaba manto negro como la Virgen de la Soledad y por debajo del manto dejaba ver como seis centímetros de la túnica o vestido que era blanco.  De esa manera que yo entiendo esas cosas entendí si no se me dijo, que aquel era el hábito de la Adoración.  Esto se lo referí a una amiga y me dijo ella que sería la Santísima Virgen; después he pensado que sí, pues parecía ella. Ya ve Vd. que no ha sido elección mía el Hábito, que ha sido mandato o voluntad de Dios: yo así lo he entendido.

Durante el tiempo que transcurrió antes de la muerte de mi esposo (q.e.G.e.) hasta 1916 o 1917 y quizás hasta el 18, mi vida fue más ordinaria, es decir, no me ocurrían en aquel tiempo que digo cosas extraordinarias y un día me dijo nuestro adorado Jesús:

“Ya no te llevaré más por camino ordinario”, yo entendí que me llevaría por el extraordinario. Me parece que fue en el 1911.  Un día toda anegada en lágrimas me consagré a Jesús Sacramentado como esclava suya, y entonces nuestro adorado Jesús me dijo:

“Hija mía, 37 años he estado sufriendo tus pecados, tus desprecios, tu olvido, esperando solamente este día”   Como se derrite la cera al calor del fuego, así se derritía mi alma de amor y de gratitud, de agradecimiento al dulcísimo Jesús que tanto me había sufrido, que tanto me había esperado.

Ya ve Vd. que mi vida no tiene de particular; algunas cosas más pudiera decirle de visiones, etc., que cuando pueda se las diré si Vd. quiere saberlas; pero lo esencial para que Vd. una idea de mi vida interior va puesto en estos mal escritos renglones. Dispense si algo va mal escrito, pues no tengo tiempo de volverlo a escribir.  Como quiero que Vd. antes de continuar en la “Obra de la Adoración” me conozca lo mejor que pueda, me he apresurado, en cuanto he podido, a escribirla para enviársela, si fuera posible antes de mi entrevista con el Rdmo. Padre Vicario General.  Creo que probablemente la recibirá Vd. antes si Dios quiere.  Cuando con Vd. si Vd. quiere, podré hacer confesión general, si lo desea.  ¿Qué más puedo hacer?

Ahora bien, mi vida actual ¿cómo es?.  De lo expuesto se deduce; pero cuando pueda se lo escribiré y le daré algunos detalles más que por no tardarme más en enviársela ahora omito.

Supongo que cuando Vd. lea estos mal escritos renglones, formará de mí otro concepto, distinto del que ahora tiene y me considerará indigna e incapaz de llevar a cabo una obra como ésta.  Si así es, le suplico por el amor que profesa a nuestro adorado Jesús, que ruegue Vd. mucho por mí para que en todo haga ya la voluntad de Dios que es el único deseo y anhelo de mi alma, y siendo como parece voluntad de Dios que se funde ls Institución de religiosas de la Adoración, Él me dará lo que me falta, para tener el consuelo de verla realizada.

 

Ager  27  de  Octubre  1925

La copia está firmada por

José Llés,  Pbro.  Arcipreste

DOCTRINA, NECESIDAD Y ORIGEN

 

Gijón 30 de marzo de 1933

Sr. D, Laurentino García. Pbr.

ROMA.

Muy estimado en el Corazón E. de Jesús: Recibo su atenta del 19 del corriente en el que me manifiesta deseos por parte del Sr. Rector de ese colegio y de Vd. de tener alguna noticia fidedigna de Dª. Juana Carou, protagonista de la obra de la Adoración R. P. y U. del Ssmo. Sacramento, con su origen y algún dato del proceso de esta obra salvadora. De los escritos, cuyos originales están en mi poder, hasta que no diga una palabra el Director de esa alma privilegiada, superior de los PP. Agustinos, actualmente en Puerto Rico, y dé su aprobación el Sr. Obispo de Oviedo, bajo cuya autoridad y tutela está todo lo que tiene relación con la Adoración, no puede hacerse uso, ni escribir la interesante biografía de Dª Juana, para lo cual se van reuniendo todos los materiales dispersos.

No quiero, sin embargo, defraudar del todo sus legítimos deseos; para ello voy a sintetizar el proceso de la Adoración y de la Mandaderilla, como ella misma se llamaba por modestia.

Nació en Huelva el año 1874, y murió allí mismo, después de haberse ofrecido víctima para la salvación de España, el día 5 de enero de este mismo año: faltábanla unos meses para cumplir los 59 años.

Se sintió herida mortalmente ante Jesús Sacramentado, solemnamente expuesto en la iglesia parroquial de la Concepción el día 2; los médicos que la visitaron tuvieron que proceder a la terrible operación por hernia estrangulada, arrancándole trozos de entrañas, y asombrándose cómo pudo haber vivido tantos años con tanto trabajo, dicha señora con tan terrible hernia.

Bajo la presión de horribles dolores vivió hasta las 4:30 del día 5 de enero en que cesaron; Llamó a su cuñada y a un alma confidente de algunos secretos de la Obra, y a su hijo, pues era viuda desde 1916; les dio algunos encargos sobre su hijo, para que cuando estuviere en el Cielo, la Obra se propagaría rápida y prodigiosamente; que el Señor había aceptado la oblación de su vida para acelerar la salvación de España, y entre jaculatorias y locuciones con alguien que los circunstantes no veían, levantó los ojos, se santiguó perfectamente, y pronunciando las significativas palabras del Cantar de los Cantares: “Ya voy Jesús mío, Esposo mío, ya voy”, y espiró como una candela cuando se apaga, con los ojos clavados en dirección al Sagrario de San Pedro, y cabe fuera el mismo sitio en que con fecha 6 de marzo de 1906, tuvo la primera aparición del Corazón E. de Jesús diciéndola: “quiero que me den culto en el Ssmo. Sacramento”.

Es largo el proceso de la obra, como todas las obras de Dios, los caminos escabrosos, dificultades a montones, humanamente insuperables. Algo le diré para que pueda darse alguna idea de todo, pues ella providencialmente enlazó conmigo el año 1924 en una crisis mía espiritual espantosa al tratar de ingresar en el noviciado de San Francisco de Borja de Gandía, que no se llevó a cabo porque otros eranlos designios de Dios sobre mi pobre persona.

Para mayor claridad, procederemos con orden y por partes.

DOCTRINA DE LA ADORACIÓN REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL DEL SSMO. SACRAMENTO

Está sabiamente recogida y desarrollada en el librito “Meditaciones Eucarísticas y Novena de la Adoración”, maravillosamente escrito por el Se. Obispo de Oviedo para la obra de la Adoración. Agotada en poco tiempo la primera edición, prepara la segunda ampliada y mejor presentada. Ese librito enseña con piadosa y teológica precisión el espíritu de la Obra. También el contenido de la HOJA de la GRAN OBRA Y Reglamento que adjunto, avivarán sus ideas eucarísticas, fruto de sus estudios teológicos y místicos sobre todo de sus virtudes sacerdotales. La revista de Tortosa “La Reparación”, quizá la más bella y económica de las eucarísticas, desde mayo de 1932 dedica una extensa sección a estudiar preparar y orientar esta Obra.

NECESIDAD DE LA OBRA

La resumía la protagonista a los eclesiásticos, especialmente, Monseñor Solé, Asesor que fue de la Nunciatura de Madrid y alumno aventajado de ese Colegio Español de San José, que examinaron directamente en espíritu y escritos, en el siguiente dilema: “O Jesús está presente en la Eucarístía o no está”. Si Jesús no está realmente en la Eucacaristía, sobra toda la Jerarquía eclesiástica, no es verdad nuestra Religión; si está donde se vé la compañía de los católicos a Jesús Sacramentado….? Yo veo muchos, infinidad de Sagrarios más solitarios que los más abandonados cementerios…. Llenarlos de lámparas vivas continuamente, de día y de noche hasta el fin de los tiempos y en todos los Sagrarios del mundo y siendo fervorosos adoradores todos los hombres, ahí tiene la síntesis de esta piadosa Obra, que pide urgentemente el Señor para que sirva de pararrayos al justísimo castigo decretado por el Padre Celestial a la humanidad por sus pecados, por el olvido e ingratitud de los hombres hacia su Hijo Divino Sacramentado, Cristo Jesús; y a la vez remedio eficaz del lamentable estado religioso de la actual sociedad, ya que no ataca a este o aquel dogma, sino al Señor del Dogma, a nuestro Adorado Salvador. Pío XI en su Encíclica “Charitate Christi compulsi” también proponía este remedio a los actuales males: “Corran, decía, los hijos de la Iglesia a adorar a Jesús bajo el velo del Sacramento”, y el 53 de junio de 1932, recordando su citada Encíclica al Congreso de Dublín, concedía diez años de indulgencia por cada visita al Santísimo, y plenaria cada semana, comulgando, si durante ella hubieran hecho la visita rezando seis Pater, Ave y Gloria. Antes había concedido indulgencia plenarai al Rosario y Oficio Divino rezados ante el Santísimo Sacramento.

ORIGEN DE LA OBRA

La pedía el Señor con insistencia, únicamente por nuestro bien, desde 1906 a su sierva predilecta, Juana Carou, en varias manifestaciones extraordinarias. Las “Ansias de un Arcipreste”, articulito publicado en el “Granito de Arena” de Málaga, en momentos de crisis a que aludo antes, ansias devoradoras, pero que se referían solamente a la parte nocturna de la obra por creer equivocadamente que Jesús Sacramentado estaba suficientemente atendido de día, fueron el nexo providencial de ella conmigo, se cruzaron cartas, muchas cartas, reveladoras del celo de los dos para proporcionar al Divino Solitario lo que evidentemente no le dan ni los Institutos Religiosos ni las Marías ni los Juanes, ni los jueves eucarísticos, son y esta es su gloria, la Aurora de la Adoración, del triunfo Eucarístico de Jesús, a saber, compañía amorosa, peremne , universal por medio de un Instituto Religioso de mujeres, dedicado a este fin con segunda y tercera orden para seglares, procurasen a Jesús Sacramentado esa Compañía, mas los otros fines peculiares de la obra.

Por manifestaciones verbales de esa privilegiada criatura,  me consta espacio de diez años ayunando a pan y agua, a esa admirable mujer, a fin de que Jesús la encontrará digna de confiarle esta obra de salvación. El original de la adjunta copia de la famosa visión que tuvo en la capilla del B. Consejo de Madrid (Catedral) autógrafo que yo le obligué a escribir, se lo llevó en el pecho al sepulcro el no menos santo P. José María Rubio S.J. (se lo regalo para su edificación, no para que lo publique, ni haga uso indiscreto de él, que aunque no es dogma de fé, como no lo son las revelaciones de otros santos, no se sigue ningún daño en admitirlo. “Secretum Dei intentos debet nos facere non adversos”. Con ello no se trata de anticipar los juicios de la Iglesia, nada de esto, que en su día dará su fallo definitivo, porque a juzgar por los singulares favores que disponen a los que se encomiendan a ella, parecen ser signos de que su sepulcro será glorioso más adelante en íntima relación con el próximo y venturoso resurgir de nuestra querida España.

La aprobación por parte de la Santa Sede con caracteres extraordinarios del Instituto de Religiosos y de los fines  de la Orden, nos lleva a la conclusión de que “Digitus Dei est hic”, es decir con la fundadora y la obra.

Los protagonistas después de año y medio de interesante y no interrumpida correspondencia, muy bien depurada por sacerdotes expertos, se vieron y conocieron en Madrid, entrevistándose  repetidamente con esos sacerdotes, con otros piadosos varones y señores.. Allí quedó entonces planeada la fundación de la obra en toda su magnitud, terminando en 1926 lo que pudiéramos llamar su período de preparación. Algún día se escribirán  y publicarán para edificación y admiración de los católicos los prodigios que aquellos días hizo el Señor. Serán celebérrimas las apariciones durante el viaje de la Mandaderilla desde Sevilla hasta la estación de Atocha, en el convento de las Magdalenas, en el cerro de los ángeles, Nuestra Señora del B. Consejo y las de San Francisco el Grande.

El asunto de la fundación del Instituto religioso iba muy bien, pero la muerte de los más sólidos puntales, según los juicios humanos, el P. Rubio S.J. y Mr. Solé, desbarató todo el plan: así se vería más claramente que esta era una obra de Dios. También habían fracasado los intentos de retener a los protagonistas en Madrid. Creían así con su presencia asegurar el éxito de la obra. Ms. Solé presintiendo su próxima muerte, dijo al que suscribe que el Sr. Obispo de Oviedo publicaría una pastoral importante sobre la Eucaristía y que entonces se levantaría la obra. Ya recordará el Mr. Solé fue preconizado Obispo auxiliar de Madrid, obligándole a renunciar la Mitra la grave enfermedad que le llevó al sepulcro, convenciéndose antes de su anterior viaje a Roma no ser el llamado por Dios para amparar la obra, sino su amigo  el Excmo. Sr. D. Juan Bª Luis Pérez. Llevó a Roma entre otros asuntos, el de la aprobación del Instituto Religioso de la Adoración R. P. y U. que confiaba obtener de su amistad con el cardenal Vico. Mas el día señalado para entrevistarse con él y dar quizá el paso definitivo de la aprobación del Instituto, dicho Sr. Cardenal, amigo suyo íntimo y Prefecto de la Sgda. Congregación de Religiosos, enfermó gravísimamente perdiendo, desde el primer momento de su enfermedad, el concimiento. Eran otros a todas luces los caminos de Dios.

Muerto Mr. Solé pasaba el tiempo sin amanecer  con la natural amargura por la dilación de esta obra Salvadora que con urgencia pedía Jesús. “Date prisa insistía a su sierva apareciéndosele un día con la Cruz sobre sus hombros Divinos, como en otra ocasión lo hiciera bajo la figura de Ecce-Homo, simbolizando por la multitud de las espinas de la corona la monstruosa ingratitud de los católicos que en gran número abandonan el Sagrario. Sintiose estimulado a buscarle adoradores que con su compañía y fidelidad y amor, hicieran desaparecer las espinas de la Sagrada Zabeza, y ¡Oh prodigio! El mismo día que cerquita de San Francisco el Grande, en la parroquial de San Andrés Apóstol, inaguramos con función solemne una sección de la obra con 273 adoradores, sermón que yo mismo prediqué e imposición de insignias, se le reprodujo la misma aparición viendo con asombro que» se desprendía de la Cabeza Coronada de Jesús 273 espinitas, cayendo a sus pies y diciéndola: “por cada adorador que me traéis a la prisión solitaria de mi amor, me quitáis una espina de mi cabeza”. Ejemplo con la palabra y con la pluma  el Apostolado de la obra salvadora, obra predilecta de su Corazón eucarístico , como la dijo otra visión famosa. Como ante el mismo Sagrario de dicho templo tuvo lugar al día siguiente 6 de mayo de 1930, aniversario de la primera aparición en Huelva, otra fineza no menos importante el corazón me traiciona y no puedo resistirme a narrársela tal como ella me la explicó: “estaba yo, dijo, muy intigrada y dudando acerca del cumplimiento de todo cuanto se me había dado a enteder en varias visiones referentes al Reinado real, efectivo del corazón de Ntro. Adorado Jesús, (así lo llamaba siempre) mediante el culto peremne y universal de las Lámparas vivientes, conscientes, de tantos millones de socios adoradores como son menester para hacer compañía en tantos miles de Sagrarios: la dificultad fue agigantándose al darme cuenta de los sacrificios que suponen al alimentar con aceite las pobrecitas lámparas materiales, único signo que su Real Presencia puede darle la Iglesia en su mansión solitaria de tantos Tabernáculos, y muchas veces, hartas veces, por desgracia, apagadas, cuando he aquí que nuestro adorado Jesús me habla y consuela desde aquel Sagrario diciéndome: “A ti te parece imposible poblar mis Sagrarios de tan crecido número de lámparas vivientes que en todo el mundo se apresten a darme compañía, amor, alabanza y honor como una rigurosa y justa correspondencia al infinito amor que tengo Yo a los hombres, permaneciendo noche y día en los Sagrarios. Yo soy quien ha criado los olivos que producen el aceite para alimentar las lámparas; yo soy quien ha sacado de la nada a tantas almas como pueblen el universo. ¿ piensas tú que mi brazo omnipotente está atado para creare esos millones de lámparas corrientes?  Para tu satisfacción y consuelo que ha llegado la hora, que a ti te parece un sueño de crear esos millones de almas que me adorarán en espíritu y en verdad: mi Divino Corazón que ya sabes arde en ansias de amor hacia mis queridos hermanos , los hombres con qué cariño y suavidad me decía Dª. Juana,, pronuncian los labios de Nuestro adorado Jesús ; (qué Jesús, siempre el mismo, lo de Santa Margarita, el amor infinito incomprensible, el amor que no es amado..), me lo pide y mi poder omnipotente lo cumplirá. Y para que no desfallezcamos, para alentarnos, con su Mano Divina, hace una Cruz bendiciendo a su predilecta  sierva, otra para su querido Arcipreste, y otra para cuantos le ayudaban en la obra. Es la primera vez que escribo esas finezas para mis hermanos los sacerdotes, y para los que pronto lo serán. Al recordarlo se conmueve todo mi interior y los ojos se nublan derramando abundantes lágrimas…. Aquí lo de Dª. Juana en parecidos casos ¡ah!. No se lo que me digo, ya estoy loca de amor. Si supieran los sacerdotes cuánto les quiere Jesús, con qué amor preferente los quiere qué es lo que pierden al no fiarse de Él, al no contar con Él siempre en la Santa Misa, en el púlpito, en el confesionario, en todas sus ocupaciones, en no dar lugar de preferencia en sus conversaciones, sermones, pláticas, hablando siempre de la Santísima Eucaristía, pero siempre, aún tratando otros temas dejándose caer al final en el Amor de los Amores. Perdone el desahogo, que no puedo más, llevado del cariño, que profeso a mis compañeros sacerdotes.

El nexo canónico de esta obra, es una humilde Comunidad de Religiosas Jerónimas que a fines de noviembre de 1925 llegaron a España desde Tacubaya (Méjico) y vinieron a parar a Gijón, las cuales mediante nuevas constituciones (para cuya redacción, lo mismo que para el reglamento de seglares, pues estoy en posesión de todo el pensamiento de la fundadora, me llamó el Sr Obispo de Oviedo A Gijón) aprobadas por Rescripto de la S. Congregación de Religiosas de la salvadora obra de la Adoración. Estando ella y yo hablando en conferencia familiar a unas 50 personas  en el gran locutorio de las RR. Magdalenas a ella se le apareció encima mismo de una imagen de San Jerónimo .que allí está en su vitrina, el Santísimo Sacramento, como significándola que la obra en su último grado se injertaría en un árbol Jeronomiano. Así parece indicarle la visión posterior que tuvo en 1930 al decirle arrodillada al Sr. Obispo de Oviedo delante de un selecto grupo de almas adoradoras de Madrid, que ella había ofrecido al zeñó – era andaluza –un jarro de flores; Él aceptó las flores, las religiosas – era el jarro, que como no hacía falta, se retiraba.

Un sacerdote verdaderamente apostólico, con el que suscribe, tutelados por el Sr. Obispo de Oviedo y con cartas de recomendación del mismo para los respectivos Prelados, visitaron en noviembre de 1931 en viaje de cruzada eucarística, Vitoria, Pamplona, San Sebastián, Bilbao, Santander y antes y después Madrid, Barcelona, Huesca, Barbastro y Zaragoza. El resultado se aprecia en el maravilloso desarrollo del Instituto Religioso y de la obra de la adoración para seglares singularmente.

Terminada la excursión eucarística, ante la necesidad de hacer más extenso e intenso conocimiento de la obra y de atender a las peticiones de material de propaganda, se imprimió el nuevo reglamento para seglares que integran la segunda y tercera orden o grado, mejor dicho, esta vez con aprobación del Sr. Obispo de Vitoria, por haberse impreso en el Montepío Diocesano de la Capital del Obispado. Se imprimieron 5.000 reglamentos y 40.000 hojas de propaganda distribuidas con verdadera avaricia, como parecen cumplirse los repetidos presagios de almas santas, algunas de ellas murieron, de que el actual sería el triunfo eucarístico de Jesús, exteriorizado por una gran efusión fraternal a semejanza de la que tenían los primeros cristianos con admiración de los paganos. Así también lo ha proclamado recientemente el “Observatore Romano” con ocasión del grandioso éxito del Congreso Internacional de Dublín.

Precediendo los males que padecemos de haber apostatado el mundo de Nuestro Señor Jesucristo, si hemos de salvarnos es necesario que volvamos a Él, buscándolo donde siempre está y nos espera, en la Eucaristía, en el Sagrario y que le forcemos a ser guía y Pastor,– Ducem et Pastorem – de esta pobre humanidad.

Jesús no puede, no quiere ya retener tanta gracia de bendición y felicidad de que tan necesitados están sus hermanos los hombres, represados, por negligencia nuestra en sus divinas manos desde hace 15 siglos, cuando se enfrió en la  tierra la piedad eucarística, según puede comprobarse por la Historia Eclesiástica.

Satanás en su odio a Cristo, cercó entonces de hielo el Sagrario, hielo que se va derritiendo hasta convertirse por la gracia de Dios en hogueras de amor vivo que abrasará al mundo en amor a Jesús Sacramentado, tal como la gratitud, justicia e interés personal nuestro reclamen…. Pero ha de ser muy pronto, porque el mundo se hunde y solo Dios puede salvarle y lo salvará si le hacemos dulce violencia ante el Sagrario con muestro amor y compañía, que es sencillamente lo que pretende la obra de la Adoración.

Una manifestación de nuestro adorado Jesús a su sierva predilecta, Juana, en la iglesia de la Magdalena de la calle de Hortaleza de Madrid, permite esperar en el futuro Romano Pontífice al papa de la Adoración que extenderá el espíritu de la obra por todo el mundo. Me la reveló a mí a raíz de la natural observación que en la interesante conferencia, habida entre los dos colosos, uno en santidad y el otro en ciencia. P. Rubio y Mr. Solé, de la que yo soy testigo único, hicieron de que tardaría cien años en llegar a su total desarrollo la Adoración que el Señor me ha dado a conocer ¡hermoso es!, el cual la mandará Urbi et Orbi, y a los Institutos religiosos sin excepción se la impondrá en sus sagrarios como un cuarto o quinto voto, añadido a sus constituciones o reglas. Aún sobre comunión  sin esa manifestación tan consoladora, Cadencia de la mentada resolución pontificia, partiendo de la base y consolador progreso de la piedad eucarística desde el decreto del Santo Pío X sobre comunión frecuente acá.

De la concesión y pronta obtención del título de Archicofradía, gracias y privilegios en favor de la Adoración, que solicitó el Sr. Obispo de Oviedo, apoyado por todo el episcopado español en su última Visita ad Limina y que negocia D. Carmelo Blay, de ese benemérito Colegio, a quien escribí hace unos días en nombre del Sr. Obispo urgiendo la concesión, depende que la Obra adquiera un vuelo extraordinario o quede estacionada a nuestras pobres iniciativas personales de simples sacerdotes.

El Emmo. Cardenal Segura, que al conocer esta obra dijo ser ella “desde niño”  el ideal de su vida para la salvación del mundo, calificándola de Celestial divina y propagándola no solo en su archidiócesis, sino donde quiera la llevaba sus deberes y celo ardiente, no contento con dirigir la última carta que escribió en Toledo para alabarla e indulgenciarla; otra muy alentadora a Dª Juana Carou, cuyo original leí hace poco al recoger la documentación de ella a raíz de su muerte, desde Biarritz (Francia) escribió lo siguiente: “ le quedo muy agradecido por su carta, en que me comunica el estado próspero de la Adoración Perpetua y Universal del Santísimo Sacramento, que ha merecido ya la aprobación Pontificia, y que en su último grado tiene ya casa en Gijón”. Mucho me complace ver así mismo el desarrollo de la Adoración en sus primeros grados en diversas capitales y parroquias donde es más necesaria y a donde creo que deben dirigir principalmente su programa”.

Al cerrar esta larga y latosa carta, me queda la dulce esperanza de coincidir con V. B. en el convencimiento de haber llegado la hora de escuchar y realizar el llamamiento dl P. Bymard, renovado en tercio y quinto por la fundadora de la Adoración: Jesús está ahí en el Sagrario, luego todos a Él. Y apremiado por la frase de S.S. Pío XI: “Corran los hijos de la Iglesia a adorar a Jesús bajo el velo del Sacramento “. Así tenía que ser, pues la Eucaristía bien lo sabemos, es la perla de esta tierra, la única de las almas, la salvación de esta desventurada sociedad.

Le adjunto una reliquia de la Santa, como la llaman en S. Bartolomé de la Torre, a la que fue su maestra desde el año 1920.

Con respetuosos saludos al P. Rector, D. Carmelo y demás Padres, se encomienda muy de veras a sus oo. y ss. Este inútil ministro de Jesús Sacramentado y consocio in C.J.E.

 P.D.

Le incluyo una sublime poesía de Dª. Juana que me ha remitido una dama de Sevilla a quien se la entregó cuando en Agosto último fue a visitarla en S. Bartolomé. Es de lo mejor de la sierva de Dios; otras son más pobres, pero todas son expresión de algún sentimiento de su alma después de alguna fineza del Amado con la amada, sin fijarse mucho en la forma. Guárdenla, no la publiquen, que ya lo hará oportunamente  “Reparación”.

 Vale.

DATOS SOBRE LA SANTA MUERTE DE DOÑA JUANA CAROU

 

(De una carta de D. José a Urrutia)

Gijón, 26 de enero de 1933.

 El día 7, por la noche, llegué a Madrid y regresé a Gijón ayer 25. En Madrid  estuve esperando unos días la prometida venida de Rodrigo, hijo de Dª. Juana, anunciada para el día 18, con los escritos de ésta, y al telefonear Pepita Cordero que Rodrigo había caído enfermo, me decidí a ir a Huelva. Dª. Isabel de la Cova, viuda de Condaris, íntima de Luisa Fariñas, se enteró, y no paró hasta lograr de mí que me detuviera una noche en Sevilla. Pernocté, dije Misa en su oratorio y regresé a Madrid el domingo en el rápido.

Dª. Juana salió por última vez de su casa (en Huelva) el día 2 para hacer la visita al Santísimo Sacramento, de 3 a 4 de la tarde, en la Función Eucarística de las 40 horas. Ante el Señor se sintió herida. Pepita Cordero notó durante esa hora que su rostro estaba encendido, resplandeciente, transfigurado. Esperaron la Bendición solemne del Jubileo circular hasta las 6. Después de las 4, Pepita vio a Dª. Juana Pálida y la invitó a retirarse, rehusándolo ella. Al salir le preguntó:  “Qué tiene Vd,: ¿Se encuentra enferma? Y Dª. Juana – “Siempre se ha de encontrar Vd. en mis cosas. No es nada, hija, es una llamadita de Jesús. Estoy muy contenta; nunca había tenido tanto contento y placer mi alma como en esta visita; si me fuera permitido bailar, lo haría como los seises de Sevilla”. Parte de la noche del 2 y la mañana y tarde del día 3 lo pasó sufriendo horriblemente. Llamóse al médico. Vino, hizo un signo significativo de sorpresa desagradable, recetó diciendo que, si no surtía efecto, no vendría solo, pues tendrían que operarla.—A las 4 llegó, llamando por ella, es Sr. Párroco de la Concepción. D. José Manuel, para confesarla. Rehusaba ir por sus dolores agudos de estómago: “estaba dobladillo”, decía. La confesión duró tres cuartos de hora, quedando admirado de la precisión, orden y claridad con que lo hizo: “¡Qué confesión y qué alma más resignada! ¡Es una Santa!”. Notó con asombro, sin explicárselo hasta que yo hablé con él para informarme, que al empezar la confesión, súbitamente le desapareció el dolor. (Primer Milagro).—No respondiendo las medicinas, los médicos se dispusieron a operarla. Comienza la terrible operación de hernia estrangulada, que duró tres horas – operación de caballo – le cortaron trozos de entrañas.—Creían que los efectos de la anestesia le durarían unas doce horas, mas el Señor, para que su sierva que ante el Santísimo, el día 2 se había ofrecido como víctima por la salvación de España y Él había aceptado, no quedara privada del mérito de sufrir, dispone que en el mismo instante de salir los médicos de la habitación, recobrara el conocimiento, diciendo jaculatorias: “ Como Tú quieras, Jesús mío, como Tú quieras; y haciendo Comuniones espirituales, una tras otra, para suplir la privación del Viático por sus vómitos frecuentes. Así pasó la noche del 3, todo el día 4, hasta el 5 en que momentos antes de expirar, después de recibir la Extremaunción, administrada por el Sr. Párroco de San Pedro de Huelva, de encomendar su hijo Rodrigo a su cuñada viuda, Dª. Amparo de la Torre, hermana del que fue esposo de Doña Juana Carou Rodríguez, para que le hiciera las veces de madre y unos encargos para el Sr. Arcipreste de Ager, levantando la mano derecha, llamó a Amparo diciéndole: “Amparo … ya … ya …”, señalando arriba y sonriendo. Se santiguó y persignó perfectamente, clavó los ojos penetrantes en dirección al Sagrario de San Pedro, a un metro de distancia – solo había un muro de pared por medio – en el mismo sitio y en el mismo lugar y posición en que tuvo la primera revelación de la Obra, 27 años antes. Cruzó las manos, bajó la cabeza, levantó los ojos por última vez hacia arriba, diciendo: “voy . . .  .” y expiró sonriendo, a semejanza de una vela que se apaga, sin estertor alguno, quedando iluminado su rostro, hermoso, radiante . . . .

Murió pasadas las vísperas, en plena fiesta de la Adoración de los Santos Reyes, fiesta de la Adoración por antonomasia, el mismo día que murió otro gran Santo eucarístico, el B. Juan de Rivera.

De no haber alargado las vacaciones 5 días, hubiese muerto en San Bartolomé.

Al entierro acudió todo San Bartolomé en pleno, todo el Ayuntamiento con el Alcalde al frente, entre ellos algunos comunistas, pues nunca tuvo enemigos que a todos trataba por igual, y decían: “Ha muerto la mujer y maestra más sabia y más santa de toda España.”. Y lloraban como criaturas.- A su regreso, los de San Bartolomé, hicieron saqueo en las cosas de su humilde morada, llevándose como reliquias hasta los pucheros rotos y los clavos; solo dejaron tres o cuatro sillas, los libros y la cama de Rodrigo, el jergoncito con el cajón que sirvió siempre de cama a la Santa, la arquilla donde tenía muy bien guardados los papeles, cartas y documentos de la Adoración, que yo me traje a Madrid con ropa de su uso personal para reliquias, que harán grandes milagros, y poca cosa más, porque era pobre a todo serlo, habiendo ordenado que se le hiciera entierro y funeral pobrísimo, y si que no pudo alcanzarlo. (D. José Llés quiso rescatar sobre todo un cuadro de Ntra. Señora del Perpetuo Socorro, desde el que la Santísima Virgen le hablara muchas veces. La sobrina del Sr. Cura, no lo quiso soltar). Todas sus cartas, libros y cuadernos suyos, inéditos algunos, que son una preciosidad, han quedado depositados en manos de Dª. Filomena Peláez de Klett, por encargo de la misma dueña a su hijo Rodrigo y a Pepa Cordero. Se sacará de todo  copia literal, enviando un ejemplar para mí y para el Sr. Obispo de Oviedo, después ella desde el Cielo, dispondrá lo que haya de hacerse, así que cese la anormalidad en que vivimos. (Me dijo D. José, que una vez permitió Jesús a Doña Juana descansar sobre su corazón Divino, como a San Juan).

¿Qué grande será Doña Juana!. ¡ Qué glorioso su sepulcro ¡ Fui a visitarlo; me acompañó D. Carlos Sánchez, Director de las Escuelas del Sdo. Corazón de Jesús, las famosas de antaño. ¡ ojalá no hubiera habido testigos, ni aún los obreros que trabajaban frete a su nicho, el 74 ¡siempre acordaré, porque allí estuviera clavado todo el día, porque la sentí allí mismo; me habló sin verla y yo la contestaba. Entre frio e indiferente, rezamos en este plan el “De profundis” y la oración “Absolve”…

Bajé los ojos, la invité a que bajara del Cielo y allí se presentó. La hice más de veinte encargos, entre otros para los de Bilbao, los más adictos y entusiastas de la Obra; de pronto viene el don de lágrimas, con unos suspiros y llantos más dulces que la miel …. Y Don Carlos, creyendo que me daba un síncope, me cogió del brazo, diciéndole yo que me dejara, que no me ocurría nada de particular en la salud. Admirado el buen D. Carlos, me dijo si la había visto, pues hablaba con ella.- “No, le dije, pero es igual: está ahí presente, me entiende y la entiendo “. En mi vida he llorado tanto y he disfrutado tanto a la vez. ¡con tantas lágrimas como me cuesta la Adoración ¡

Quedamos que en su pueblo natal se levantaría un gran convento de la Adoración; le prometí, si no me dejaba solo y abandonado en la empresa titánica, que sus restos serían trasladados al Convento, y que si Allá hacía uso del privilegio de “ alcanzar todo lo que le pidiera al adorado Jesús “, el traslado de sus restos sería un día magno, histórico en España, coincidiendo con el triunfo de la Obra y la venida allí mismo de los que el Cielo conserva milagrosamente la vida, para resucitar a España a su primitiva  grandes y esplendor antes del verano próximo. Ya es pedir y esperar ¿eh?, pues así será Dios mediante y la Mandaderilla, su sierva predilecta.

Os incluyo una reliquia de la túnica interior de Doña Juana, o de la Madre Juana de la Adoración, como quiere llamarla “Chafarote” de “El Siglo futuro“, por ser la más Santa eucarísticamente, desde el B. Juan de Rivera acá. Si queréis más, decidlo, que os complaceré antes que a otros, pues lo tenéis merecido, aunque será preferible que, servidos vosotros, mis íntimos, los demás esperen a que yo más tarde les sirva personalmente, explotando entre tanto lo que os mando para vuestra devoción y prestándolo en casos de enfermedad y otras necesidades.

 

 A JESÚS SACRAMENTADO

 

Muerta he de estar,¡ amor de mis amores !

Muerta he de estar y en polvo convertida,

Y mis cenizas ¡ vida de mi vida !

Han de cantar tus glorias y loores.

Y de mi ser los átomos perdidos

Vagarán por el ancho firmamento

Y a tu Sagrario volarán rendidos,

A adorarte en tu Augusto Sacramento.

Muerta he de estar, Señor, materia inerte

Será mi corazón, ceniza fría;

Te adorará, Señor, de noche y día:

Y en mi cadáver, en mi cuerpo frio.

Del santo fuego que mi pecho inflama.

Tu podrás contemplar, dulce Amor mío,

La huella que dejó su ardiente llama;

Y hallarás el recuerdo peregrino

Del divinal amor que arden en mi pecho,

En esa huella que tu amor divino

Dejó en mi pobre corazón deshecho.

Muerta he de estar, Señor, y mis despojos,

Mezclados con la tierra de la fosa;

Y las frías cenizas de mis ojos,

Te enviarán mirada cariñosa;

Que de mi cuerpo la ceniza helada,

Doquiera que repose a su manera,

Aunque esté convertida en polvo y nada,

Te adorará, Señor, cuando me muera.

Muerta he de estar, Divino Jesús mío,

Y sin cesar te adoraré, Señor;

De mis restos el polvo helado  frío

Te cantará eternal himno de amor.

Y hasta los fuegos fatuos que mis huesos

Produzcan en el campo funerario,

Serán, ¡Dulce amor mío!, Santos besos

Que mis labios envían al Sagrario.

En su fragancia la silvestre flor

Que nazca donde está mi sepultura,

De mis frías cenizas al calor,

Te llevaré mis cantos de ternura.

Y del aire las alas al tocar

Mis restos fríos, mi ceniza helada,

Al volver tu Sagrario a acariciar,

Te llevará los besos de mi nada.

Y hasta las bellas gotas de rocío

Que besan las corolas de las flores

Que crezcan do reposa el cuerpo mío,

Convertidas en mágicos vapores,

Con las alas del viento confundidas,

Entrarán en tu templo Sacrosanto,

Y a tu Sagrario llegaran rendidas

De mi cadáver el humilde canto.

Alma no tiene, Dueño idolatrado,

El sol fulgente que en el cielo brilla,

Y sin cesar te adora, Dueño amado,

Canta tus glorias y ante ti se humilla.

Alma no tiene la brillante estrella

Que esparce su fulgor en noche oscura,

Y vertiendo en el éter la luz bella,

Canta Señor tu gloria y hermosura.

Alma no tiene la fragante flor

Que ostenta su belleza en el jardín,

Y al exhalar su delicado olor,

Te adora cual ardiente serafín.

Así mis restos en la oscura fosa,

Sin derramar fragancia ni fulgor,

Bajo la fría y olvidada losa,

Te cantarán tu gloria y tu loor.

Y tú, Señor, que ves lo que escondido

Existe para el hombre en este suelo,

Verás mi cuerpo , en polvo convertido,

Que te adora, Señor, como en el cielo.

 

JUANA CAROU

Huelva, Agosto de 1926

 

Doña Juana Carou, fué la iniciadora de la hermosísima Obra de la Adoración Real, Perpetua y Universal al Santísimo Sacramento del Altar. Sus versos transcritos, tan hondamente sentidos, revelan su inmenso amor a la Eucaristía. Ya en ellos se advierte, como un don profético, “ la huella que dejará “ su gran iniciativa de “La Obra de la Adoración Real, Perpetua y Universal al Santísimo Sacramento del altar          “, que va extendiéndose no sólo en España, sino por todos los confines del mundo. En todas las iglesias parroquiales de Bilbao, está ya establecida esta piadosísima práctica, contándose en sus filas crecidos núcleos de fieles, hombres y  mujeres, que velan al Santísimo sin abandonarle un instante. La Obra de la Adoración avanza considerablemente también en Guipúzcoa – Así en Oñate, en Mondragón, en Arechavaleta–.Pueden participar en ella cuantos lo deseen. Pídanse informes en los templos parroquiales.

Doña Juana Carou murió santamente en Enero del presente año, la víspera de la festividad de la Adoración de los Santos Reyes. Su vida fue un bello y conmovedor canto amoroso de la Eucaristía, y en todo momento procuró ampliar y enraizar este culto al Santísimo. Muy pronto será publicada su vida ejemplar y de hermoso fruto para las almas pías.

 

(El verso y esta nota última, están copiados de la Revista “Aránzazu”  Núm. 150 del 15 de noviembre de 1933).

PROCESO BEATIFICACIÓN DOÑA JUANA CAROU RODRÍGUEZ

Carta al Sr. Obispo de Huelva pidiendo el comienzo o apertura  del Proceso de Beatificación de doña Juana Carou Rodríguez -en su fase diocesana-

El Consejo Nacional y algunos Adoradores y simpatizantes de la ARPU, después de una recogida de firmas, estando reunidos en Burgos en el Encuentro Nacional de la ARPU con fecha que se expresa abajo, leída esta carta ante doce personas, se dirige a Ud. confiadamente con el deseo de solicitarle, Sr. Obispo de Huelva, se digne decretar o dar el comienzo o apertura  al Proceso de Beatificación de doña Juana Carou Rodríguez -en su fase diocesana-.

Pensamos que el deseo ardiente de Jesucristo que se comunicó a ella  -un carisma- para el bien de toda la Iglesia y del mundo, lo será también ahora de que su sierva fidelísima en acoger y difundir el carisma particularmente a ella revelado, sea reconocida por la Iglesia en su día, después de casi un siglo de su muerte, acaecida el 5 de enero de 1933 en Huelva. Había nacido también en Huelva el 28 de agosto de 1874…donde desempeñó con dedicación ejemplar su cargo de Maestra nacional.

Creemos que la vida de Doña Juana Carou Rodríguez centrada en la Eucaristía, es un modelo para la Iglesia. Así la presenta su autobiografía manifestada  a Don José Llés  y garantizada por el mismo; su vida de cristiana ejemplar en todos los estados y épocas, niña, joven, casada, viuda; en su profesión de Maestra Nacional, en su vida eucarística primero como «María de los Sagrarios»: adoradora de Jesús Sacramentado en la fundación que hiciera San Manuel González García y luego en el Movimiento surgido con ella (que después, en su momento, se llamaría la ARPU) así se la tiene, se la contempla y estima. Se puede acreditar  por el testimonio de los Cofundadores…Sus mismos escritos eucarísticos (poesías) son testimonio de una experiencia eucarística  muy intensa y mística, sobre todo, en torno a la Presencia permanente, Real, Verdadera y Sustancial de Jesucristo en la Eucaristía en los Sagrarios. Dimensión eucarística que integraba con los demás aspectos del «admirable Sacramento».

Su docilidad en acoger el carisma, sus desvelos y afanes por poner los medios para discernirlo como auténtico carisma, sus deseos para difundirlo en bien de la Iglesia, sus apostolados eucarísticos con las alumnas (cf. testimonios que han dado con motivo del Congreso del año 2003  en Huelva) son evidentes; de hecho en vida logró difundirlo por España y aún fuera de nuestra nación. La correspondencia epistolar con…la acredita como tal.

Los mismos Cofundadores que más la trataron dan testimonio valioso cuando dicen de ella que “era Obra de Dios” (San José María Rubio), que «murió en olor de santidad” (Don Juan Bautista Luis y Pérez).

Creemos que Doña Juan ha correspondido al amor de Cristo y urgida por ese amor ha vivido el motivo paulino «caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14).

 

A la Fundadora principal de la ARPU no le fue ahorrada la cruz en su vida (cf. biografía)

Parece lógico, normal o habitual en la historia de la espiritualidad y de las Fundaciones de Obras eclesiales que, a quien Dios le da un carisma, esa persona elegida, lo viva con perfección y sea modelo (de santificación) para los demás que en la posteridad participen del mismo carisma. Este es nuestro caso, don, gozo y tarea.

La aprobación de esta modalidad y carisma de adoración (su Obra) por la Iglesia  tuvo lugar en Roma el 31 de enero de 1930 por el Papa Pío XI (por la entonces S. Congregación de Ritos). La Causa la presentó el Obispo de Oviedo Don Juan Bautista Luis y Pérez.

Creemos que Doña Juana vivió con anticipación de tiempos las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y en concreto del Vaticano II sobre la Eucaristía  que sitúan el «admirable Sacramento» como “centro”, “raíz”, “fuente” y “cumbre” de la vida del cristiano y de la actividad de la Iglesia (cf. Carta-circular del Consiliario Nacional de septiembre de 2018).

Las dos oraciones para difundir la devoción -privada- a la Fundadora Principal de la ARPU que me he permitido componer para su uso particular y privado entre los adoradores sintetizan de alguna manera lo singular de esta mujer fiel al carisma recibido. Lógicamente es Ud. quien puede discernir y decir si son las adecuadas o acertadas para tal fin.

La adoración como Ud. sabe,  es necesaria en la Iglesia y en el mundo. La finalidad principal de la ARPU es difundir la fe en la Eucaristía y promover la Adoración al Santísimo Sacramento de la cual “hay mucha necesidad en la Iglesia y en el mundo” (San Juan Pablo II a los Obispos sobre el Misterio y el Culto de la Eucaristía, 24-2-1980). Lo hace con la modalidad propia y el carisma que se vislumbra en el tríptico que se acompaña.  Esta invitación, ruego o petición de San Juan Pablo II “no cese nunca nuestra adoración” los recogen nuestros Estatutos y carisma.

 

Tanto más urgente y necesario es trabajar por conseguir los fines y objetivos de la ARPU en nuestra época de lamentable secularización, de pérdida de la veneración «suma» que corresponde tributar en la misma Iglesia al Santísimo Sacramento; por desgracia son evidentes en muchos ámbitos de la misma, la falta de fe en la Presencia sacramental de Jesucristo en los templos, a veces hasta profanaciones de los templos, la pérdida de los signos correspondientes de veneración (estar de rodillas en los momentos rituales como en la consagración de la Misa que en tantos lugares se ha perdido, el hacer genuflexión al pasar delante del Santísimo, las inclinaciones de cabeza o profundas, el debido silencio sagrado, propio del templo católico, etc.).

 

Creemos que si prosperara la Causa de Doña Juana Carou Rodríguez, “mujer eucarística” también, recibiríamos mayor impulso para que la piedad eucarística se renueve en general y más en la ARPU. El hecho de que fue mujer, casada, viuda, profesora, fundadora, 1ª. María de los Sagrarios abandonados con San Manuel González García (en algún tiempo su director espiritual) avala el que merece la pena promover su causa de Beatificación. Se adjunta también un testimonio al respecto.

Lógicamente el proceso diocesano que le pedimos iniciar llevará consigo cuantiosos gastos económicos que nosotros no podemos sufragar pues la ARPU no tiene cuota alguna de sus miembros; lo cual no indica que no podamos ayudar a sufragar en alguna -si bien pequeña y puntual- medida los referidos gastos. Pensamos, por ejemplo, hacer una colecta de los socios y de otros posibles bienhechores que pudieran ayudarnos para tal efecto.

Con estos deseos y sentimientos le pedimos se digne concedernos la finalidad expresada en el comienzo de esta carta: “el comienzo o apertura  del Proceso de Beatificación de doña Juana Carou Rodríguez -en su fase diocesana-“.

 

Agradecemos, Señor Obispo, su necesaria mediación para iniciar una causa que deseamos y esperamos dé mucha gloria a Dios y sea estímulo para que la ARPU siga en nuestros tiempos el camino que inició ella hace más de un siglo: promover la fe en la presencia “por antonomasia” de Jesucristo en el Eucaristía, fomentar la adoración al Santísimo Sacramento, eucaristizar la vida de aquellos a quienes puedan llegar sus apostolados. El carisma recibido por Doña Juana Carou Rodríguez y con fidelidad promovido está reconocido por la Iglesia. Que Dios ponga también ahora su mano sobre sobre ella para que sea reconocida la santidad de la Fundadora principal de la ARPU.

 

Muy agradecidos, reciba un cordial y respetuoso saludo de este Sacerdote y esta Seglar en nombre de los demás miembros del Consejo Nacional de la ARPU y de tantos que han expresado su deseo y súplica en las firmas que se le adjuntan ((se le enviaron cientos de firmas: 896 en concreto). Todos Le estiman y encomiendan al Señor sus intenciones y actividades pastorales.

 

Burgos, trece de julio de 2019, memoria de la Bienaventurada Virgen María en sábado.

Firmado:  José Luis Esteban Vallejo, Pbro.,  Delegada Nacional y por los demás asistentes.

ARPU

HISTORIA DE LA ARPU

 

PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA DE LA ADORACIÓN

PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA DE LA ADORACIÓN

(Copia del Original)

1898

 Allá en el año 1898, si mal no recuerdo, leí yo (1),  que la Virgen Santísima había manifestado a una sierva suya, que si alguna pena pudiera tener ella en el cielo sería la de ver a su Hijo Santísimo tan solo en el Sagrario. Recuerdo perfectamente que al leer esto me conmoví profundamente, llena de compasión, porque la Virgen Santísima pudiera tener aquella pena, y alzando los ojos al Cielo le dije: ¡OH Madre mía!.  ¿Si yo pudiera quitarte esta pena que tú dices que pudieras tener!.  Como Vd. comprenderá, creo que fueron estas palabras, aunque lo esencial es la idea.  Algunas veces volvía esta idea a mi mente y yo repetía a la Virgen Santísima las mismas palabras, y así de fue pasando el tiempo.

Desde niña fui muy devota de la Virgen Santísima; a Ella acudía en todas mis necesidades espirituales y corporales; la amaba con toda mi alma y por eso tenía tanto deseo de quitarle la pena que Ella pudiera tener.  En esta época compuse varias poesías a la Virgen Santísima y algo después compuse treinta y una poesías en honor de la Santísima Virgen María, para obsequiarla en el mes de mayo, y un pequeño tomo dedicado también a la Celestial Señora.

  • 1. Libro “Finezas” por un P. Carmelita.

No recuerdo bien la fecha, pero creo que sería el año 1899  ó  1900.  Desde mi habitación se veía parte de la iglesia o Parroquia de San Pedro de Huelva.  Tenía por costumbre retirarme a mi habitación cuando terminaba las ocupaciones del día y, por regla general, permanecía en ella hasta que me retiraba a descansar.  Pues bien. Una noche, dirigí mis ojos, casualmente, mejor dicho, providencialmente, hacia la iglesia de San Pedro. Sin saber por qué ni cómo, me conmoví profundamente, quizás al ver la oscuridad, silencio y soledad que rodeaba el Templo,  Me acordé de Jesús Sacramentado que estaba en el Sagrario, solo, triste, si puede decirse así, con esa tristeza que causa la ausencia de las personas que amamos. En lo restante de la población, o sea, a mi alrededor, se escuchaban los ecos alegres y el bullicio propio de las grandes poblaciones. La gente iba de un lado a otro movida por ese impulso engañador de la vida, solo los alrededores del Templo permanecían en completa soledad.  Entonces, al contemplar tan solo a nuestro adorado Jesús, brotando del fondo del corazón y de mi alma, como un homno de amor, se escaparon de mis labios estas palabras: “¡ Qué solo estás, Señor! pero yo te acompañaré”.  Desde aquel momento, todos los días hacía lo mismo: acompañar desde mi habitación al Divino Prisionero.  Pasó el tiempo, no recuerdo cuanto, yo seguía con la misma devoción; pero mi alma experimentaba un profundo disgusto, una honda pena e incomprensible amargura cuando tenía que retirarme de aquella habitación para descansar; entonces pensé que mientras descansaba podía seguir acompañándolo y le dije: ¡Oh, señor! Mientras que duermo también te acompañaré”.  Ya sabía Nuestro Adorado Jesús, que aunque yo estuviera durmiendo, en lo que mí dependiera, le estaba acompañando.  Desde aquella noche, que si no fue la primera, fue poco después, me acostaba en espíritu al pie del Sagrario, y allí pensando en Él y acompañándole, me quedaba dulcemente dormida.  Pasó el tiempo, y. un día, me pareció que quizá haría yo mal  en acostarme en espíritu al pie del Sagrario, pensé que quizá sería irreverencia y entonces decidí consultarlo con mi Director. Lo consulté y me dijo mi Director que podía continuar con lo mismo, que no era irreverencia. De día en día mi alma se iba encendiendo en el amor al Santísimo Sacramento.  Siempre que podía volaba a la iglesia. Allí me pasaba el tiempo que me permitían mis ocupaciones. Desde mi casa, como si los muros del Templo no existieran, me pasaba en espíritu al Sagrario a acompañar a nuestro Adorado Jesús; de mi alma se escapaban estrofas amorosas, como himnos de amor ardiente, que yo le enviaba al Divino Prisionero.  Es Sagrario tenía para mí un atractivo grandísimo, irresistible. Ya comprenderá Vd. que para que mi alma estuviese en ese estado constante de incandescencia eucarística, tenía que haber pasado antes por otros estados que en otra le referiré, si Dios quiere, pero ahora me concretaré a lo más preciso a fin de que Vd. pueda tener una idea más exacta de la historia de la adoración.  Comunión diaria, oración casi continua, compañía casi constante al Divino Prisionero, dejando de pensar en Él solamente en esos momentos, en que las atenciones propias de la vida, la distraen a una por la necesidad de la comunicación con nuestros semejantes. Sin embargo, durante mis ocupaciones, mientras estaba trabajando, le cantaba a Nuestro Adorado Jesús, himnos amorosos que le expresaban el afecto de mi corazón.  En este estado estaba mi alma, cuando Nuestro Adorado Jesús me manifestó que quería que le diesen culto en el Santísimo Sacramento.

No recuerdo bien lo que le he escrito a Vd., por esta razón, si repito algo, no le extrañe. Pues bien, ya creo que le conté a Vd. lo ocurrido desde el año 1906, pues, según papeles que he encontrado, fue en este año y no en 1907, como yo le decía, cuando Nuestro Adorado Jesús, me manifestó su deseo de ser adorado de todos los hombres en el Santísimo Sacramento.  Creo que también le he dicho a Vd. que había entregado a mi Director el proyecto del Convento, cediendo a las muchas instancias que me hacía Nuestrs Adorado Jesús para que se lo manifestara a mi Director, y temerosa de que, si no se lo decía, cuando yo muriera me castigase; y creo que también lo dije a Vd. que habiendo sido trasladado por entonces mi Director y no habiéndome éste contestado nada, quedé tranquila, pues ya había hecho cuanto yo creía estaba de mi parte. Debo decir a Vd. que el Director a quien entregué el escrito referente al deseo de fundar el Convento, fue el entonces Arcipreste de Huelva, hoy Obispo de Málaga. (1)

Yo le decía a Vd. en una de mis cartas que había hablado , muy poco con este señor de cosas interiores o nada, pero le entregué algunos escritos y el proyecto del Convento, que me devolvió antes de marcharse. Si mal no recuerdo ocurrió esto en el año 1915                (o en el 1916). Que fue cuando se marchó de Huelva el Ilmo. Sr. Obispo de Málaga.  Cuando se marchó dicho señor, quedé sin Director. Yo rogaba a Nuestro  Señor me deparase el que el que me tenía destinado; por fin, creo que en el año 1916 ó 1917, Dios me deparó el P. Enrique (religioso Agustino).

Durante el tiempo que transcurrió desde el año 1915 hasta 1918, la Obra de la Adoración estuvo parada, es decir, yo creí que no debía pensar en ella, puesto que ya se lo había manifestado a mi Director, como le dije anteriormente. No por eso dejaba yo de acompañar al Divino Prisionero siempre que me lo permitían mis ocupaciones.

  • Manuel González. Murió de obispo de Palencia.

En el año 1918 la idea del Convento volvió otra vez a mi mente y ya se lo decía a algunas amigas, ya buscaba almas que le adorasen y hasta ajusté el terreno para edificar el Convento y una pequeña capilla, confiando en que Dios me enviaría después las religiosas. Por aquel tiempo estaba yo de maestra en Cortegana (Huelva)  y habiendo sido trasladada a Cartaya (Huelva) no pude realizar el plan que me había trazado.  Ya en Cartaya (Septiembre de 1919) comenzó nuestro adorado Jesús,  a instarme para que fundara la Institución que había proyectado.  Se me aparecían legiones de ángeles y, mientras yo adoraba a Nuestro Adorado Jesús, de rodillas. Él me decía que por qué no fundaba, que Él ponía a mi disposición aquellos ángeles y que me pondría legiones de ángeles para que fundara la Institución que Él deseaba.  También la Virgen Santísima me instaba para que fundase, y un día, estando yo al pie del Sagrario, mientras que la Celestial Señora me decía que fundara, le dije poco más o menos, estas palabras:  “¡Madre mía!  ¿cómo queréis que funde si ni siquiera puedo ir a Huelva a consultar con mi Director?”. Entonces la Virgen Santísima me dijo que antes de dos meses iría a Huelva. Efectivamente, de una manera, puede decirse que milagrosa, puesto que se tenía por imposible, y sin yo solicitarlo, fui colocada en Huelva. Volví a Huelva en diciembre de 1919, hablé con mi director, que como he dicho antes era el P. Enrique, y ya recordará Vd. , pues se lo decía en una de mis cartas, que me dio permiso para volver a buscar almas que adorasen a Jesús Sacramentado:

Debo decir a Vd. que en el año 1906, o sea, al principio de la Adoración, Nuestro adorado Jesús, derramaba sobre mi alma dulzuras inefables, fervores para mi hasta entonces desconocidos. Cuando me ocurrían cosas para mí muy extrañas, yo misma no me daba cuenta exacta de lo que me sucedía. Tengo algo escrito de aquella época.  Cundo pueda se lo enviaré, si Dios quiere.

La Adoración espiritual iba aumentando, sin embargo, yo tenía ansias de fundar, yo deseaba hablar del Convento, pero no tenía permiso. Empecé a comunicar al P. Enrique, por su mandato, las visiones y todas esas cosas maravillosas de las que le hablé en una de mis cartas. Por fin, el día 26 de Mayo de 1920, día de Nuestra Señora del Buen Consejo, me dio mi Director permiso para hablar del Convento. Figúrese la alegría que inundaría mi alma. Gracias a Dios, ya podía hablar del Convento, ya podía buscar almas que fueran religiosas.  Entonces se me ofrecieron varias jóvenes para ser religiosas, una de ellas ha profesado en las Adoratrices.

Cuando empecé segunda vez la Adoración espiritual, traté de hacer una Asociación semejante a la del Sagrado Corazón de Jesús, con días de retiro, etc., pero solamente pude conseguir que se dijera una misa en los terceros jueves del mes, que hasta ahora he pagado yo, en la capilla de los RR,PP. Agustinos de Huelva. Ya la idea y noticia del Convento se había extendido por Huelva, algunas personas recordaban que hacía ya muchos años que yo había hablado de aquello mismo. La Señora del Presidente de la Audiencia de Huelva, se había enterado por una amiga mía que yo quería fundar; me lo preguntó varias veces, yo le expuse mi plan, pero sabedora de algo extraordinario, intentaba que yo se lo dijera, para si era cosa buena, ayudarme en la Obra.  Me dijo que le pidiera permiso a mi Director para decírselo todo y mi Director me lo concedió. Poco después de esto fui trasladada a San Bartolomé, no volviendo a ver más a dicha señora, que se marchó durante mi ausencia a Granada. Como yo estaba en Huelva interinamente, estaba esperando su traslado y sentía dejar la Adoración sin una persona que cuidase de ella en Huelva.  Entonces con esa simpleza que tengo, le dije al Señor estando postrada ente el Sagrario: “¡Señor! ¿a quién dejo la Adoración?”.  En aquel momento escuché un nombre. Era el de una conocida mía que había estado en las Reparadoras y por falta de salud había salido. Me fui a mi Director le conté lo ocurrido y le consulté, y mi Director me dio permiso para hablar con aquella señorita. Como le he dicho antes, la conocía, pero no lo bastante para hablarle de este asunto; me presenté en su casa y le expuse el objeto de mi visita.

Díjome esta señorita que ella no iba a poder encargarse de la Adoración, porque tenía muchas ocupaciones y además tenía que consultarlo con su Director.  Yo le dije que no tenía inconveniente, que lo consultase, y que yo volvería a saber la razón. Llegó el día destinado para presentarme de nuevo en su casa y me dijo que lo había consultado con su Director y que éste había dicho que no la entendía, que fuera yo a hablar con él. Conté a mi director lo ocurrido y me dio permiso para hablar con el Director de mi amiga. Sabedora ésta de algunas cosas extraordinarias que me ocurrían, se las comunicó a su Director y este señor, cuando fui a hablar con él, me recibió con cierto aire de extrañeza y severidad. Figúrese Vd. cómo me quedaría. Empezó a preguntarme y concluyó por decirme que estaba muy mal dirigida. Yo noté que aquello era una tormenta, una prueba que Nuestro adorado Jesús permitía, y traté de contestarle dejando ver todo cuanto podía el misterio de .hacerse cargo, le dije una poesía de esas que le he enviado a Vd., que tan claramente expresan mi amor a Jesús Sacramentado, y cuando la oyó, variando de tono, me dijo cariñosamente y con dulzura: ¿“Eso lo ha hecho Vd.: hija mía?  Sin embargo, esto fue una serenidad momentánea, la tormenta avanzaba amenazadora. Por fin, a última hora me dijo que él no le había dicho a mi amiga que fuese yo a hablar con él y que ésta no podía encargarse de la Adoración. Figúrese cómo me retiraría de allí. Claramente me había dicho que yo iba por mal camino, al decirme que no estaba bien dirigida, no habiendo mudado de parecer cuando yo le dije que mi director era el P. Enrique. Debo advertí a Vd. que este padre era también Agustino y fama de buen Director. Pero todavía me esperaba más. Mi amiga volvió a confesar con él, a ver qué le decía a ella después de haber hablado conmigo, y me dijo que le había dicho que yo estaba ilusa y que eran cosas del demonio. Ya Vd. puede calcular el efecto que esto haría en mi alma. Inmediatamente me fui a ver a mi Director y le conté lo ocurrido; entonces me dijo mi Director que él no veía nada, pero que me fuera a confesar con él y que hiciera lo que él me mandara. Volví de nuevo a confesar  con el Director de mi amiga y le dije que le había contado todo lo ocurrido a mi Director y que éste me había mandado confesar con él y que yo estaba dispuesta a hacer lo que él me dijera. Entonces me puso regla para confesarme y yo le di cuenta más detallada de mi conciencia, le di más detalles de mi vida. Volví el día señalado para confesar segunda vez con é y entonces me prohibió todo lo de la Adoración; me dijo que no volviera a hablar con nadie de este asunto y me prohibió que buscase almas que le adorasen a Nuestro adorado Jesús en el Santísimo Sacramento de su amor. Yo le prometí hacer lo que me mandaba y ¡figúrese Vd. cómo estaría mi alma¡  Ya esta vez me dijo que iba bien y mi alma se tranquilizó un poco. También me dijo que él no había dicho que estaba ilusa y que tampoco había dicho que eran cosas del demonio, ni que yo estaba mal dirigida; sin duda mi amiga y yo nos enteramos mal; pero que dejara todo lo de Adoración. Por un lado, mi alma estaba tranquila, pero por otro lado, el quitarme lo de Adoración era quitarme la vida de mi alma. Me conformé, porque así lo quería Dios, pero la amargura rebosaba en mi alma. Mis ojos se llenaron de lágrimas ¿todo estaba perdido ¡.  Yo miraba a Nuestro adorado Jesús oculto en el Tabernáculo, y le presentaba la paz y amargura que había en mi corazón. Obedecía a mi nuevo Director y estaba resuelta a obedecer en todo, con ánimo de continuar con mi Director, a fin de que me conociese bien, pues tenía dulce esperanza de que había de cambiar de opinión, pero no podía arrancar de mi corazón el deso de fundar y buscar almas que adorasen a Nuestro adorado Jesús en Santísimo Sacramento. Además, el mandato de este Director me había producido honda pena;  entonces me arrodillé ante el Sagrario y derramando lágrimas de amargura y dolor, le dije a Nuestro adorado Jesús: “¡Señor!  Me han prohibido que te busque almas que te adoren, pues bien, yo te dejaré aquí mis lágrimas para que te acompañen”. Y regando el suelo del sagrario con ellas, me marché algo más consolada. Sin embargo, yo lloraba día y noche, no podía consolarme y ponía de manifiesto a Nuestro adorado Jesús mi profundo dolor y amargura. En uno de esos dichosos momentos en que me veo cerca de Él, cuando parece que me escucha amorosamente y atiende mis deseos, brillando en su divino rostro la compasión al ver mi pena, entendí que me dijo: “Que pronto pasaría aquello, porque sería trasladado mi Director”. Dulce esperanza penetró en mi alma y yo esperaba que aquello tuviese fin.

Al principio de Mayo de 1921   fue cuando confesé por primera vez con este director y del quince al 20 de Mayo, cuando me prohibió todo lo de la Adoración . Pues bien, el día 24 del mismo mes, noté yo en la Capilla, entre las hijas de confesión de dicho señor, cierto movimiento extraño; pregunté y me dijeron que se marchaba al día siguiente. ¡Figúrese Vd. cómo me quedaría  ¡Cómo me acordaba yo de lo que Nuestro Adorado Jesús me había dicho¡.  Debo decir a Vd. que esto se lo había comunicado yo a mi amiga, por eso, cuando el Padre se marchó, tanto ella como yo nos quedamos asombradas al ver lo que había ocurrido. Sin embargo, no quise dejar de confesar con él y le dije que me aconsejara lo que tenía que hacer. Entonces me aconsejó que fuera con el P. Enrique y que hiciera lo que él me mandara. Después se despidió de mí muy amable. Yo volví al P. Enrique y le conté lo ocurrido. Después le pregunté qué hacía. “lo mismo que antes”, me contestó. Respiré.  ¡Gracias a Dios!  ¡qué losa se me había quitado del alma!.  Aquella misma tarde ingresaron en la Adoración cinco personas.

1921

En Septiembre de 1921, me marché a San Bartolomé. En este pueblo empecé a hablar de la fundación del Convento, sin obtener resultado favorable. Solamente dos señoras me ofrecieron sus hijas para religiosas, pero ¡son todavía tan niñas!. Son alumnas de mi escuela y la mayor tiene 12 años. La señora que ha donado el edificio, también tiene grandes deseos de que su hija sea religiosa de la Adoración, pero también es muy niña. Durante las vacaciones se me han ofrecido en Huelva algunas señoras para ser religiosas, como en algunas de mis cartas le he dicho a Vd. En este estado estaba el asunto de la Adoración cuando mi amiga me envió el “Granito de Arena”, que contenía las “Ansias de un Arcipreste”.

Por la copia fiel del original

El Arcipreste de Ager

JOSÉ LLES

 

COPIA LITERAL DE LA CARTA CORRESPONDIENTE A LA PÁGINA SIGUIENTE DE   LA ÚLTIMA HOJA DE LA HISTORIA DE LA ADORACIÓN  (SEGUNDA PARTE) 

Sr. Arcipreste de Ager.  Huelva, 5-8-1925.  Respetable Padre: –

“ Yo también algunas veces creo que me falta poco para morir de amor por Él, pero como después pasa y, después de todo, ¿qué más pudiéramos apetecer que morir en un acto de amor a Nuestro adorado Jesús en el Santísimo Sacramento de su Amor?. Yo sigo con las mismas ansias de fundar que antes; si me dejaran cruzaría el mundo buscando almas que adorasen a Jesús Sacramentado. Cada vez tengo más valor para hablar con quien sea necesario; ¿le digo a Vd. que estoy loca?. ¡Bendita locura! ¡Ah! Así quisiera yo ver al mundo entero, loco de amor por Jesús Sacramentado. Nuestro adorado Jesús continúa, como siempre, colmándome de favores, que no merezco, y manifestándome el deseo que tiene de ser adorado de todos los hombres en el Santísimo Sacramento del Altar………”

Hay un párrafo largo en el que describe, como ella sabe hacerlo, de mano maestra, la unión del alma completamente enamorada y el abismarse en el seno de la divinidad y diciendo lo del Apóstol: “Ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí”.

Lo expresa y comprueba con estas palabras: “Se parece mi alma a una mariposa que da vueltas alrededor de la luz y hasta que no consigue abrasarse en ella, no deja de revolotear. Sí, Padre, yo doy vueltas alrededor de Nuestro adorado Jesús hasta que, como la mariposa, caigo abrasada de amor dentro de Él mismo. ¿Puede esto ser así? Vd. lo sabrá; yo, por mi parte, sé decirle que, muerta entonces a  todo lo del mundo, disfruto de la eterna vida, disfruto de la gloria inefable de vivir unida a Dios, con el Amor de los amores, con Jesús Sacramentado. Padre, esto es gozar del Cielo en la tierra y, ¿cómo no? Si el mismo que está en el Cielo es el mismo que está en el Santísimo Sacramento……”

El día 3 del actual estaba el Santísimo Sacramento expuesto  y yo le adoraba como siempre, de pronto ví, sin desaparecer la Sagrada Hostia, como si fuera transparente pero permaneciendo igual que se ve naturalmente, como si pudiera transparentarse y ver lo que había en Ella, pareciome que veía detrás de la Sagrada Hostia, a Nuestro adorado Jesús. Estaba sentado, tenía su sagrado pecho abierto y me mostró su Sagrado Corazón abierto también me parecía arder y me dijo, de esa manera tan dulce y clara como Él manifiesta sus deseos, estas palabras: “Hija mía, hija mía mira como arde mi Corazón con las ansias fue  ansias de ser adorado de todos los hombres en el Santísimo Sacramento. yo entendí perfectamente, como siempre, que se refería a la fundación de la Adoración. Ve Vd. cómo Nuestro adorado Jesús continúa  instándome, animándome a fundar cuanto antes la “Institución religiosa de la Adoración Real, Perpetua y Universal al Santísimo Sacramento”.

Muchísimo más pudiera contar a Vd. de estas cosas, pero entonces sería preciso que fuera escribiendo todo lo que me sucede detalladamente, y para ello no tengo tiempo, por eso le digo lo que me sucede detalladamente, y para ello no tengo tiempo, por eso le digo lo que creo más necesario. En otra, si puedo, continuaré algo de esto……. “

DE MÍ COSECHA

Yo, para conseguir gracias especiales, luces y favores extraordinarios, tengo dos días y de estos dos días, dos horas bien señaladas: La Hora Santa del Jueves precedente al primer Viernes de cada mes y la hora que dura la Misa en el Altar del Sagrado Corazón para ala Comunión General Reparadora de mis feligreses, socios del Apostolado de la Oración. Misa que digo yo con egoísmo y no cedo a nadie. En ellas he entendido que en  1906 fue la primera aparición del Sagrado Corazón, casi idéntica a esta del 3 de agosto de 1925; que en aquella se abre el periodo de preparación para la Gran Obra y que en ésta se encierra, porque arriba ha sonado la hora de fundar de una vez la Adoración que coincide precisamente con el pontificado de N.S. que ha de ser glorioso y fecundísimo entre todos los pontificados más gloriosos y fecundos. Amén.

COPIA LITERAL DE LA VISIÓN DE DOÑA JUANA CAROU, EXTRACTADA DE LA CARTA ORIGINAL DE FECHA 24 DE ENERO DE 1926, QUE CON OTROS ESCRITOS AUTÓGRAFOS, GUARDA EL ARCIPRESTE DE AGER.

Hace tres o cuatro noches, poco después de haber vuelto a visitar al Santísimo Sacramento, se me apareció Nuestro Señor Jesucristo, con la Cruz a cuestas. No me dijo nada. Yo no sabía que significaba aquella visión que duró mucho y se me quedó impresa. Después se me volvió a aparecer otra vez, en la misma forma que la vez anterior y, de una manera que yo no puedo explicar, puso en mi memoria o ante mi vista, la Obra de la Adoración, y me dijo: “Date prisa”. Entonces comprendí que Nuestro adorado Jesús, quería que se activara el asunto de la Adoración.

 

COPIA LITERAL DE OTRO ESCRITO DE LA VIDA INTERIOR DE DOÑA JUANA CAROU, RECIBIDO EL 10 DE ENERO DE 1926, CUYO ORIGINAL GUARDA, CON OTROS, EL ARCIPRESTE DE AGER, A QUIEN VAN DIRIGIDOS.

Vea Vd. lo que me ocurrió en Huelva este verano pasado, mientras esperaba el ansiado telefonema o la contestación a mi carta del Rdmo. Padre Vicario General.

Oraba yo ante el Sagrario, en la capilla de los P.P. Agustinos. El Santísimo Sacramento estaba expuesto a la Adoración de los fieles. Yo miraba a la Sagrada Hostia como la miro siempre, esto es, viendo que Nuestro adorado Jesús ve lo que pasa en mi alma, que me ve a mí, entendiendo sus deseos y deseándolos ver realizados. De pronto ví que, entre la imagen de Nuestra Señora de la Consolación y el Santísimo Sacramento, se apareció como bajando del cielo la Santísima Virgen. Primero no ví más que el vestido de la Celestial Señora, que era encantador, sonriente y agraciado y el manto de color verde esmeralda, algo más bajo que el vestido y que sostenían dos ángeles por la parte inferior, o sea, por abajo. La Santísima Virgen, me sonrió cariñosamente sin variar la expresión de dulzura, amabilidad y cariño que expresaba su celestial semblante y me dijo que le agradaba mucho lo que estaba haciendo por la Adoración del Santísimo Sacramento; Que en premio de esto Ella estaría siempre a mi lado y que me acompañaría cuando fuera a Sevilla a ver al Rdmo. Padre Vicario General. El Altar estaba lleno de Ángeles, pero la Santísima Virgen no tenía al Niño Jesús en sus brazos. De repente, como si saliera o hubiera salido, sin yo verlo, de la Sagrada Hostia, vi venir desde el Altar hacia mí al Nilo Jesús. Yo le puse mis brazos como hago algunas veces cuando comulgo, y el Divino Infante, sin descansar sobre ellas, con sus manecitas me acarició la cara y volvió otra vez al Altar. Enseguida volvió a venir otra vez haciendo lo mismo que la vez anterior, volviendo otras vez al Altar.  Y desapareciendo enseguida. La Virgen Santísima y los Ángeles quedaron en el Altar hasta que ocultaron al Santísimo Sacramento, desapareciendo después la Santísima Virgen y los Ángeles, es decir, desapareció la visión, quedando el Altar como siempre, en mi alma la grata impresión recibida, en mi memoria el agradable recuerdo y en mi corazón, la dulce y consoladora esperanza de que la Santísima Virgen fuera conmigo a ver al Rdmo. O. Vicario General de los Franciscanos, para buscar la Adoración de su Santísimo Hijo en el Santísimo Sacramento del Altar.

Durante mi  entrevista con el Rdmo. R. Vicario General, no vi a la Santísima Virgen  y, acordándome después de esta visión y promesa hecha anteriormente, me extrañó; entonces me fue manifestado, comprendí o entendí, que no vi a la Santísima Virgen porque estaba detrás de mí cubriéndome con su manto. De vuelta a San Bartolomé, durante el camino, que estaba intransitable, se me apareció la Celestial señora, cumpliéndome la promesa que me había hecho, dándome a entender, o comprendiendo yo, que aunque yo no la había visto. Ella me había acompañado. También se me apareció el Santísimo Sacramento en la forma en que se me aparece muchas veces. Además el Auto estaba rodeado de Ángeles. ¡Figúrese Vd. como estaría mi alma! Esto que le digo de la visión primera  o promesa de la Santísima Virgen, fue lo que yo le dije a Vd. en una de mis cartas que tenía que decirle.

Una noche estando en oración vi un trozo de Cielo y el sitio tan alto y tan cerca de Nuestro adorado Jesús que tienen destinado los que adoren al Santísimo Sacramento. Nuestro adorado Jesús me dijo: “Este es el sitio que tienen destinado los que me adoren en el Santísimo Sacramento”. Y al pensar yo que había muchas almas que adorasen al Santísimo Sacramento y que aquello que me decía en aquella visión Nuestro adorado Jesús, me parecía una promesa para los de la Adoración o Institución religiosa que nosotros deseamos fundar, y que gracias a Dios, podemos decir que está empezada, entendí que quería decir o significaba:  “Este es el sitio que ocuparán o tendrán como premio, los que te ayuden en la Obra de la Adoración. Y algo después, me dijo: “No miraré los pecados, porque de tal manera les daré mi gracia que no volverán a cometerlos, y si por flaqueza cayesen, se arrepentirán enseguida hasta morir en mi gracia. Esto es una promesa de perseverancia final.

Muchas veces mientras que escribo sus cartas se me aparece el Santísimo Sacramento, y del centro de la Sagrada Hostia sale un haz de rayos de luz celestial, a manera de fofco, que llegan hasta mi pecho, como dándome a entender lo que le agrada, lo que lo complace la Obra de la Adoración. Cuando me sucede esto, le digo: “Dios mío, yo os amo” y sigo escribiendo. También se me aparece muchas veces aunque no está escribiendo, cuando estoy sola, y algunas veces delante de las gentes. No sé si  Vd. quiere o necesita saber algo más de lo que me ocurre y si desea que concluya de escribir o continúe mi vidas interior. Dígamelo para ir escribiéndola y enviársela lo más pronto que pueda.

Debo hacer una declaración respecto a la visión del premio a los que ayuden a la Adoración. Quizá se podrá pensar que entre los que adoran al Santísimo Sacramento y los que ayudan a la Obra de la Adoración hay una notable diferencia, pareciendo más adorar al Santísimo Sacramento solamente, que, adorando al Santísimo Sacramento, ayudar a la Adoración. Yo entiendo que es al contrario, esto es,  que es más adorar al Santísimo Sacramento porque para ayudar a la Adoración se necesitan más gracias, más fervor que para adorar al Santísimo Sacramento Solamente. Es decir, que el que ayuda a la adoración, Desde el momento en que se decide a ayudarla, tiene más gracia que antes que solamente se dedicaba a adorar al Santísimo Sacramento. Para adorar al Santísimo Sacramento se necesitan centellas, fuego de amor divino, y para ayudar a la obra de la Adoración al Santísimo Sacramento se necesita este mismo fuego y además abrasarse en él, estar sumergida en él, consumirse por él. Por eso hay tantos adoradores y tan pocos que se deciden a ayudar a la Obra. Cuanto mayor es el fuego, cuanto mayor es una hoguera, mayor resplandor da, más claridad, más luz esparce a su alrededor, y para entender esta Obra de la Adoración es menester mucha luz, es menester juego para que haya más luz, y este juego solo existe en el alma de aquel que quiere ayudarla, porque ha tenido luz para comprenderla. Por tanto, vea Vd. como es una gracia especial de Dios, el querer ayudar a la Obra de la Adoración al Santísimo Sacramento del Altar, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

  1. la copia literal del autógrafo.

José Llés. Pco. Arcipreste (Rubricado)

(Ager, 10.1.1926)

ORIGENES DE LA ADORACIÓN REAL PERPETUA: 1906-1927

 

  • 1906: En esta fecha surgen las primeras inquietudes en Doña Juana Carou Rodríguez, cuando le manifestó el Señor el deseo de ser adorado por todos los hombres en todos los Sagrarios de la Tierra y el sitio tan alto en el cielo reservado a cuantos le ayudaren en ello y a todos los adoradores.

Entregada a Dios desde su más temprana edad y favorecida de muy singulares gracias por Él, siempre vivió de anhelos irresistibles por la compañía del Señor.

 

  • 5 de abril de 1924: Comienzo de la preparación por Doña Juana y Don José Llés.

 

Doña Juana, era Maria de los Sagrarios desde las primicias de esta fundación.

Las “María de los Sagrarios” fundada y dirigida hasta 1915 por el Rvdo. Don Manuel González, que después y sucesivamente fue obispo de Málaga y Palencia.

 

Un artículo publicado en el órgano de aquellas, -María de los Sagrarios-, la revista “El granito de Arena” del 5 de abril de 1924 titulado: “LAS ANSIAS DE UN ARCIPRESTE QUE SE MUERE DE PENA POR LA SOLEDAD DE LOS SAGRARIOS ABANDONADOS” y firmado por el Arcipreste de Áger (Lérida) Don José Llés Segarra, la puso en conmoción y contacto con este Sr., a quien escribió y repetidas veces para comunicarle sus mismos sentimientos.

 

Tan exactamente reflejados, sus sentimientos, que sus amigas al leerlo, hubieron de decirla: No sabíamos que tenías ese seudónimo, a lo que ella contestaba apurada: -pero si yo no lo he escrito…..”

Si todas las obras Eucarísticas tiene un mismo fin, también cada una tiene su forma específica, la Adoración Real Perpetua y Universal, es fuera de culto colectivo (en sus “velas” semanales) cuando las iglesias están más desiertas que es cuando más precisa de compañía.

La Fundadora soñaba con algo no condicionado a un grupo de cierta formación, sino muy amplio, universal, para allí donde hubiera un Sagrario en todo el mundo, y si fuera posible, que todo feligrés en su parroquia, todo bautizado, remediara ese dolor, por el solo hecho de acudir a su “vela” y dirigido, acaso alguno, llegara enterarse de que el Señor está presente en el Sagrario.

Pero Don José carente de información de quien le escribía, sólo le contesto para averiguar quién era su Director espiritual, y dirigirse a él.

Satisfecho en este sentido, empezó y continuó durante dos años con esta señora, una correspondencia tan espiritualmente ardiente, como inútil, al parecer, ya que se encontraban en un callejón sin salida. Solos, desconocidos de todo el mundo, separados en uno y otro extremo de la península, ¿Cómo podrían llevar a cabo la empresa que ambos tenían en sus mentes y en sus corazones?

La Providencia se encargó de solucionarlo.

Un topógrafo llego un día a Áger, encargado de un trabajo y deseoso de saber como podrían administrarle la comunión fuera del horario de misas incompatible con su ocupación, le indicaron a Don José Llés, quien se ofreció a complacerlo aunque fuera de a las cuatro o cinco de la mañana.

Sorprendido el topógrafo y no menos agradablemente el Sr. Arcipreste del fervor de aquel caballero, se hicieron muy amigos y durante su estancia se reunían y en aquellas charlas llego a participarle –al topógrafo: Sr. Pineda- la preocupación que le embargaba.

El Sr. Pineda que era dirigido por el Rvdo. Padre José Maria Rubio, destacadísimo en Madrid, por su virtud y singulares dotes, propuso al Sr. Arcipreste ponerles en comunicación y este no vio mejor medio que el que le llevara las cartas de Doña Juana que le confió.

-Se las entregaré sin decirle nada, rogándole que las lea y me diga una palabra, agrego el Sr. Pineda. Si a los ocho días al devolvérmelas, no me hace ninguna pregunta, es señal de que todo es ilusión.

Así se hizo y cuando fue a ver al Padre le recibió diciendo: ¿Pero hijo, de donde has sacado este tesoro?

No obstante, después de minucioso examen por parte del Padre Rubio y de otras autoridades competentes, durante mucho tiempo, en que fue favorable el fallo, llamaron a los protagonistas a Madrid donde se vieron por primera vez.

 

 

  • Julio de 1926: Se aprueba en Madrid el carisma del Movimiento y presentación ante el Corazón de Jesus en el Cerro de los Ángeles sellándose el compromiso de consagración como apóstoles de la Eucaristía.

Allí, el Excmo. Sr. D. Juan Bautista Luis y Perez, obispo de Oviedo se comprometió con Monseñor Solé, a dar vía canónica, como obispo, a la Obra Real Perpetua y Universal, inspirada al parecer de la siempre humildísima y obediente Doña Juana Carou y Rodríguez.

 

  • 1 de agosto de 1927: Se celebró una reunión en el locutorio de “Las Magdalenas” en Madrid, donde asistieron unas 70 personas; sacerdotes, hombres y mujeres. Las primeras personas las facilito el Padre Rubio, unas 40 aproximadamente, quien mando a Don José Llés que se pusiera a las órdenes del Señor Obispo de Oviedo y le dijo: “No intente usted hacer nada sin el consejo de este santo y avisado Señor Obispo”. Moderó la reunión Monseñor Solé del Tribunal de la Rota y asesor de la Nunciatura de Madrid. Dicho moderador fue designado Obispo Auxiliar de Madrid.

 

  • 8 de agosto de 1927: Inauguración del Movimiento en Cercedilla, predica Don José María Rubio comenzando con las memorables palabras: “Hoy hay una gran fiesta en el Cielo…” dando lugar esta fecha a la fecha de fundación de la ARPU.

 

Cuando la ocasión se presentaba, el Padre Rubio afirmaba que la Adoración era Obra de Dios y varias veces animó al Arcipreste; poco tiempo antes de morir, y presintiendo que se verían por última vez, le dijo:

-“Ánimo Arcipreste, la Adoración es obra de Dios; siga adelante sin desmayo, tendrá que atravesar todavía montañas de dificultades, pero todas se allanaran. No teman a nada ni a nadie; esta obra se extenderá por todas parte, principalmente en nuestra Patria y será la salvación de España y del mundo”.

 

FECHAS MEMORABLES DE LA ADORACIÓN REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL: 1906-2016

 FECHAS MEMORABLES DE LA ADORACIÓN PERPETUA

 

  • 1906: En esta fecha surgen las primeras inquietudes en Doña Juana Carou Rodríguez, cuando le manifestó el Señor el deseo de ser adorado por todos los hombres en todos los Sagrarios de la Tierra.

Entregada a Dios desde su más temprana edad y favorecida de muy singulares gracias por Él, siempre vivió de anhelos irresistibles por la compañía del Señor.

 

  • 5 de abril de 1924: Comienzo de la preparación por Doña Juana y Don José Llés.

 

Maria de los Sagrarios – “El granito de arena” – San Manuel González – Arcipreste de Áger: José Llés – topógrafo Sr. Pineda – San José Maria Rubio

 

  • Julio de 1926: Se aprueba en Madrid el carisma del Movimiento y presentación ante el Corazón de Jesus en el Cerro de los Ángeles sellándose el compromiso de consagración como apóstoles de la Eucaristía.

Allí, el Excmo. Sr. D. Juan Bautista Luis y Perez, obispo de Oviedo se comprometió con Monseñor Solé, a dar vía canónica, como obispo, a la Obra Real Perpetua y Universal, inspirada al parecer de la siempre humildísima y obediente Doña Juana Carou y Rodríguez.

 

  • 1 de agosto de 1927: Se celebró una reunión en el locutorio de “Las Magdalenas” en Madrid, donde asistieron unas 70 personas; sacerdotes, hombres y mujeres. Las primeras personas las facilito el Padre Rubio, unas 40 aproximadamente, quien mando a Don José Llés que se pusiera a las órdenes del Señor Obispo de Oviedo y le dijo: “No intente usted hacer nada sin el consejo de este santo y avisado Señor Obispo”. Moderó la reunión Monseñor Solé del Tribunal de la Rota y asesor de la Nunciatura de Madrid. Dicho moderador fue designado Obispo Auxiliar de Madrid.

 

  • 8 de agosto de 1927: Inauguración del Movimiento en Cercedilla, predica Don José María Rubio comenzando con las memorables palabras: “Hoy hay una fiesta en el Cielo…”

 

  • 20 de mayo de 1928: En Avilés (Asturias), publicación de la Carta Pastoral en la que se pide ayuda para el movimiento ARPU por el Obispo Don Juan Bautista Luis Perez, se dice en la misma: “…que las gloriosas obras de la Adoración que ya hay construidas fueran la preparación de UNA GRAN OBRA que, como principal deber suyo, adore y procure adoradores, no solo en el sagrario escogido, sino en todos los sagrarios, enseñando a adorar, formando coros de adoradores, para que la OBRA DE LA ADORACIÓN sea como debe ser, perpetua y completamente universal”. (Boletín Oficial Eclesiástico, núm. 10 Oviedo, mayo 1928).

 

  • 31 de enero de 1930: Las gestiones realizadas ante la Santa Sede por el Obispo de Oviedo, Don Juan Bautista Luis Perez, lograron la aprobación pontificia del Papa Pío XI, como movimiento eucarístico aprobando los fines específicos de la Adoración, en Rescripto de la Sagrada Congregación de Ritos.

 

  • En 1931, la Real, Perpetúa y Universal se extendía con extraordinaria rapidez: Oviedo, Madrid, Vitoria, Santander, Pamplona, siendo aprobada y bendecida por sus respectivos prelados. Y el Obispo de Oviedo, tiene el consuelo de verla erigida canónicamente en todas las diócesis de España con notable provecho de las almas, y mayor culto eucarístico.

 

  • En 1932, la Santa Sede nombra, Director General de la Obra al prelado de Oviedo Don Juan Bautista Luis y Perez, poco antes nombrado también Consiliario General de Acción Católica, y escribe los “Fundamentos de la Obra” y aprueba su “Reglamento para las parroquias”.

 

  • 14-16 de noviembre de 1933: Se celebra la primera asamblea de Madrid, presidida por Don Juan Bautista Luis Perez, que falleció el 6 de noviembre de 1934-.

 

  • En 1934, Don Federico Tedeschini, Arzobispo de Lepanto, Nuncio Apostólico en España, nombra al Excmo. Sr. Don Remigio Gandasegui, -Arzobispo de Valladolid- Director de ARPU, quien la dirigió con constancia y entusiasmo, siendo un prudente Director, un Padre y un Guía seguro hasta su fallecimiento el 16 de abril de 1937.

 

En 1946, los que sobrevivieron a la guerra, intentaron  reorganizar y extender la Obra por Diócesis y Parroquias, de nuevo pusieron sus ojos y esperanzas en Valladolid, en su actual Padre y Pastor, el Excmo. Sr. Don Antonio García y García y en el Santuario Nacional de la Gran Promesa, potente imán de nuestros más puros amores

 

  • 8 de febrero de 1984, el Arzobispo de Madrid Don Angel Suquia solicita a Don Isidro Martínez Moreno, (gran promotor y defensor de ARPU desde su reorganización después de la guerra), por indicación de la conferencia Episcopal Española, el nombramiento de un Consiliario Nacional y una Junta que coordinase los centros establecidos en las diócesis para ARPU.

 

  • 21 de noviembre de 1986: Se aprueban los primeros estatutos de la Adoración Real Perpetua y Universal en la XLV Asamblea Plenaria de la CEE, por Don Fernando Sebastián Aguilar, Obispo Secretario General de la Conferencia Episcopal Española.

 

  • 24 de noviembre de 1989: la Conferencia Episcopal, nombra a Don Laurentino Gómez Montes Consiliario General Nacional.

Siendo Don Laurentino Gómez Montes Consiliario de ARPU durante 22 años, se desarrollaron 20 congresos y uno de ellos en Fátima y tres Encuentros Nacionales para sacerdotes, religiosos y seminaristas, así como la presentación de la documentación correspondiente para la beatificación de Don José Llés, Arcipreste de Áger y cofundador de ARPU.

 

  • 26 de febrero de 1999: En esta fecha se reconoce con el mismo fin, en el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia, con el número de registro 4594-SEC/C.

 

  • El 20 de noviembre de 2004, se aprueban los segundos Estatutos de la ARPU, sellados y firmados por el Secretario General de la CEE en la LXXXIII Asamblea Plenaria en Madrid por Don Juan Antonio Martínez Camino, Secretario de la CEE.

 

  • En 2011 fue nombrado Consiliario Nacional Don Mario Vázquez.

 

  • 25 de Noviembre de 2016. En Madrid, en la parroquia de Santa Teresa y Santa Isabel, sita en la Glorieta Pintor Sorolla, 2 de Madrid (28010), a las 11.30 horas, se celebró una Asamblea Nacional extraordinaria, siendo elegido Consiliario Nacional Don José Luis Esteban Vallejo y posteriormente nombrado por la Conferencia Episcopal Española con fecha 22 de febrero de 2017.

 

A. R. P. U.

Co-fundadores de ARPU

Fueron…

SAN MANUEL GONZÁLEZ

Conocido como el Obispo del Sagrario abandonado.

Fecha de nacimiento: 25 de febrero de 1877, Sevilla.

Ordenación Sacerdotal: 21 de septiembre de 1901.

Ordenación Episcopal: 16 de enero de 1916.

Fallecimiento: 4 de eenero de 1940, Madrid.

Beatificación: 29 de abril de 2001 por SS Juan Pablo II

Canonización: 16 de octubre de 2016, por SS Francisco I.

Festividad: 4 de enero.

 

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MÁRTIR DON JOSÉ LLÉS SEGARRA

Arcipreste de Áger (Lérida).

Era un hombre lleno de celo apostólico y de fuerza espiritual centrada en la piedad eucarística.

Fecha de nacimiento: 1876 Benavent del Segrià (Lérida).

Ordenación Sacerdotal: 1901.

Fallecimiento:  26 de septiembre de 1936, Gijón (Asturias).

En proceso de beatificación por martirio

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SAN JOSÉ MARÍA RUBIO

S.J. y calificado como el «Apóstol de Madrid».

Fecha de nacimiento: 22 de julio de 1864, Dallas (Almería).

Fallecimiento: 2 de mayo de 1929, Aranjuez (Madrid).

Ordenación Sacerdotal: 24 de septiembre de 1887.

Beatificado: 6 de octubre de 1985, en Roma por SS Juan Pablo II.

Canonización: 4 de mayo de 2003, Madrid, por SS Juan Pablo II.

Festividad: 4 de mayo.

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DON JUAN B. LUIS PÉREZ

Obispo de Oviedo y Consiliario Nacional de la A.C.

Fue un gran impulsor del catolicismo social. Con razón ha sido llamado el obispo “protomártir”de la persecución religiosa española.

Fecha de nacimiento: 1 de abril de 1878, Burriana (Castellón).

Fallecimiento: 6 de noviembre de 1934.

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ARPU

Promotores de la ARPU

 

Monseñor Sole Tura

Monseñor José Solé, del Tribunal de la Rota y Asesor de la Nunciatura de S.S. en España, que es frecuentemente mencionado junto a San José Maria Rubio y Arcipreste Llés. Fue un principal apoyo humano a la Adoración. Falleció el 3 de enero de 1928 después de una durísima enfermedad.

Don Isidro Martínez Moreno

Don Isidro Martínez Moreno (sacerdote) el que captó tal vez mejor la mente de los fundadores realizo un extraordinario trabajo pastoral ayudando a los pobres de las cuevas de Granada.

Monseñor Remigio Gandasequi

Monseñor Remigio Gandasequi, Arzobispo de Valladolid (Director Nacional).

ARPU

Himno Eucarístico de la ARPU

¡Santísimo Sacramento!
Luz de mis ojos, Sol de mi vida.
En cada instante y momento,
mi alma te adora de amor rendida.
Si los bellos serafines te aman, te adoran,
allá en el Cielo, mi corazón que te adora,
te ama y bendice desde este suelo.
“Eterna gloria, alabanza, de amor eterno, eterno amor,
a Ti, Jesús adorado,
Sacramentado por nuestro amor! (bis)
Si supieran los mortales,
la eterna gloria que en Ti se encierra.
Tan sólo por visitarte ¡ay!
cruzarían toda la Tierra.
En Ti, augusto Sacramento,
Manjar divino, Pan celestial,
las delicias de la Gloria.
La paz eterna halla el mortal
“Eterna gloria, alabanza, de amor eterno, eterno amor,
a Ti, Jesús adorado,
Sacramentado por nuestro amor! (bis)

– Juana Carou

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