XXXVII Carta-Circular del Consiliario Nacional: Abril 2020

“Él (Jesús Sacramentado) expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, Él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores”.

“Fue Él, quien tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores y nosotros le tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado”. (Is 53,4). 

“Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas (…).

Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados” (2 P 21b-24).

 

Queridos adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU:

1.- Como  veis, estos textos de la Sagrada Escritura enmarcan la Carta de este mes.

El contenido de esta Carta de abril 2020 está motivada por la epidemia-pandemia- corona-virus = COVID-19. Se extiende por todo el mundo (meses de diciembre 2019 en China, enero 2020 ya en España, febrero, marzo, abril…).

Ha provocado una triste y lamentable situación, inédita desde hace más de un siglo, desde la peste del año 1918. Somos testigos y ojalá no seamos pacientes de las tremendas consecuencias que está produciendo: muchos miles y miles de afectados o infectados, miles y miles de fallecidos, miedos y temores en la gente, limitaciones de libertades en los ciudadanos, confinados a estar recluidos en casas tantos días, (en cuarentena), quebrantos económicos en las naciones, en familias y personas concretas…No se trata ahora de dar números y hacer estadísticas.

En otro orden de cosas: los fieles privados tanto tiempo de la Santa Misa y Comunión sacramental, al no poder participar directamente y sólo compensando un poco los deseos por las comuniones espirituales.  Veamos y vivamos la Santa Misa por los medios de la TV, la radio, etc. Aunque sí se puede visitar al Santísimo en las iglesias, si no hay aglomeraciones y con los cuidados indicados. Y donde están abiertas  y se celebra la Santa Misa (es mi caso cada día y no hay peligro de contagio porque haya algunos fieles), estimarla más, participar mejor: de Jesús Sacramentado “nos vienen todos los bienes”. Está así previsto por la CEE y por decretos de los respectivos Obispos: que las iglesias permanezcan algún tiempo del día abiertas “como signos de esperanza”, dice el arzobispo de Burgos.

Las preguntas que surgen o pueden surgir en nosotros como cristianos son muchas. Cada quien tiene la suya: ¿qué querrá decirnos el Señor que siempre amorosamente nos llama a la conversión y, si cabe, más en Cuaresma? “Y Dios, ¿tiene algo que ver en esto?” preguntaba y respondía atinadamente el Sr. Obispo de Córdoba, Don Demetrio Fernández. ¿Quién o quiénes son los responsables “cero” de esta epidemia? y ¿quiénes lo son de que sea ahora el “corona-virus” una terrible pandemia?, ¿dónde está el origen que ha alterado y contaminado así la naturaleza humana de tantos o de la misma creación para esta propagación tan rápida y peligrosa del virus? ¿Se había podido poner remedio antes y a tiempo?,  ¿Qué supone este hecho terrible para nuestra época? Alguien (el Sacerdote Don Luis Herrera) lo ha llamado ya “cambio de época” que es mucho más que una época de cambio, etc.

 

2.- También en otro orden de cosas ¿se pueden sacar de estos males algunos bienes?

“Omnia in bonum…!”. “Para los que aman a Dios todas las cosas cooperan para bien para aquellos que le aman”, escribió San Pablo en la Carta a los Romanos. (cf.Rm 8, 28).

Se pueden hacer muchas reflexiones y consideraciones y de todo tipo. Las autoridades civiles, eclesiásticas, sanitarias…han dado orientaciones, decretos pertinentes. Los Obispos de España por la TV 13 se van turnando cada día para hablarnos, consolando y formarnos en estas circunstancias tan especiales. Desde el día 14 de marzo estamos en “Estado de alarma” por un Decreto Real del Gobierno español como sucede algo parecido en otras muchas naciones de Europa y de otras partes del mundo. Se acerca a doscientas naciones donde está ya extendido el virus.

De entre todas, unas preguntas se imponen, sobre todo, me parece a mí para los creyentes: ¿Qué querrá decirnos el Señor? ¿Qué espera de nosotros? siempre la conversión; y más en Cuaresma. Yo podría compartir con vosotros mis reflexiones y conclusiones personales, que, si os interesan, las podría aportar en otra ocasión o Carta, pero en esta he optado por comentar un texto de la Sagrada Escritura, en concreto de la Carta a los Hebreos 12,6-11. Más en concreto el versículo 11:

“Toda corrección no parece de momento agradable sino penosa, pero luego produce fruto apacible de justicia (santidad) en los que en ella se ejercitan”.

 

3.- El comentario en (este caso lo tomo de la exégesis que hace una publicación de la Universidad de Navarra[1].

Sólo algún breve comentario, paréntesis o incisos son míos. Dice así:

“Los sufrimientos -enseña el autor sagrado- son manifestación del amor paternal de Dios y al mismo tiempo prueba de nuestra condición de hijos suyos”.

“Esta enseñanza se reafirma con la cita de Prv 3,11-12, entresacada de un largo discurso en el que un padre exhorta a su hijo a adquirir la verdadera sabiduría. En el presente pasaje se identifica a este padre con Dios y a nosotros con los hijos a quienes van destinadas esas palabras”.

“La condición de hijos de Dios, que se adquiere  al incorporarse a Cristo por el Bautismo, es el fundamento de la vida del cristiano y lo que debe darle paz y serenidad ante las dificultades con las que se puede encontrar a lo largo de la vida. Si se presenta la contradicción es que Dios la permite para que lleguemos al fin al que nos ha destinado”. (El Cielo o Vida eterna en comunión feliz de vida y amor con ÉL)”.

El término “corrección” “indica la labor educativa del padre con su hijo y del maestro con su discípulo, y también los ‘castigos’ que se infligen en esta misma tarea”  (Téngase en cuenta que en la antigüedad no se concebía la instrucción y educación que no empleara el castigo adecuado).

“Por tanto no se puede pensar en Dios como un padre despiadado, sino como un padre bueno, que educa tierna y firmemente a sus hijos”.

“Las adversidades y el sufrimiento son manifestaciones de esta pedagogía divina, medios de los que Dios se sirve para educarnos y corregirnos”.

“Sufres en esta vida de aquí…, que es un sueño…corto.- Alégrate: porque te quiere mucho tu Padre-Dios, y, si no pones obstáculos, tras este sueño malo, te dará un buen despertar” (Camino n. 692)”.

“Si fuéramos hijos ilegítimos no se preocuparía de educarnos; como somos hijos nos corrige y lo hace para que seamos dignos de heredar su nombre”.

“Todo cuanto nos viene de parte de Dios -recuerda un antiguo escritor eclesiástico- y que de pronto nos parece próspero o adverso, nos es enviado por un padre lleno de ternura y por el más sabio de los médicos, con miras a nuestro propio bien” (cf. Casiano, Collationes, VII, 28).

 

“Cuando el alma vive con estas disposiciones se llena de un ‘fruto apacible de justicia’, es decir, cuando se aceptan de buen grado las pruebas a las que el Señor nos puede someter, entonces, como consecuencia, se producen los frutos de santidad que llena de paz: ‘Jesús ora en el huerto: Pater mi (Mt 26,39), Abba, Pater! (Mc 14,36). Dios es mi Padre, aunque me envíe sufrimiento. Me ama con ternura, aun hiriéndome. Jesús sufre, por cumplir la voluntad del Padre…Y yo, que quiero también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podré quejarme, si encuentro por compañero de camino al sufrimiento?”.

“Constituirá una señal cierta de mi filiación, porque me trata como a su Divino Hijo. Y, entonces, como Él, podré gemir y llorar a solas en mi Getsemaní, pero, postrado en tierra, reconociendo mi nada, subirá hasta el Señor un grito salido de lo íntimo de mi alma: Pater mi, Abba, Pater…fiat!” (Via-Crucis, I, n.1). (Traduzco: Padre mío, Papá, Padre…hágase).

 

4.- Otras consideraciones. Ahora que tenemos la experiencia de estar recluidos en casa, prisioneros del “coronavirus”.

1ª.- ¿Podemos imaginar un poco, cuál y cómo será la “prisión” del Señor Sacramentado en los Sagrarios de la Tierra donde nos espera voluntaria y amorosamente desde hace veinte siglos? Él, nuestro Señor, “Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y por los siglos” (Heb 13, 8). Lo vemos. Pasamos los hombres, pasan las mismas instituciones… pero Él permanece por los siglos. Y podemos preguntarnos: el Señor Resucitado-Sacramentado ¿qué actividad tiene ahora en los Sagrarios?

Solamente si pensamos que lo hace voluntariamente, que se queda en “su casa” por amor al Padre y a nosotros, se puede explicar un poquito que quisiera instituir la Sagrada Eucaristía en el Jueves Santo y que haya querido ser el “Divino Prisionero” que así le llamaba también la Fundadora de la ARPU.

Aparte de lo que Jesús Sacramentado hace incesantemente de cara al Padre (cf. Meditación 6ª: su actividad dirigida inmediatamente al Padre está también inmediatamente dirigida a nuestras almas[2]).

Nos espera desde hace veinte siglos para que podamos darle el “consuelo” y el “gozo” de “estar con los hijos de los hombres”, y para darle a Él la ocasión de poder beneficiarnos con el fuego de su Amor divino-humano; el fuego que hemos de “contagiar” o extender a los demás para quemar los “virus mortíferos” que nos apartan o quieren quitarnos a los hombres la Vida de su amor, los frutos de su -nuestra- eterna Redención. (Tengo experiencia de recibir todos los días sesiones de radioterapia por cuatro puntos de ignición en mi cuerpo para quitar el cáncer de próstata).

2ª.- Siguiendo la analogía del “coronavirus”, los malos ejemplos de faltas de fe y amor, de faltas de respeto y veneración a Jesús Sacramentado, de olvidos y desprecios de su misma Presencia (real, verdadera y substancial), a veces de profanaciones y sacrilegios se han extendido en muchas partes como una epidemia y contagian a los demás.

Nosotros como adoradores, acaso también debamos aceptar el reproche de San Pablo a los Corintios: «¿No sabéis que un poco de levadura hace fermentar toda la masa?» (1 Cor 5,6).

3ª.- También en las actuales circunstancias por difíciles que sean y con mayor motivo, los adoradores de Jesús Sacramentado por los dones recibidos de Dios, debemos hacer apostolado, ser apóstoles de la Sagrada Eucaristía. Lo dice así el Concilio Vaticano II:

“El verdadero apóstol busca las ocasiones de anunciar a Cristo con la palabra: a los no creyentes para acercarlos a la fe; a los fieles para instruirlos, confirmarlos y estimularlos a una vida más fervorosa: ’la caridad de Cristo nos urge’ (2 Cor 5,14); y en el corazón de todos deben resonar aquellas palabras del Apóstol: “¡ay de mí si no evangelizara!” (1 Cor 9,16)” (Apostolicam actuositatem, n. 6).

 

5.- Decreto de La Penitenciaria Apostólica para celebrar la Semana Santa y la Pascua este año. (Lleva fecha de 19 de marzo de 2020).

1.- Como información, motivación o estímulo añadidos

Para que le hagamos visitas al Señor y medias horas de adoración y otros ejercicios de piedad eucarística está el Decreto de La Penitenciaria Apostólica otorgando indulgencias especiales (plenarias cuando se tienen las debidas condiciones de Confesión, Comunión sacramental y Oración por las intenciones del Papa a los fieles afectados por la enfermedad del COVID-19 “tan pronto como sea posible para ellos”.

2.- Indulgencia plenaria en las mismas condiciones con motivo de la epidemia mundial

“Además, esta Penitenciaría Apostólica otorga voluntariamente  la indulgencia plenaria en las mismas condiciones con motivo de la epidemia mundial actual, incluso a aquellos fieles que no pueden hacer una visita al Santísimo Sacramento, o la Adoración eucarística o la lectura de las Sagradas Escrituras durante al  menos media hora, o bien sea la recitación del Santo Rosario o el Ejercicio piadoso del Vía-crucis, o la recitación de la Coronilla de la Divina Misericordia, para implorar al Dios Todopoderoso el cese de la epidemia, el alivio para que los que están afligidos y la consecución de vida eterna de cuantos se ha llamado el Señor a Si mismo”.

3.- Decreto sobre la celebración del Triduo Pascual

Se os adjunta para más detalle este Decreto sobre la celebración del Triduo Pascual (de la Semana Santa y la Pascua), una fórmula de Comunión espiritual y la Oración compuesta por el Papa Francisco a la Virgen para esta situación de peligro.

 

6.- El Papa Francisco en circunstancias difíciles y especiales como son las de este año por el coronavirus.

Entre sus muchas intervenciones, disposiciones, enseñanzas, gestos de sintonización y sus oraciones con y por todos y cada uno de los afectados por esta terrible pandemia, cabe destacar algunas

1.- Para recibir los sacramentos pascuales (cf. su predicación en la Santa Misa 7, de mañana, en la capilla de Santa Marta, el sábado de la 3 semana de Cuaresma, 21 de marzo). Por citar algún texto: “Pide  perdón a Dios de corazón y promete que luego te confesarás, habla pronto con Él y recibirás la gracia de Dios”. Se entiende al no poder “salir de casa y tener cerca un sacerdote”.

2.- Los Decretos sobre la celebración del Triduo Pascual y sobre las Indulgencias especiales (antes ya mencionados).

3.- Su Oración extraordinaria (Liturgia de la Palabra) en la plaza del Vaticano el 27 de marzo, viernes de la 4ª semana de Cuaresma, a las 6 de la tarde.

Muchos la visteis por la TV13 o por otros medios. Cabe destacar su incisiva y magnífica homilía comentando el Evangelio de la tempestad calmada por Jesús: “¿por qué tenéis miedo, no tenéis aún fe?”. No tiene desperdicio y por ello meditarla completa.

Jesús -como a los discípulos- nos pide fe, confianza en Él, convertirnos, “volved a Mí con todo el corazón”. Es tiempo de prueba, un tiempo de escoger a Cristo como Salvador, ver lo que es necesario y lo que es superfluo, tiempo de mirar más al Señor y a los demás para amarlos, ayudarles; así han hecho tantos en esta pandemia que han comprendido que nadie se “salva” solo sino unidos: una sola cosa. No tener pánico sino corresponsabilidad.

Merece meditar las fuertes y bellas referencias del papa a la Cruz salvadora de Nuestro Señor Jesucristo donde hemos sido salvados. También que ha resucitado y vive junto a nosotros:

“El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado”.

Especialmente significativa fue la Celebración de la Palabra de Dios en el “sagrado” de la Básica de San Pedro en una Plaza vacía de fieles pero abrazando desde la columnata de Bernini a todos los de la ciudad y al mundo entero (también en cuarentena) y ya en el “atrio” de la basílica de San Pedro la Exposición, Adoración eucarística y Bendición  con el Santísimo Urbi et Orbi (con posibilidad de obtener la indulgencia plenaria con las debidas condiciones.

Expuesto Jesús Sacramentado en la custodia con el canto de “nuestro” Adorote devote,  siguió un impresionante rato de silencio y adoración. Después se recitaron unas preces tan apropiadas para nuestra situación de pandemia y de necesidades pidiendo al Señor vivo-resucitado-sacramentado. Las adecuadas preces al Señor Sacramentado eran alternando con estas respuestas: ¡Te adoramos, Señor! ¡Creemos en ti, oh Señor! ¡Líbranos, oh Señor! ¡Sálvanos, oh Señor! ¡Consuélanos, oh Señor”, ¡Danos tu Espíritu, Señor! ¡Ábrenos a la Esperanza, Señor”.

Caben destacarse los simbolismos: la imagen del Santo Cristo de San Marcelo del Corso (milagroso de Roma en la peste del año 1613) y el icono de la  Virgen “Salus Populi Romani” (el domingo anterior el Papa Francisco fue en peregrinación suplicante a visitarlos y ahora estaban en la fachada de la Basílica de San Pedro; la Plaza de San Pedro vacía y llena al mismo tiempo (Urbi et Orbi), con el simbolismo del atardecer (cuando fue la tempestad seguida de la calma después del peligro de sucumbir los discípulos), con el simbolismo de la luz de Cristo (de la Iglesia y los cristianos) y  las tinieblas del mundo, con el simbolismo del abrazo de Dios al mundo, que decía antes, y sobre todo su Amor infinito en la Eucaristía, “Sacramentum Caritatis: signo eficaz de todo el amor de Dios, de Jesús Sacramentado.

Todo un signo y realidad, digo, de Jesús bendiciendo a este nuestro mundo y deseando que vuelva a Él y encuentre en Él -Resucitado-Sacramentado- la curación y salvación que necesita ya ahora y la definitiva después. ¡Qué importante y consolador escuchar desde la Hostia Santa donde Jesús se asoma y contempla amorosa y misericordiosamente sus palabras escuchadas en el Evangelio: “No tengáis miedo, ¿aún  no tenéis fe!?”

¡Qué importante considerar nuestra misión de adoradores (en la ARPU y otras Asociaciones eucarísticas). Es para sacar algunos propósitos concretos de serlo y acercar y llevar al Señor a otros para que también sean adoradores y puedan recibir sus beneficios.

Es para experimentar con fe que el Señor tiene cuidado de nosotros y del mundo entero. Nuestras medias horas de adoración eucarística están enriquecidas con “indulgencia plenaria” con las condiciones acostumbradas que señala la Iglesia.

 

7.- Queridos  hermanos adoradores(as) de Jesús Sacramentado y “paciente”:

1.- Que estas reflexiones nos ayuden a vivir este año -de modo especialmente doloroso- la Semana Santa y la alegría contenida pero con gozo íntimo la Pascua del Señor. Os las deseo y pido que sean muy fructíferas con “el fruto apacible de justicia (santidad) en los que en ella se ejercitan” que decía el texto comentado.

2.- “Amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios” dice el Señor (Mc 12,33).

Y también escucharemos en el Jueves Santos: “Amaos unos a otros, como yo os he amado”. De muchas maneras podremos expresar este amor fraterno, tan propio de los cristianos que es una señal de nuestra identidad. Y acaso más en estas difíciles circunstancias de tantas necesidades de alma y cuerpo que padecemos. El amor cristiano es creativo.

3.- Que se exprese ese amor también en rezar y encomendar mucho al Señor que tenga piedad de su pueblo penitente diciéndole como respuesta: “Compadécete, Señor, de tu pueblo”.

¡Qué más quiere Jesús que se lo digamos para hacerlo!, es decir, para disponernos a recibir su piedad y misericordia por los cauces acostumbrados y de los modos que Él sabe hacerlo. Estos son -de ordinario- la oración, los Sacramentos; y en nuestra situación de pandemia, al menos los deseos de recibirlos, que, si envuelven alguna oración y contrición perfecta, suple la Iglesia a los que no puedan recibirlos si no hay sacerdotes, incluso la Santa Unción (cf. Decreto antes mencionado); pero, cuando puedan, acudir lo antes posible al Sacramento y, por tanto, a los Sacerdotes. Así lo enseña también el Catecismo de la Iglesia Católica.

Por nuestra parte, pues, pedirle mucho al Señor Jesús que santificó por su propia sangre al pueblo de Dios, a la Iglesia y a la misma Humanidad. Por nuestra parte –insisto- pidamos mucho:

– que conceda a los fieles la fuerza necesaria para vencer el mal (ahora también en forma de COVID-19) y  fortalecer su esperanza. Respuesta /

– que se dispongan a celebrar santamente su resurrección (aunque este año no sea con presencia física para muchos en los templos de la Iglesia Católica). Respuesta /

– que los cristianos y todos salgan-mos- fortalecidos de esta prueba y vuelvan sus corazones hacia el Señor que quiere salvarlos por la fe, la esperanza en Él y caridad o amor a Dios y al prójimo. Respuesta /

– Que conforte a los que están tristes, enfermos, a los afectados por el coronavirus, a sus familiares. Respuesta /

– Que asista y ayude a todos los que trabajan especialmente por el bien común en esta situación de “alarma”: al personal sanitario (médicos, auxiliares, enfermeros, voluntarios, etc.), a los que realizan cadenas de alimentación, agricultores, empresarios, autónomos, familias, Fuerzas del Estado, autoridades… Respuesta /

-Que a todos nos conceda el deseo de consolar a nuestros hermanos. Respuesta /

– Que los todos fieles -ojalá todos los demás- aprendan a participar en la Pasión del Señor con los propios sufrimientos. Respuesta /

– Que nuestras vidas de cristianos manifiesten la Salvación de Cristo a todos los hombres. Respuesta /

– Que se acuerde -Él sí que se acuerda- pero para que nos acordemos nosotros de los difuntos por el coronavirus (y por otras causas), y les dé parte en su gloriosa resurrección. Respuesta /

¡Cuánto debemos rogar! Todo eso queremos decirle cuando le suplicamos como una jaculatoria o respuesta de los fieles: “Compadécete, Señor, de tu pueblo”.

Todos y todo esto lo hagamos de mano de la Virgen-Madre Dolorosa a quien nos consagramos el pasado día 25 de marzo (España y Portugal con sus islas) en su advocación de Fátima con una preciosa y sentida oración.

Y desde aquí os deseo y pido para vosotros y cuantos leyeren esta Carta a lo largo del mes de abril ¡Una Semana Santa, Eucarística y Ejemplar|! Os felicito ya: ¡Felices Pascuas en la alegría de Cristo Resucitado! También este año.

Vuestro Consiliario Nacional, José Luis Esteban Vallejo.

Burgos, primero de abril de 2020.

 

[1] EUNSA, n. 10, Epístola  a los Hebreos, pp. 262-264.

[2] Cf.  Juan Bautista Luis y Pérez, Meditaciones eucarísticas, Oviedo 1930, pp. 106-128.

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