XXXIX Carta-Circular del Consiliario Nacional: Junio 2020

 Queridos adoradores (as) de Jesús Sacramentado en la ARPU

 A Jesucristo, Señor nuestro, que por nosotros tiene herido su Corazón, venid, adorémosle vivo en la Eucaristía.

¿Cómo estáis? ¿Todos sanos de alma y cuerpo? ¿En qué situación nos encontramos?  Después del confinamiento de tanto tiempo (desde el 14 de marzo pasado), estamos -en general- en época ya del des-confinamiento y des-escalada del agresivo “coronavirus”.

Jesús siempre nos acompaña por el camino como a los discípulos de Emaús. Por eso, es muy significativa la imagen que os pongo; aunque los dos discípulos se encuentren tristes, desilusionados, desesperados, pesimistas…Jesús les reanima y enardece, les trasforma en nuevos y gozosos apóstoles. Esto quiere hacer con nosotros. Sentiremos que Jesús, ya glorificado junto a su Padre, es el mismo que nos acompaña en el camino de la vida; por ello hemos podido celebrar con júbilo la Pascua. Ha culminado en Pentecostés pero hemos de vivir la espiritualidad pascual todo el año.

Pienso que puede ayudarnos el volver a reflexionar por nuestra parte en el contenido que nos daba -como teólogo- el Papa emérito Benedicto XVI. Recordad su MEDITACIÓN SOBRE LA PASCUA.  Os decía en la Carta de mayo, si recordáis, “Creo que es fácil que cada quien la medite y saque algunas consecuencias o propósitos para la vida cristiana y eucarística”. No hacerlo sería como una notable y lamentable omisión.

Aporto lo que yo he meditado y sacado en conclusiones para esta Carta de junio de 2020.

Mi comentario eucarístico es a la luz de algunos textos (sólo cuatro frases) de aquella extensa y densa meditación del Papa que os ponía el mes de mayo pasado. Lo hago en el contexto en que nos encontramos. Nos preguntamos y examinamos -como siempre- porque siempre podemos y debemos mejorar en nuestra condición de adoradores y apóstoles de Jesús Sacramentado, de su Corazón herido por nuestro amor.

 

1ª.- “Las murallas de la Iglesia son la fe y el amor de Jesucristo

Son nuestros objetivos como asociados o miembros de la ARPU: creer en Jesús Sacramentado, difundir esta fe en su Presencia, fomentar el amor a Él y, por ello, su adoración y la amistad y compañía con Él. Jesús  es el primero que nos las brinda desde la Betania de los Sagrarios (cf. el Evangelio del Lunes Santo). Para nosotros cada Sagrario es Betania, signo de amistad, de confianza y confidencia.

¿Hemos recibido fácilmente la exhortación del mismo Señor en los días de Semana Santa a fortalecer más nuestra amistad con Él que nos espera en la Eucaristía?

De no haber podido física, directa y presencialmente en los templos católicos, ¿lo hemos hecho desde el confinamiento y espiritualmente? v.g., ¿con más Comuniones espirituales, con más saludos y recuerdos frecuentes al Santísimo en el sagrario más cercano o en el de la parroquia?

Por otra parte Jesús le ofrecía a Judas su amistad al darle el signo  del “pan-bocado-untado”. Lo tomó pero entonces entró en él Satanás (cf. evangelio del Martes Santos). No tomó el significado, es decir, la amistad que le ofrece aún en Getsemní: “Amigo, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”

Salvadas las distancias, esto haríamos nosotros si comulgáramos sin más, sin mayor preparación, sin coger el significado de comulgar, es decir, su amistad y, por tanto, su suerte: su Muerte y  Resurrección.

Compartamos con Jesús nuestra suerte, nuestra vida y desde ahí aprendamos a compartirla con los demás.

 

2ª.- “Creer significa salir fuera de los muros y, en medio de este mundo caótico, crear espacios de fe y de amor”. 

Hemos de hacerlo fundados en la fuerza de Jesucristo. El Señor salió fuera: éste es el signo de su fuerza.

La imagen representa a N. S. Jesucristo saliendo del sepulcro de Jerusalén.

Así quiere el Papa Francisco a la Iglesia “en salida”.

Ya hemos comentado alguna vez…Si salimos -y hemos de salir- es porque estamos dentro del Corazón de Jesús, recostados a su pecho como Juan: por la oración, por la contemplación, por la adoración eucarística, la amistad intensa, el amor entrañable, la Comunión transformante… Podemos entregar a los demás lo que hemos contemplado; ésa es la raíz y fuente del apostolado: “contempla aliis tradere”: entregar a los demás lo que (a Quien) hemos  contemplado” (Santo Tomás de Aquino); lo que hacía Santo Domingo de Guzmán y han hecho y hacen todos los Santos.

“Como Juan sobre Tu pecho quisiéramos descansar y aprender en esta Cena el amor a los demás”. De hacerlo así estamos tan necesitados – tanto más necesitados- en las circunstancias actuales: de una luz, de un consuelo, de un amor y una paz y esperanza grandes. Son dones del Resucitado a su Iglesia, frutos del Espíritu Santo para que nosotros, sus amigos, proclamemos la gloria de su Reinado (cf. Salmo 144,12).

 

.- “En el misterio de Getsemaní, se halla ya presente el misterio del gozo pascual”.

Judas se adentró en la noche de su traición,  Jesús en la noche de su entrega, ya en la institución de la Eucaristía, después en Getsemaní , y en su Pasión se adentró “hasta la muerte y muerte de Cruz” pero vislumbrando la glorificación por la resurrección (Cf. Evangelio del Martes Santo).

En cada sagrario Jesús padece su soledad esperando compañía para que él nos acompañe porque nos dejamos acompañar; espera, pues, “consoladores” para ser nosotros consolados, espera amor para sentirnos amados y poder acompañar, consolar y amar a los demás. Pero muchas veces no los encuentra. Cuenta con nosotros, adoradores suyos “ex oficio”.

Es muy significativo que algunos sagrarios tengan en la puerta del Sagrario la escena de Jesús en su agonía en Getsemaní: Jesús “confinado” en agonía durante 20 siglos de alguna manera misteriosa hasta el final de los tiempos…buscando “consoladores”  y muchas veces no los encuentra.

 

 La imagen corresponde al tabernáculo -centro del artístico retablo mayor, renacentista, de mi pueblo natal-, contemplado tantas veces por mí.

En todos y cada uno de los sagrarios de la Tierra ahora Jesús -como entonces en Getsemaní- busca adoradores. Es el carisma de la ARPU, que recoge ese deseo de Jesús, es nuestro carisma ser adoradores, reparadores, consoladores para corresponder a su queja: ¿No habéis podido orar -estar y acompañar- una hora conmigo? (Mt 26,40); “triste está mi alma hasta la muerte; permaneced aquí y velad” (Mc 14, 33); “¿No habéis podido velar una hora conmigo? (Mc 14, 37) y también: “¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación” (Lc 22,46).

“En el misterio de Getsemaní” se titula este apartado. Lo es y muy grande: Jesús en Getsemaní, su alma, no dejaba de tener la “visión beatífica”. ¿Cómo compaginarla con la tristeza, la angustia, la soledad… de su alma hasta la muerte y hasta sudar sangre su cuerpo? Pues tanto o mayor misterio el de la Eucaristía porque el Jesús de los Sagrarios es el mismo Quien ya está glorificado, “sentado a la derecha del Padre”.

Siendo el mismo Jesús en Getsemaní, en la Gloria y en los Sagrarios, si bien de otro modo, desea ser “adorado”; ser “adorado por todos los hombres, a todas las horas y en todos los Sagrarios de la Tierra” para la ARPU significa: “acompañado, adorado, reparado, desagraviado… en el Santísimo Sacramento”; son los fines y objetivos de nuestra Asociación.

Cuando se iba gestando la ARPU (a. 1906-1927) como un carisma necesario de Dios para su Iglesia y para el mundo, ocurrían las apariciones de la Virgen María en Fátima a los tres pastorcitos: Lucía y los ya hermanos santos Francisco y Jacinta Marto. Ellos recibieron también ese mensaje de “ir a consolar” a Jesús con  relación a ir a visitarle en el Sagrario; tanto por parte del Ángel de Portugal (a. 1916) como por parte de la misma Virgen (a.1917) fue: “Consolad a vuestro Dios”. Aprendieron bien la lección y la practicaron los tres videntes de la Virgen: “(…) suspiraban por el ‘Dios escondido’ a quien gustaban de llamar así y visitar; ir a consolar y acompañar a Jesús “escondido” en el Sacramento era un deseo tan ardiente…”[1].

También el “teólogo” de la ARPU habla en sus Meditaciones Eucarísticas de que “el alma consuela a Jesús”. Y de que “yo puedo consolarle, repararle y compensarle con mi amor”; el mismo don Juan B. Luis y Pérez reconoce que sobre “cómo sufre Jesús en la Eucaristía, no es fácil de entender ni explicar” precisamente porque es el mismo Jesús que está ya en la gloria. Y entre otras muchas aplicaciones prácticas saca ésta:

“Nuestra reparación sería incompleta si, buscando el honor de Dios, mediante nuestra santificación, no buscáramos almas, muchísimas almas, que sirvan, amen, adoren a Dios, Jesucristo Sacramentado”.[2]

Señor, como los santos niños de Fátima, cuenta conmigo, cuenta con nosotros, cuenta con tus fieles.

 

4ª.- “Este camino del Jueves Santo no ha de quedar en mero gesto y signo litúrgico”.

 En el Jueves Santo 2020 no se pudo hacer, no se puso este gesto de llevar a Jesús Sacramentado en procesión al monumento. No lo hubo. Pero La experiencia del Jueves Santo, aunque en circunstancias tan distintas este año: sin monumento, sin velas al Santísimo, sin pueblo, sin fieles, sin procesiones, yendo a lo esencial, pudimos experimentar que Jesús está con nosotros de una manera especialísima en la Eucaristía.

 

Si hemos ido a lo esencial que es compartir y recibir el aliento y la compañía de Jesús al mismo tiempo que Él los reclamaba de nuestra parte, con su amistad y compañía, habremos experimentado que con Jesús “tan buen amigo a nuestro lado, todo se puede sufrir” (Santa Teresa de Jesús).

La aplicación o extensión de la vivencia de cada Jueves Santo a cada semana del año sería un poco lo que es la ARPU. Es uno -el 1º- de los cuatro compromisos de amor con Jesús Sacramentado:

“Como NORMA general, cada miembro de esta Obra se compromete a practicar un día a la semana media hora de adoración al Santísimo Sacramento, escogiendo la que prefiera el adorador. (“A ser posible en la Parroquia” cf. ficha de inscripción).

 

Si esta norma la vivimos así nosotros, ¿por qué no hablar a los demás de este nuestro “compromiso de amor” con Jesucristo Sacramentado? ¿Por qué no invitar a que otros lo hagan? Será un bien -el mejor acto de caridad- para ellos mismos y para la Iglesia y se iría cumpliendo el deseo de Jesús, de su amantísimo Corazón, satisfaciendo su sed de almas, sed de adoradores. “Tengo sed” fue una de las últimas palabras del Señor en la cruz: por supuesto la sed física (se desangraba) pero, según la Tradición e interpretación de la Iglesia, era la sed de almas: “dame de beber”; es decir, tengo sed de tu amor, de tu compañía, de tu consuelo, de tu reparación, de tu consagración. Son los elementos propios de la espiritualidad o devoción al Sagrado Corazón de Jesús a practicar y acrecentar de modo particular en este mes.

En la carta del mes de junio siempre suelo poner algún texto de nuestro también cofundador San Manuel González García. Aquí tenéis su testamento vital, el epitafio que se puede leer en la Capilla del Sagrario (en la catedral de Palencia).

En efecto, el Amor resucitó y está vivo en los Sagrarios.

Estará bien cantar -apropiarse al menos- la canción:

“Decid a todos que vengan a la fuente de la vida, que hay una historia escondida dentro de este Corazón, decidles que hay esperanza, que todo tiene sentido, que Jesucristo está vivo; decirles que es mi Señor”.

Significativamente, la puerta de muchos sagrarios (en la imagen anterior la tenéis) representa la realidad de que, dentro de ellos, “Jesucristo está vivo, que es nuestro Señor”. “Jesucristo está vivo y te quiere vivo”. ¿Nos suenan estas palabras del Papa Francisco?  Son el título de una de sus Exhortaciones Apostólicas, fruto de un Sínodo sobre los jóvenes en la Iglesia y en el mundo.

Que se lo digamos, que nos lo creamos y que lo comuniquemos a los demás.

Para ir concluyendo: una docena de preguntas. En el mes pasado os hacía otras más sobre nuestra participación y vivencia de la Santa Misa.

 

  Este icono está inspirado en el de la Hospitalidad de Abrahám, junto a la encina de Mambré. El original es del siglo XIV de la escuela de Rubloc (Moscú). Representa a la Santísima Trinidad. Es fácil distinguir al Hijo, al Verbo Encarnado, por el vestido rojo (teñido en sangre desde la Encarnación y la Pasión); está en medio de la mesa: también, por eso, representa la Sagrada Eucaristía sobre la Mesa santa y se divisa la Iglesia, morada de hospitalidad, que vive -vivimos- de la Eucaristía.

Así ante él nos preguntamos: ¿Hemos podido vivir más de dos meses sin la Eucaristía? Yo, gracias a Dios, la he celebrado y procurado vivir cada día.

 1ª.- En este tiempo de “confinamiento”, forzoso para todos, ¿he pensado más en el “confinamiento” voluntario de Jesucristo desde hace veinte siglos en  su Casa -la nuestra-, la de los  Sagrarios?

2ª.- En este tiempo de “ayuno eucarístico”, forzoso sin poder comulgar, ni confesarse, ni celebrar o participar en la Santa Misa, ni visitar a Jesús Sacramentado “físicamente”, ¿he suplido con generosidad con “comuniones espirituales, con deseos de agradecer más los sacramentos?; ¿ me he dispuesto a recibirlos lo más “consciente, activa y fructuosamente”?

Ahora se puede con  más facilidad, las iglesias abiertas (antes ya) y ahora más.

3ª.- En este tiempo de “pandemia” (=COVID-19) en el que de alguna manera toda la humanidad ha estado -sigue- amedrentada, abrumada, enferma y con algunos millones (personas) de afectados por el virus, tantos miles de fallecidos…[3], como adoradores de Jesús Sacramentado en la ARPU, ¿hemos acudido al Único Médico divino, Jesús Resucitado, quien tiene el poder de salvar, de curar, de consolar, de reconciliar…?

4ª.- ¿Nos hemos fiado de Él que nos dice: “¿por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? (Lc 24, 35-48). ¿Creemos de verdad cuando nos dice Jesús resucitado: “Yo he vencido al mundo; no temáis, soy yo…”, “Estoy con vosotros todos los días…”? (Mt 28,20).

5ª.- Por nuestra parte, ¿hemos cumplido lo que los Estatutos de nuestra Asociación ARPU prevén para casos de enfermedad o imposibilidad física: hacer la adoración semanal desde casa dirigiéndose a Jesús (con la imaginación  y, sobre todo, con la fe y amor) al Sagrario más cercano para realizar nuestro compromiso con Él en beneficio de la misma humanidad, ahora más sufriente?

6ª.- En este tiempo de “aislamiento de relaciones interpersonales”  ¿he avivado “el alma de todo apostolado” que es la oración? ¿He pedido mucho, mucho…por los demás: enfermos, personal sanitario, difuntos, personal del orden público, por tantas familias afectadas, necesitados de alma y cuerpo?

7ª.- Se nos adjuntaba en el Memento de mayo las oraciones compuestas por el Papa Francisco a la Virgen María para el mes de mayo: además del rezo del Rosario (a solas o en familia o con otros), una de esas dos oraciones a la Virgen incluía esas intenciones y sectores de personas más afectadas por la pandemia, ¿las he rezado con frecuencia, piedad y confianza? (Siguen en nuestra Página web: www.arpu.es)

8ª.-   En este tiempo de “aislamiento” del trato físico y personal con la propia familia natural (a veces), con la Parroquia, con el grupo de la ARPU, con la Iglesia diocesana y universal, ¿he suplido con la mayor vivencia del dogma de la “Comunión de los Santos”?

9ª.- En este tiempo de “confinamiento en las casas” he procurado avivar la conciencia de ser “iglesia doméstica” practicando las virtudes domésticas: (cf. los ejemplos de la Sagrada Familia y la unión de los corazones en el amor).

¿Se ha rezado en familia, v.g., a la hora de la bendición de la Mesa, el rezo del Santo Rosario que ha pedido el Papa en el mes de mayo especialmente, las oraciones de la mañana y de la noche?, la plegaria mariana del Ángelus o Regina Coeli unidos (a las doce o hacia el mediodía) a tantos cristianos de la Iglesia, con el Papa? ¿Se han seguido las transmisiones de la Santa Misa, al menos los domingos, los oficios de Semana Santa y de la Pascua? E incluso ¿a diario en la TV13 y por otros medios informativos?

10ª.- ¡Cuánto bien hemos podido hacer desde nuestro retiro-“arresto” domiciliario! ¿Lo hemos hecho o ha habido pecados de omisión, de pereza, de flojera espiritual? ¿A cuántos hemos llamado por teléfono interesándonos por ellos o por otros medios informáticos?

11ª.- ¿Ha habido cada día examen de conciencia y deseos de recibir el sacramento de la Penitencia para estar mejor dispuestos, con renovado fervor, a recibir,  “por primera vez” -después de esta fase o época excepcional- la Sagrada Comunión?

12ª.- Recuperado el culto “público” en los templos, ¿hemos cumplido con Pascua? ¿Con las Confesión y Comunión sacramentales con motivo de la Pascua aunque este año el tiempo pascual se haya terminado ya?

En meses de mayo y junio,

De Jesús y de María,

Llegue a todos los (queridos) de la ARPU

La intensa bendición mía.

 

Burgos, uno de junio de 2020, 68º aniversario de mi Primera Comunión.

Vuestro Consiliario Nacional, José Luis Esteban Vallejo, Pbro.

 

[1] José Luis Esteban Vallejo,  Figuras y textos Eucarístico, Monte Carmelo, Burgos 2010, pp.407-409.

[2] Juan B. Luis y Pérez, Meditaciones Eucarísticas, pp. 153,181, 215 y 174 respectivamente.

[3] En este día, 19 de mayo, recojo algunos datos estadísticos -oficiales- referentes la pandemia COVID 19: Los “reales” son muchos más de los aquí reseñados:  

En el mundo: más de 4.259 millones de contagiados; de ellos afortunadamente muchos recuperados  (un millón seiscientos treinta y seis mil) pero fallecidos: unos 297.000; cada día mueren miles de personas…¡cuánto dolor en tantas familias!

En España: más de 294.000 mil de contagiados; unos 50.000 son sanitarios; de todos ellos afortunadamente muchos recuperados  pero fallecidos: unos 27.778; al principio cada día eran unos novecientos y pico fallecidos; ahora -fecha 16-V-20- algunos más de un centenar…y en días posteriores, gracias a Dios, no llegan al centenar. Pero cada día no dejan de ser muchos…

A fecha 27 de mayo de 2020 otros Organismos de la Salud -no estatales- dan la cifra de 43.000 muertos en España. A final del año se sabrán las cifras definitivas.

En la ciudad de Burgos han sido hasta la fecha 306 los fallecidos y en mi parroquia de San Pedro de la Fuente de Burgos han sido diez los feligreses fallecidos a causa del coronavirus. ¡Concédeles, Señor, el descanso eterno! 

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