ADORACIÓN REAL, PERPETUA Y UNIVERSAL AL SANTÍSIMO SACRAMENTO (ARPU)

Marzo 2024 

Del libro: “LA EUCARISTÍA AL RITMO DEL TIEMPO Y DE LA VIDA DEL CRISTIANO” de José Luis Esteban Vallejo.

Manual del adorador de Jesús Sacramentado en la Adoración Real, Perpetua y Universal (ARPU): doctrina-oración-práctica.

 3.2.8.  El Rosario y la Eucaristía.

 1.- Muchas reflexiones podríamos hacer sobre el Santo Rosario. Bastaría pensar que si el Magisterio de la Iglesia ha intervenido tantas veces en la larga historia de esta práctica de piedad mariana, ¡qué contenido e importancia para la vida cristiana no tendrá! La última y significativa intervención del Magisterio de la Iglesia al respecto con la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae de Juan Pablo II (16-X-2002) lo demuestra patentemente. 

          A lo largo de todo el Año dedicado al Santo Rosario (2002-2003), muchos y  buenos han sido los comentarios que se han hecho al texto del Santo Padre sobre el Rosario de la Virgen María. Los Boletines Oficiales de las Diócesis, entre otros medios eclesiásticos, han dado disposiciones y exhortaciones acertadas para revitalizar en las parroquias, en las familias, en los fieles en general esta práctica mariana. 

2.- Es norma de piedad mariana: «Sé de María y serás nuestro» (Camino n. 494).

         Los Estatutos de la ARPU señalan como alguna característica suya la mariana y concretan esta espiritualidad en algunas prácticas y una de ellas la del Rosario con esta exhortación: «recordando cuánto le agrada (a la Virgen) el rezo del rosario, tan recomendado por la Iglesia, estimen obsequiarla (los asociados a la ARPU) con él cada día, si es posible» (art. 6). 

         La Iglesia es mariana: Cristo nos ha venido por medio de María: «Cuando llegó la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo nacido de una mujer…»(Gal.4, 4). El dato mariano es imprescindible en todo el misterio y vida de Cristo, por tanto, de la Iglesia que es su prolongación en el tiempo y espacio  y, por lo mismo, en los miembros de la Iglesia de Cristo. 

         En la práctica de la piedad mariana no puede faltar el rezo y la meditación del Santo Rosario por ser plegaria predilecta del Papa, de María (como lo ha atestiguado en las apariciones de Lourdes y Fátima). Por eso Pablo VI en la Marialis Cultus, recogiendo toda la Tradición, dice que ha de conservarse por los valores cristológicos, bíblicos, espirituales, pastorales. La M.C. lo llama «compendio de todo el evangelio» (n.42). Es adecuado para el desarrollo de «una oración contemplativa, de alabanza y súplica» (Ibíd.). Esto es lo importante, y por ser la más sencilla y popular y hasta la más profunda por «los misterios a contemplar»; tan sencilla que puede aprender un niño a rezarla y tan profunda que un teólogo no agotaría toda la riqueza de sus contenidos; fácil de adaptar a todas las circunstancias: se puede rezar solos o acompañados, a cualquier hora del día, en cualquier lugar y circunstancia; completa por las  oraciones que contiene, que la integran ¡las más hermosas, divinas, agradables a Dios, a María; oraciones sublimes: el Padre nuestro ¡siempre nuevo con la novedad de ser hijos de Dios, el Avemaría: la más bonita, compuesta por Dios, dirigida por el Arcángel Gabriel de parte de Dios (Lc 1, 28); el Santa María compuesto por la Iglesia; la Doxología: glorificación y consagración de nosotros mismos y nuestras actividades a la Trinidad Beatísima. 

3.- “Rezar así el Santo Rosario, con la consideración de los misterios, la repetición del Padrenuestro y del Avemaría, las alabanzas a la Beatísima Trinidad y la constante invocación a la Madre de Dios, es un continuo acto de fe, de esperanza y de amor, de adoración y reparación» . 

         Señalo algunas características y valores del Rosario: 

1º.  Por ser oración vocal y mental; oración completa, del ama y cuerpo ensamblados perfectamente. 

2º.- Por la contemplación de los misterios -alma del Rosario- según la M.C.; así reza todo el hombre: los labios, la mente, el corazón, etc.

Lleva consigo la contemplación de los modelos más perfectos en la vivencia de esos misterios: Jesús, María y José.

3º.- Por ser escuela para aprender la virtudes cristianas de un modo fácil, intuitivo, para santificar las situaciones más diversas de la vida: alegría, gozo, dolor, esperanza…; los cinco primeros misterios que llamamos de gozo, recogen la vida oculta de Jesús y de María y nos enseñan a santificar las realidades de la vida ordinaria. Los nuevos introducidos por Juan Pablo II para hacer presente de alguna manera toda la vida pública del Señor, y nada menos que la institución de la Eucaristía, como anticipación sacramental del Misterio pascual de Cristo, son los de la luz. Los siguientes, los misterios de dolor nos permiten contemplar y vivir la Pasión y nos enseñan a santificar el dolor, la enfermedad, la cruz que se hace presente en la vida de cada hombre a su paso por este mundo. En los cinco último, los gloriosos, contemplamos el triunfo del Señor y de su Madre, y nos llenan de alegría y de esperanza al meditar la gloria que Dios nos tiene reservada si somos fieles. 

4º.- Por ser el breviario -verdadero resumen de  todo el Evangelio- es la devoción más importante de los seglares después de la Eucaristía y los sacramentos (Juan XXIII); es el salterio de los seglares (150 salmos = 150 avemarías); históricamente éste puede ser el origen  del Rosario. 

         Oración tan profunda y sencilla, ha tenido grandes defensores y devotos: los Romanos Pontífices más recientes han recomendado el santo Rosario, también los obispos y una multitud de santos y santas, los fundadores de congregaciones, las cofradías desde el siglo XVI, las familias cristianas. 

         Según todas las pruebas que humanamente han podido reunirse, la misma Madre de Dios se ha manifestado visiblemente en la tierra en varias ocasiones durante estos siglos de descristianización y agnosticismo, y su mensaje ha sido siempre de conversión y de oración (cf. en Lourdes y en Fátima); concretamente, el rezo frecuente del Rosario. Quizá alguno pregunte el porqué de esta insistencia. Los escritos pontificios lo explican con claridad. El Rosario, bien rezado, mueve a la contemplación de los misterios esenciales de la vida de Cristo; incorpora la plegaria salida de los labios del mismo Jesús al enseñarnos a orar; concluye cada misterio sumando nuestras voces a los coros de ángeles y bienaventurados que dan gloria a Dios; e invoca a nuestra Madre Santa María con las mismas palabras que el Arcángel San Gabriel se dirigió a ella, pidiéndole que interceda por nosotros ahora y en la hora definitiva del encuentro con el Señor. He aquí, pues, los valores que la integran. En la consideración de estos misterios vamos a Jesús por María: gozamos con Cristo, al contemplarlo hecho Hombre como nosotros;  nos llenamos de su luz en los misterios de su vida pública, nos  dolemos con Cristo paciente, vivimos anticipadamente su gloria. Es éste un ejercicio piadoso recomendado por el Magisterio a lo largo de los siglos. Para que esa contemplación sea posible hemos de procurar rezar de tal manera que «favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, a través del corazón de Aquella que estuvo cerca de Él, y que desvelen su insondable riqueza”. 

5º.- Ciertamente, en el rezo del Rosario puede entrar la rutina o el pietismo. Lo mismo que en tantos otros aspectos de la vida humana (trabajo, relaciones, arte, familia, etc.) en los que el fruto depende esencialmente de la actitud personal. Ante el mismo acontecimiento o ante idéntica obra de arte, unos se sienten emocionados y otros permanecen insensible. La razón no radica en el Rosario -o en la obra poética- sino en el corazón del hombre. Tema y ocasión de examen de conciencia para descubrir la posible tibieza de amor o rutina de fe de nuestra alma, que podrán ser las raíces de un rosario rezado de manera superficial, de todas maneras, «el peor rosario es el que no se reza» (Juan XXIII). 

6º.- En una alocución (5 -X- 1987) daba este testimonio el Papa Juan Pablo II: 

          «En este mes (de octubre), siguiendo la costumbre de la Iglesia, aprendamos a ir a Jesús a través de María, lo hacemos cuidando con más empeño el rezo del santo Rosario, que es fuente de vida cristiana. Procurad rezarlo a diario, solos o en familia, repitiendo con gran fe esas oraciones fundamentales del cristiano, que son el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria. Meditad esas escenas de la vida de Jesús y de María, que nos recuerdan los misterios de gozo, dolor y gloria. Aprenderéis así en los misterios gozosos a pensar en Jesús que se hizo pobre y pequeño ¡un niño!, por nosotros, para servirnos; y os sentiréis impulsados a servir al prójimo en sus necesidades. En los misterios dolorosos os daréis cuenta de que aceptar con docilidad y amor los sufrimientos de la vida -como Cristo en su Pasión-, lleva a la felicidad ya la alegría, que se expresa en los misterios gloriosos de Cristo y de María a la espera de la vida eterna». 

         Y en otra (29-IX-2002) enseñaba: «contemplar el Rostro de Cristo en los misterios del Rosario es contemplarlo con los ojos de María (…)» e, invitando a la cristiandad a encomendar la causa de la paz en el mundo y especialmente en la Tierra santa, martirizada por el odio, por el terrorismo, por medio del rezo del Rosario, aseguraba: «El Rosario deposita en quien lo reza una semilla de bien, construye la paz». 

         Un estudio, reflexión y meditación de la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae sobre el «Rosario de la Virgen María» nos daría materia para todo un tratado. 

7º.- El Rosario y la Eucaristía: 

         El Rosario es oración eficaz por la contemplación de los misterios que contemplan y vivieron Jesús, María y José y que, gracias a la Eucaristía, se hacen presentes, puesto que la Liturgia celebra todo el Misterio de Cristo: «este es el  misterio -sacramento- de nuestra fe”,  los que nos dan vida a nosotros, pero sin su contemplación amorosa y adorante, poco fruto sacaríamos. Los misterios que son objeto de celebración en la liturgia son materia de meditación en la plegaria del Rosario: para ver mejor su profundidad. Por eso puede decir la Liturgia «hoy nos ha nacido un Salvador, hoy ha subido a los cielos, hoy el Espíritu Santo descendió…».

         Se entiende que Juan Pablo II que ha invitado a toda la Iglesia al comenzar el tercer milenio del cristianismo a contemplar el rostro de Cristo (cf. cap. II de la N.M.I.) para «remar mar adentro», proponga en la referida alocución mariana que «el Rosario es un camino de contemplación del rostro de Cristo realizado con los ojos de María». Ahora bien, ese Rostro divino que contemplan y desean contemplar los Ángeles, nosotros lo contemplamos -en la fe, en la esperanza y en el amor- verdaderamente presente y vivo en la Eucaristía.

         En la Encíclica eucarística añade un  dato nuevo sobre ese contemplar ese rostro de Cristo, el “eucarístico” (cf. 6) y  a este “Cristo o rostro eucarístico” con María (cf.n.7 y el cap. VI, especialmente nºs. 53-58). 

4.- Aplicaciones prácticas: 

  1. a) Se compone ahora de cuatro partes: 20 misterios, 200 avemarías,

La práctica mariana es rezar al menos una parte, la otra parte meditada brevemente se pueden repartir cinco por la mañana, cinco al mediodía y cinco por la tarde mentalmente si no se puede de otra manera. Lo esencial es esa contemplación -hemos dicho.

  1. b) Se pueden hacer reflexiones con la ayuda de libros -tantos como hay y con diversos enfoque- sobre otros misterios distintos a los tradicionales, v.g., la Circuncisión, la Epifanía del Señor, etc. Eso sí tomados todos del Evangelio (los textos bíblicos). Hacer pausa en la enunciación de los misterios.
  2. c) Ser defensores del rezo del Rosario, esgrimir las dificultades y objeciones que se levanten, v.g., a quien dice que es rutina, que es monotonía decirle que es cuestión de amor. ¡Qué poeta se cansa de decir ternezas, qué enamorado de decir amores!
  3. d) Renovar el Rosario adaptándolo a los tiempos litúrgicos o por razones objetivas y pastorales, en vez de unos misterios contemplar otros; y lo mismo dígase de la posibilidad de varias letanías aprobadas por la Iglesia, además de la lauretana (Loreto), como son las bíblicas, las del Pueblo de Dios, la de la María Reina o de su Coronación.
  4. e) Enseñar a rezarle, invitar, difundirlo con Santo Domingo de Guzmán.
  5. f) En familia, en comunidad o en parroquia está enriquecido con indulgencia plenaria con las demás condiciones necesarias y acostumbradas.
  6. g) Poner intenciones concretas en cada decena del Rosario. ¡Hay tantas  necesidades que encomendar!
  7. h) Intercalar los textos bíblicos correspondientes. Introducir algún canto apropiado a los misterios gozosos, luminosos, dolorosos o gloriosos que se contemplen.
  8. i) Hacer alguna jaculatoria en cada uno: «Contigo Virgen María, Madre (gozosa, dolorosa o gloriosa), queremos contemplar, v.g., la Encarnación del Hijo de Dios en tu seno virginal (se va enunciando el misterio correspondiente).
  9. j) Hacer algún comentario como sugiere y hace el mismo Papa en su Carta Rosario de la Virgen María.
  10. k) Hacer una pausa de silencio después del enunciado de cada misterio.

Ésta es una de las novedades de la Carta Apostólica  sobre  el Rosario: dar no sólo doctrina sobre  el contenido de esta práctica mariana sino el modo concreto de realizarla.

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